Olvídense de los posibles premios que “Rejas de Cristal”
pueda acumular, o el supuesto prestigio que la cinta tenga en ambientes
intelectuales. Si “Rejas de Cristal” llegó a nuestros cines en una época en la
que Italia apenas exportaba, es porque en su país de origen esta fue un éxito.
No por la mano del autor, Marco Risi, que provenía del cine popular y es un
artesano de los de toda la vida. Incluso un poco limitado, si me apuran.
Y es que “Rejas de Cristal” es puro “Cine Quinqui”, y se me
ocurre, así a bote pronto, emparentarla con “El Pico 2” de Eloy de la Iglesia,
con la que guarda no pocas similitudes. Solo que, aunque Italiana, con las
dosis de desvergüenza que eso conlleva, para según que asuntos tienen menos
sentido del espectáculo, y aquí no aparece nadie inyectándose heroína, pero por
lo demás es casi lo mismo. Con una pequeña dosis de moralina, que no tenían las
de Manzano y “Pirri”.
Así pues, de cine de autor italiano nada, puro “Cine
Quinqui” con el fin de atraer culos a las butacas mostrándonos imágenes
impactantes y/o sórdidas.
“Rejas de Cristal”, cuenta la historia de un profesor que
llega nuevo a trabajar como maestro en un reformatorio y tendrá que lidiar con
toda la raléa de delincuentes juveniles, todos menores de edad, haciéndose al
final con la amistad de varios de ellos e intentando que sus cabezas
desmenuzadas por una sociedad de la cual son producto, al final sirvan para
pensar algo y que no sean tan zoquetes.
Por otro lado, la rutina de la prisión se ve alterada cuando
llega Mario (La “Mery per sempre” del título original), un transexual detenido
por ejercer la prostitución, que traerá a todos los reos por el camino de la
amargura.
Por lo demás, el típico cine carcelario. Peleas, violaciones
de todo tipo, reflexiones, moralina barata, y la intención de poner al
espectador en la piel del delincuente, que al igual que en el “Cine Quinqui”
Español, se nos presenta como un héroe.
Juicios a parte, este subgénero tan mediterráneo tiende a
ser terriblemente entretenido, ergo, pasamos por alto lo chapucero de su
realización –en este caso- y sus, a veces, tontos diálogos, en pro de la
interesante historia, nos dejamos llevar
y nos lo pasamos bien viéndola.
Obviamente, y como pasa en el género en España, sus
protagonistas son macarrillas reales, no actores, sacados directamente de las
calles, por lo que el público más modesto tiende a sentirse identificado con
ellos, si bien es cierto, que si TODOS los que protagonizaron películas
Quinquis en nuestro país hace tiempo que crían malvas, víctimas, casi siempre,
de sobredosis de heroína, estos no eran tan, tan macarras y algunos de ellos
siguen vivos, y los fans se hacen selfies con ellos cuando los ven por la
calle. De hecho, uno de los protagonistas, Francesco Benigno, acabó siendo
actor que todavía está en activo, el travelo, Alessandro Di Sanzo hizo algún
que otro papelillo, mientras que el resto de macarrillas, ya no tuvieron tanta
suerte, aunque en menor o mayor medida, todos continuaron haciendo algo de
cine, incluido Salvatore Termini, que además de macarra, era analfabeto –pero
muy inteligente, según sus propias palabras-.
La película fue un gran éxito en Italia, por eso se llegó a
estrenar aquí, aglomerando en cines a casi 150.000 espectadores.
En consecuencia del éxito, un par de años después se rodó
una secuela “Chicos de la Calle”, que el próximo día les comento.