“Que nos quiten lo bailao” resulta una rara avis dentro de
nuestra comedia. Una película netamente valenciana —puramente mediterránea— que
juguetea con un género tan nuestro como es la parodia histórica tan en boga los
primeros años de la década de los 80
y que traía consigo filmes de mayor
calado popular que el que nos ocupa, como puedan ser “Juana la loca… De vez en
cuando” de José Ramón Larraz, “Cristóbal Colón… de oficio descubridor” de
Mariano Ozores o “El Cid cabreador” de Angelino Fons, y con el musical,
incluyendo numeritos (impagable el protagonizado por Joan Moleón) absolutamente
deudores de la revista. Sin embargo, y a diferencia de los títulos
anteriormente nombrados, “Que nos quiten lo bailado” tiene más mala leche y
aspiraba a tener un público más intelectual que las otras películas más
destinadas a un público de corte popular. Así, “Que nos quiten lo bailao” tiene todo el
tiempo los ojos puestos en el cine de Monty Python rozando, por momentos, el
plagio. Si en “Los caballeros de la mesa cuadrada”, cuando el Rey Arturo llega
al castillo de Camelot y al advertir la presencia de este ante el resto de
caballeros uno de ellos responde que es una maqueta, en “Que nos quiten lo
bailao” cuando Fray Jacinto divisa el Alcázar,
uno de sus acompañantes dice que vaya mierda. No es el mismo gag, pero
prácticamente es el mismo.
La película transcurre en algún lugar de Valencia, más o
menos durante el siglo XV o XVI durante la convivencia de moros y cristianos
por aquellas tierras. Y no tiene un argumento propiamente dicho, Una secuencia
tras otra va transcurriendo entre diálogos descacharrantes, números musicales y
un humor muy particular, pero si que hay un ligero hilo conductor en el que la
hija de los marqueses de Mocorroño es vendida como esclava, y en el harem del
sultán Al Parrús, esperará a ser rescatada por sus padres mientras es usada
para uso y disfrute del sultán y sus amigotes, por ejemplo, siendo su culo
exhibido en una especie de ruleta humana de la suerte.
El argumento es de lo menos, aquí lo que prima es que el
humor marque el avanzar de la película.
Así, tenemos un divertimento de lo más surrealista, que pese
a estar fuertemente influenciado por los Phytom, y gracias a lo autóctono de
esos numeritos musicales y de revista, no deja de ser una película de lo más
personal. Amén de ser una joya ignota de la que poco se ha sabido hasta ahora,
con escasos 178.000 espectadores en salas de cine.
Muy divertida e interesante.
El elenco, salvo por los actores principales interpretados
por profesionales de la talla de Joan Moleón, Guillermo Montesinos o Impar
Ferrer, está compuesto de las gentes del pueblo dónde se rodó, Luchente, lo que
dota a la película de unos rostros y personajes de lo más grotescos, que son
otro de los puntos fuertes del film. De hecho, Luchente tiene una importancia
vital en esta película, no solo por el elenco, sino también por la cooperación
que el mismo pueblo tuvo durante la preproducción de la película, ayudando al
personal técnico de la misma a reconstruir un viejo convento abandonado que en
la película recrearía una alcabaza. Asimismo, Luchente sería el lugar dónde la
película se estrenaría mundialmente.
Dirige la película Carles Mira, director eminentemente
Valenciano cuya carrera transcurriría casi en su integridad en su tierra natal,
que además de esta joya dirigió cosas menos interesantes como la olvidable “El
Rey del Mambo” o “Con el culo al aire” protagonizada por Ovidi Montllor.