jueves, 18 de agosto de 2011

COMMUNION

Entre finales de los 80 y principios de los 90, la carrera de Christopher Walken -que siempre he creído tiene cara de lesbiana- no se encontraba en su mejor momento. Iba haciendo cosillas de cierto nombre (como su papel de malo en "Batman Vuelve"), pero realmente no volvió a ser "cool" y a estar en boca de todos hasta que el copión de Quentin Tarantonto le fichó para la irritante "Pulp Fiction". Tal vez esa sea la razón de que en 1989 accediera a intervenir en este incomprensiblemente reputado "Communion". Claro, ¿qué pasa?, que Walken en manos de un director talentoso, se muestra comedido y es capaz de lograr grandes actuaciones. Pero. ¿y en manos del responsable de "Aullidos 2" y "Aullidos 3"?, es decir, el colega Philippe Mora, pues ahí el actor, sin control alguno, se desata y su gracioso histrionismo alcanza cotas surrealistas, llegando a ser genuinamente excesivo y cargante. Seguro que Mora estaba convencido de que, disponiendo de un actor tan prestigioso y respetado, no tendría que preocuparse mucho de dirigirlo, y le dejó hacer. El resultado es un film muy pretencioso y dramático, con el que te echas unas buenas risas. Gracias a Christopher Walken, sin duda, pero también a otros factores. Entre ellos, el rollo "auteur" y casi "artístico" que se marca el director, genuinamente ridículo.
La película se basa en una conocida novela autobiográfica de Whitley Strieber, escritor de temática fantástica que por lo visto sufrió una experiencia de abducción extraterrestre y decidió contarla, de ahí que el prota del libro y la peli sea él mismo. La cosa va... coño, pues eso, de un padre de familia que, gozando de un par de findes en la montaña, cree que unos marcianos se han colado en su casa y le han metido una sonda por el culo. Se pasa toda la peli debatiéndose entre la realidad, los sueños y la locura... lo que, uno, da mucho juego a los desvaríos estéticos y visuales de Philippe Mora (mi favorito: marcianos enanos y azules bailando alegremente en su nave) y, dos, da mucho juego a los desvaríos interpretativos de Walken, esos de los que hablaba arriba (como cuando su amigo, luciendo un sombrero a lo Daniel Boone, le habla de gnomos como si fueran escalofriantemente reales).
Todo ello se traslada también a otros apartados del film, sobre todo cuando intentan crear situaciones dramáticas, realistas y espontáneas, de esas de "Oscar" y que, de tan exageradas, únicamente nos provocan la risotada. Contribuyen unos efectos especiales potables pero un poco chungos para el "nivel" que se gasta el film, ya que literalmente algunos de ellos cantan a muñecote que da gusto (especialmente los que cuelgan de hilos). Como toda buena peli pretenciosa que se precie, el final no se entiende... pero supongo que ya se trata de eso.
En fin, que se puede ver, tampoco digo que sea insufrible, otra cosa es que se pueda tomar en serio. Al final, y no me cansaré de decirlo, lo mejor es el show de cucamonas de Christopher Walken (algo que muchos confunden con una buena interpretación).