Se trata de una de las películas más ultra-conservadoras que
he visto jamás, y que en su afán por reivindicar una serie de valores, la cosa
se torna completamente amoral. Un panfleto anti-abortista –y anti-todo,- que
bajo una premisa sobre la preservación de la familia, lo único que pretende es
hacer algo de dinero a base de sensacionalismo barato y teorías de pega. Poca
cosa se conseguiría a juzgar por los escasos 191.747 espectadores que fueron a
verla al cine. Pero ahí queda la soflama.
Inspirada, o tal vez plagiando los famosos “Report” Alemanes,
nos cuenta como dos estudiantes que están haciendo una tesis sobre el sexo,
entrevistan a un médico, que no sabemos muy bien si es un psiquiatra o qué es,
pero lo cierto es que solo lleva cosas en torno a la sexualidad; así, les
explicará los casos de una prostituta que quedó embarazada, una joven que se ve
obligada a abortar –suicido post trauma incluido- un exhibicionista que enseña
su parte a los niños, una masoquista, un violador de niñas ¡que acude al médico
a contarle que de vez en cuando le da por violar a alguna niña!, etc, a la par
que explica casos de ninfomanía, satiriasis, fetichismo y resentimiento de los
matrimonios a causa de la frigidez de ellas, debido a la mala educación sexual
en la adolescencia, a veces recreando sus relatos con reconstrucciones dignas y
deudoras, sin que Esteba lo supiese siquiera, del “Glen or Glenda” del
mismísimo Ed Wood.
Para esta película, el aborto es directamente un asesinato,
el homosexualismo una enfermedad mental, pero no pasa nada, que dice el doctor
que se cura y de hecho vemos el caso de un señor que tras ser tentado, gracias
al tratamiento psicológico al que se le somete, se cura, ergo ya no es maricón.
Por otro lado, el violador de niñas merece el mismo traro que el homosexual, le
cuenta el caso al médico y este le aplica un tratamiento psicológico, vamos
como si comiera castañas pilongas, y en ningún momento se cuestiona el violar
niñas como un delito, como si se hace con el aborto. Una absoluta vergüenza con
un mensaje de mierda… lo que se traduce en descojone padre, porque claro todas
estas barrabasadas parecen impensables a día de hoy, pero en su momento estaban
muy en el pensamiento de la población de a pie de la España de Franco, con lo
que resulta todo muy escandaloso y bizarro, casi de broma, pero me temo que la
cosa iba muy, muy en serio. Entonces, paradójicamente, y dependiendo de las
mentalidades de los espectadores -que
ahora hay mucho pacato hijo de la grandísima puta enemigo de la incorrección
política y del sentido del humor- “El
despertar de los sentidos” resulta un divertimento tonto e inocente, máxime
cuando ilustran toda esta barbarie con imágenes de archivo de variado pelaje,
que van desde un parto (al que le añaden el contraplano del doctor protagonista
para que parezca que es él quien asiste ese parto), hasta carreras de formula
uno añejas.
Graciosísima, e incluso diría, que la mejor película de
Manuel Esteba, ya que al menos esta tiene algo de ritmo y entretiene lo suyo.
Para acabar de matar a la liebre, quédense con el subtítulo
de la película, debajo del título: ¡¡“La educación sexual de una adolescencia
pervertida”!! que acompañó a la carátula en algunas de sus ediciones videográficas.
¿Qué no harían los Balcazar, los reyes del “Exploitation” patrio
para vender una película?
El reparto lo componen una serie de actores Catalanes que no
los conoce ni su puta madre, y el doctor que narra todo lo que vamos viendo y
que toma parte activa de lo que acontece, llegando a hacerse cargo del hijo de
la prostituta embarazada, lo interpreta don Eduardo Fajardo.
En serio, muy divertida en su despropósito.