Tenemos el póster. Tenemos los fotocromos. Solo nos falta la reseña oficial. Lo cierto es que la hubo, y tras pasarse un tiempo publicada en este blog, terminó reciclada hace ahora diez años en las páginas de nuestro particular "pest-seller" "Malas pero divertidas". Y les diré algo, me arrepiento tanto de lo que escribí entonces, como de haberla incluido en dicha obra. Ya cuando procedí sabía que seguramente me equivocaba, y ahora lo confirmo. "Gomia..." será muchas cosas, pero NO es una película "mala pero divertida", como tampoco es, después de todo, una película mala. De ahí que, motivado por una reciente revisión (a su vez motivada por un ataque de remordimientos), decidí resarcirme y "arreglar el entuerto" con el texto que sigue...
¿Por dónde empiezo? Es verdad que "Gomia, terror en el mar Egeo" (fabuloso título español -¿qué es un "Gomia"?- del no menos fabuloso "Antropophagus") resulta algo costrosa, zetosa e imperfecta. Sí. Dentro de los esquemas del horror italiano ochentero de línea gruesa, se sitúa a un nivel un poco más modesto -en lo que a medios se refiere. Está rodada en 16 mm- de lo que hacía, por ejemplo, Lucio Fulci. Pero, a su vez, y no se sabe muy bien por qué, goza de una serie de atributos indiscutibles que la salvan de la absoluta quema y le otorgan un puesto de honor entre las suyas. El legendario "mercader de la sordidez" que la dirigió, Aristide Massaccesi / Joe D´Amato, siempre dijo estar muy satisfecho del resultado. Y no es para menos. Seguramente nos encontremos ante su mejor película. Es lenta, puede que un poco aburrida, de acuerdo, ¿pero qué peli de Massaccesi -director- no lo es? ¿y qué producto italiano horrorífico de la década no lo es -los hay, pero se cuentan con los dedos de la mano de un manco-? Esta, al menos, tiene cosas que molan.
Cosas como el gore. En la época nos pareció más excesivo y en mayores cantidades, pero lo cierto es que, salvo ya saben qué escena, no hay pa tanto. La atmósfera. Muy lograda, especialmente para ser la clase de film que es, donde caben tanto la tormenta nocturna como otra que comentaré dentro de unas líneas. Y, joder, la trama. El argumento mismo tiene mucho gracejo. Es una locura maravillosa: Un tipo naufraga con su mujer e hijo. Este último muere y papá decide comérselo. Mamá se opone y por accidente acaba acuchillada. Así que papá se vuelve loco -¿entendemos que papá se papea a los dos?- y cuando llega a la costa, no piensa más que en seguir deglutiendo. Incluidos los protas, que tendrán que defenderse. Lo gracioso es que el guion lo firma el mismo señor que hace de monstruo, el gran gran George Eastman, alias de Luigi Montefiori (también se encargó de teclear -entre otras- el libreto de la estupenda "Aquarius", lo que confirma que era bueno en ese campo). Aunque, qué duda cabe, "Gomia, terror en el mar Egeo" se erige sobre TRES momentos. Dos escenas gore, con el caníbal devorando un feto extraído a lo bruto y sus propias tripas como acto final previo a la muerte, y una totalmente inquietante, el paseo por las siniestras catacumbas, acompañado de una música tan extraña como efectiva, algo que se extiende al resto de la banda sonora.
Massaccesi y Montefiori volvieron a unir fuerzas poco después en una especie de secuela, "Terror sin límite" o "Absurd", pero no lograron repetir la jugada. Vamos, que se reduce a una o dos escenas gore chulas rodeadas de tremebundo aburrimiento. Tampoco podemos olvidarnos del infame remake vídeo mediante que parió ese Covid-19 que fue para el cine -y digo "fue" con alivio- llamado Andreas Schnaas. La cosa se tituló "Anthropophagous 2000" y, por comparación, el "Gomia" original parece la mayor obra maestra de la historia del cine. Que, por mucho que me guste, desde luego no es.
E ignoren lo que escribió el gilipollas ese en "Malas pero divertidas".