Ya saben que en los ochenta el fenómeno de los artistas
infantiles estaba a la orden del día en España, y continuó fuerte hasta que
dejo de dar pingues beneficios a
principios de los noventa. Las mentalidades cambiaban, las de los adultos y las
de los niños y la música infantil, prácticamente, desapareció, y con ella las
películas vehículo para lucimiento de estos.
Y si bien en los noventa, apenas sobrevivían aquellos “Bom
Bom Chip” y su película “El niño
invisible”, en la década de dos mil, no había ni rastro, lógicamente, de
artistas infantiles en las radio formulas, mucho menos en los cines. Y de
repente, a mediados de esa década, le da por resurgir, eso si, de manera discreta
y terriblemente destinado a un público más popular de lo normal (vamos, a un
publico paleto) una nueva rama de artistas infantiles. Por un lado Melodie, la
de los gorilas. Un rollo agitanado y absolutamente garrulo que vendió miles de
discos y que duró lo que duró la infancia de la cantante. Cuando esta ha
querido seguir en la adolescencia, o ahora ya adulta, el público (y las
discográficas) le han dado la espalda. Por otro lado tenemos a Raulito, una
especie de bebé con cara de retrasado mental, que, consecuencia de otro bebé,
esta vez de los 90 llamado Jordi, bailaba y cantaba la hostia de mal, los
éxitos pachangueros de esa época, decantándose por los de David Civera. Algo
patético que tuvo un éxito arrollador, y que en su corto periplo (un año o dos),
protagonizó una película para propio lucimiento, que estaba muy bien, “Frankie
Banderas”, junto a el hijo de Juanito Valderrama, que es otro que solo le falta
mendigar un poco de atención en la tele y junto a –también en esta película-
Pablo Carbonell. Y finalmente tenemos a la protagonista de la película que nos
ocupa, María Isabel. Esta niña, ganó un concurso que se realizó de la misma
forma que podía no haberlo hecho, el “Eurovisión Junior” y lo ganó con una
canción verdaderamente asquerosa, degradante para la mujer y para la infancia,
pero que la hizo vender millones de discos; la de “Antes muerta que sencilla”.
Y por ahí anduvo actuando toda esa temporada.
Lo curioso es que el fenómeno de Maria Isabel, yo lo
compararía, salvando las distancias, con el de “Chispita”; niña andaluza casi
analfabeta, monilla de cara,un disco de éxito, una película en plena
decadencia, y criminal obstracismo –porque aunque después de esto, la niña, ya
adolescente, ha andado presentando los Lunnis y demás, ya no fue lo mismo- solo
que en una época en la que todo este tipo de productos, no es que no se
llevaran, es que, directamente, no existían. Además, mientras que algunas de
las canciones de chispita son bonitas, casi himnos (“¡la vuelta al mundo en
Góndola!”) las de María Isabel son para embrutecer a los brutos.
Tras el éxito que tuvo la niña, le prepararon el salto al
cine, esta “Angeles S.A.”. Una película para lucimiento de la niña cantante,
con todo un repertorio de nuevas canciones que les servirá a sus gerifaltes
para vender un buen puñado de discos. Eso en la envoltura, porque en realidad,
la película es una comedia familiar protagonizada por Pablo Carbonell, en la
que, si, María Isabel se canta una cuantas canciones, pero en la que queda
relegada a un segundo plano como adorno para que carbonell pueda hacer su
trabajo, cosa esta que es de agradecer, porque, no solo las canciones de María
Isabel son una mierda, sino que, verla interpretar, roza lo vergonzoso.
Cuenta la historia de un señor que se muere, y cuando llega
al cielo, se da cuenta de que su hija no tiene un ángel de la guarda, por lo
que las cosas le salen muy mal allá abajo. Así que le dan permiso para bajar a
la tierra desde el cielo dentro de otro cuerpo, para guardar las espaldas de su
hija y encauzarla por el buen camino, mientras que se las tiene que ingeniar
porque su mujer, viuda, está a punto de casarse con su mayor enemigo.
Un folletín que en las navidades de 2007 no fue ni tan mal
en las taquillas (700.000 espectadores), pero una cosa discretita para lo que
los ejecutivos esperaban de María Isabel. La peli fue bien, pero la venta de
discos, no como se desearía.
La peli, no creo que la puedan aguantar ni los niños. O
ellos particularmente.
Lo que me hace gracia, por un lado, es el empeño por hacerla
parecer una “sitcom” americana: los protagonistas no viven en un pisito como la
mayoría de los españoles de a pie, sino que viven en una urbanización de
chalets convenientemente adecentada para darle look americano, sin que parezca
que están en Estados Unidos; Pablo Carbonell conduce mono-volumen, y su esposa,
Silvia Marsó, es aficionada a la jardinería y usa un sobrerito de paja y unos
utensilios de jardinería más propios de una película protagonizada por Meryll Streep,
que de una película española que retrata a la clase media-alta. Todo muy
patético y, por ende, gracioso. Pero no lo suficiente.
Así mismo, parte de la película transcurre en el cielo. Este
se resuelve a base de diseños de
ordenador y horrorosos chromas que le dan look de película de “Tom Cat films”.
Escenarios digitales al más puro estilo “The amazing Bulk” y efectos de C.G.I.
al estilo “The Asylum” primera etapa, solo que mientras que se supone que las
películas de estas productoras son de serie Z, esta se estrenó como producto de
postín para ser mega-taquillera. España.
Por lo demás, y más allá de la curiosidad que se pueda tener
por un producto a destiempo de estas características, la película no vale
absolutamente nada. Eso si, Pablo Carbonell me cae simpático. De hecho, me hace
mucha gracia ver cantar y bailar junto a unos niños pequeños, al mismo
individuo que cantaba cosas como “Se han bebido mi bebida, esnifado mi cocaína,
se han follado a mi chica” con su banda “Toreros Muertos”.
Junto a Carbonell y María Isabel, la antes mentada Silvia
Marsó, Anabel Alonso, Darío Paso y el repugnante Jimmy Barnatan.
Dirige el negocio un tal Eduard Bosch, más forjado en el
mundo de la televisión que en cualquier otra cosa.