Una vez más, mi yo solidario me impulsa a teclear con efervescente entusiasmo una reseña que para nada tenía prevista, la de "En las profundidades del Sena" ("Sous la Seine" en v.o., "Under Paris" si habitas Wisconsin) ¿por qué? pues por la sencilla razón de que, tal y como yo lo veo, está siendo injustamente machacada y uno, pues oiga, tiene su corazoncito.
Ya sabemos lo superficial, elemental y caprichosa que es la cinefilia moderna, aquella que, acorde a la desquiciante velocidad con la que todo se produce, consume, deglute y excreta, tiende a elegir un par de títulos para, seguidamente, situar uno en el bando güeno y otro en el malo. Una vez apoltronados, lo siguiente consiste en perder los papeles. Delirar sin matices. Sin grises. La buena es la repolla, aquella que devolverá a la humanidad su capacidad de amar y confiar en el prójimo. La mala, por contra, es peor que la peste, una aberración sin nombre ni fin cuyos responsables merecerían ser ejecutados públicamente en la plaza del pueblo.
El paradigma, la gracia de todo ello es que, a la larga, no importa cual sea cual, porque en cuestión de semanas ambas acabarán brutalmente olvidadas. Intercambiadas por nuevas víctimas (me vienen al cerebelo las incomprensiblemente hostiles "reviews" que ha recibido el muy decente y entretenido biopic sobre Enzo Ferrari... pero esa es otra historia) Y vuelta a empezar.
Pal caso, "En las profundidades del Sena" sería la villana y, extrañamente, "Vermin. La plaga" la salvadora. Ambas, además, salidas de la misma cinematografía, la franchute. Resulta chocante porque aquello que los gacetilleros critican más de la primera, es decir, unos tiburones mutados dispuestos a dominar el mundo, calificados de difícilmente creíbles, en la segunda se acepta con toda naturalidad, aunque hablemos de unas arañas igualmente mutadas capaces de adquirir el tamaño de perros ovejeros y, sí, dominar el mundo.
A mí "Vermin. La plaga" no me gustó, pero es una mera cuestión de manías personales. Le reconozco un buen acabado y algunas escenas de impacto. Lo mismo que la de los tiburones... aunque esta sí me ha funcionado. Se aleja totalmente del rollo voluntariamente ridículo de un Asylum. Pero tampoco se presta a las maneras hiper realistas de un, no sé, pongamos "El arrecife". Cae justo en medio, al lado de "Deep Blue Sea". Without embargo, por alguna incomprensible razón, el elemento inverosímil hoy día únicamente se perdona si viene empaquetado en chorrismo, extravagancia desaforada o auto-coña consciente (salvo que te titules, insisto, "Vermin. La plaga"). Me ofende y ofusca que, por comparación, algunos osen considerar más dignos que la reseñada a esos dos pestiños titulados "Meg" y "Meg 2: La fosa".... ¡¿en serio?!
La trama de "En las profundidades del Sena" no tiene mucha complicación. Unos tiburones alterados por el cambio climático se instalan en el curso de agua que cruza la capital del amour. Encima, a pocos días de celebrarse los juegos olímpicos. La policía, ayudada por una especialista, deberá intervenir para arreglar el entuerto, a pesar de una alcaldesa obsesionada en evitar interrumpir el mondongo gimnástico (hay quien ha rajado de este personaje, acusándolo de "excesivamente cómico".... no perdonamos una ¿eh? cuando nos da el parraque, nos da) y, sobre todo, un grupo de ecologistas tirando a fanáticos casi como representación del colectivo Woke, hasta el punto de comandarlo un par de lesbianas. ¿Concesión a la platea paleta? pues no estaría yo muy seguro, porque dicho fanatismo se pinta como perjudicial. La ceguera del que cree que un animal salvaje es inofensivo solo por su papel de víctima y.... ¡¡¡espoiler!!!... lo paga caro. El momento en cuestión es uno de los más satisfactorios del 2024. No exento de su mala leche.
Aunque hay otro. El final. Está clarísimo que, sí o sí, veremos al tiburón papearse a unos cuantos nadadores olímpicos ante los horrorizados ojos del público presente. Si no, no habría película. Y lo vemos, y está muy bien. Pura adrenalina. Pero solo es el principio. Lo que viene después es.... ¿cómo definirlo? ¡¡¡la caña!!! Y no, no aparece un inesperado escualo gigante con tres narices... ni una requetemutación entre foca y pingüino... es algo más terrenal... pero cojones si funciona. A mí, en su intensidad y locura, me dejó con la boca abierta. Alucinado.
Entonces ¿ande reside el supuesto problema de "En las profundidades del Sena"? No es que Xavier Gens sea un director especialmente dotado de gran personalidad, como ya comenté en la reseña de su film de debut, "Frontière(s)", pero en este caso la cosa le sale casi redonda. Termina siendo un divertimento total, una producto desacomplejadamente palomitero, con su punto de desmadre -contenido-, sus escenas espectaculares y dosis de sangre sin, por ello, llegar a tratarnos como subnormales (cosa que sí ocurría con "Meg").... no sé qué más quieren, la verdad. En su defensa, saldría con la teoría de que el cine debe aportar una dosis de inverosimilitud porque, si no, pa eso te miras un documental de "National Geographic" Pero, en fin, no me cuadra con aquellos que, contrariamente, justifican un "Sharknado" solo porque se parapeta tras el humor (una salida algo cobarde, parecida a cuando en la España de los 90 comenzó a hacerse cine fantástico de nuevo, aunque casi siempre disfrazado de comedia) o lameculean un "Vermin.La plaga" por.... no sé.... ¿capricho? ¿o es el rollo políticamente correcto de presentar a los héroes como los marginados de un barrio humilde, todos inmigrantes, mientras la ley recibe el trato de villana? esa misma que en "En las profundidades del Sena" se comporta heróicamente.
Je ne sais pas. Pero me la suda macanudamente, porque lo pasé muy bien viendo a los escualos de Xavier Gens. Yo y un puñao de gente, ya que su paso por Netflix ha sido todo un pepinazo. Me alegro, oye.