Descaradísimo exploitation de “Muñeco Diabólico” que no
contento con expoliar elementos claramente reconocibles de Chucky, también
arrasa con contenidos de “El Exorcista” saliendo impune y justificándose con el
hecho de que lo que tenemos aquí es una muñeca y no un muñeco.
A eso hay que añadirle un presupuesto infinitamente menor al
empleado en cualquiera de las dos producciones de las que “Dolly Dearest
(Juagando a matar)” se nutre, así que somos conscientes en todo momento de a lo
que nos enfrentamos.
Para la ocasión, durante unas excavaciones, un demonio
Mexicano se escapa de las ruinas donde se encontraba alojado yendo a parar a
una fábrica de juguetes. En una de estas, que una familia invierte en la
fábrica de juguetes, quedando la hija del clan prendada de una muñeca muy fea
la cual, mira tú por donde, está poseída por el demonio Mexicano que se escapó.
Con lo cual, al llevársela a casa, la muñeca comienza a cargarse a la gente,
como es lógico, mientras que un profesor de arqueología trata de ayudarles con
esta putadita.
Dos cosas a tener en cuenta; Uno, que la película, debido a
su propia naturaleza ya desde el principio cae simpática –ya saben, la película
de la “Chucka”- y dos; es una pedazo de mierda como un castillo de grande.
Una vez sabido esto y superados obstáculos y prejuicios, la
película se disfruta como lo que es, una mierdecilla inofensiva y tontorrona.
Porque mucho demonio y mucho plagio, pero mientras que la
original “Muñeco Diabólico” era una cosa entretenida de pelotas, además de
cañera en cuanto a acuchillamientos y niveles sangrientos, “Dolly Dearest
(Jugando a matar)”es como una versión light de todo eso, y aunque hay algo de
sangre –lo mejor una escena en la que a un individuo se le revienta la mano con
su máquina de coser- esta no llega a brotar nunca del todo. Vamos, que no hay
“Splatter” por decirlo de algún modo. Por otro lado, la Dolly esta, tiene menos
carisma que Florentino Fernández, y cuando aparece en escena nos quedamos igual
que estábamos. Pero en definitiva, la chuminadita esta se deja ver, más o
menos, sin que el sopor acabe volviéndonos locos.
El hecho de que sea tan light y poco sangrienta quizás se
deba a que detrás de las cámaras haya una mujer –no vale nombrar ni a Jackie Kong, ni a Mary Harron, ni a Doris Wishman, ni a Roberta Findlay- que no
comulgue con el gore que la película pide a gritos. Pero el hecho de que la
peli sea mala, no se debe a que la directora sea mujer, sino que esa mujer es
una incompetente de pelotas, y a eso se debe que María Lease, que es como se
llama la gachí, no haya dirigido película alguna desde esta en 1991.
La película, no obstante, debió hacerle gracia a alguien, ya
que, destinada al mercado del vídeo como estaba, la Trimark consiguió que
previamente se exhibiera de forma limitada en salas de cine. Total, como si eso
sirviera de algo.
En el reparto tenemos completos desconocidos, con la
excepción del pobrecillo Rip Torn, que por aquí aparece yendo para arriba y
para abajo, harto de aparecer en mierdas de semejante calibre y con carilla de “para
lo que hemos quedado”:
En definitiva. Una mierdecilla simpática, sin más.