Salomón, ha heredado
la empresa de detectives de su tío, y junto a su asalariado Torcuato, se dedican
a lo que ellos llaman “prematrimoniales”, es decir, que investigan casos de
adulterio o comportamientos inadecuados antes del matrimonio y cosas así. Un buen
día, mientras le proyectan unas películas de prueba a uno de sus clientes,
alguien lo asesina ante sus caras sin estos darse cuenta. Cuando llaman a la
policía para alentarles del suceso, el cadáver de su cliente desaparece, por lo
que decidirán investigar por su cuenta los sucesos acontecidos metiéndose en
mil y un líos. La cosa se complica cuando descubren que su cliente en verdad
está vivo.
Por norma general, Fernando Fernán Gómez, protagonista
principal de esta “Crimen Imperfecto” y director de la misma —bajo un guion de
Pedro Masó— siempre que se refería a sus películas de encargo de corte más
popular y de entretenimiento, nunca lo hacía de manera positiva. Le pasaba por
ejemplo con “Los Palomos” y le pasaba con esta, “Crimen imperfecto” a la que tachó
de infantilada.
Y es que este film datado de 1970, puede que, como el título
indica, sea algo imperfecto, peca de aburrido en algunos momentos y
efectivamente es una astracanada sin mayor relevancia que no llega a entretener
del todo. Sin embargo, también es un ejercicio visual de lo más encomiable, ya
sea por la estupenda fotografía de Juan Mariné llena de colores de lo más
vistosos, por esa estética Pop tan hija de su época, pero que por otro lado
casa tan poco con los personajes protagonistas o por ese modernismo (hoy tan
retro) que se gastan algunos de los lugares donde sucede la acción (una
cafetería en plan futurista —muy de los 70— que parece sacada de una película
de Kubrik). Incluso, Fernán Gómez, se acerca involuntariamente al estilo del mismísimo
Valerio Lazarov en una escena en la que nuestros protagonistas se fuman un
canuto accidentalmente y, en consecuencia, se abusa del uso de gran angular
y los zooms frenéticos para representar
así el ciego que llevan. También, a nivel técnico, la agilidad con la que
transcurren las escenas, le haría destacar a esta cinta por encima de algunas
de sus coetáneas. Como fuere, son elementos que en su momento pasaron
inadvertidos siendo reivindicados por algunos estudiosos, muy a posteriori.
Esta película, que en el momento de su estreno fue vista por
unos 590.000 espectadores, no tuvo mayor repercusión más allá de eso. La
crítica tampoco fue muy halagüeña y no tuvo mayor trascendencia. Así, el paso
de los años la ha convertido en una pieza de culto para públicos minoritarios
que han sabido ver las posibles virtudes de “Crimen Imperfecto”.
La gracia del asunto está en que muchos de quienes hoy
reivindican la cinta, han creído ver una versión apócrifa de los personajes de
Ibáñez, Mortadelo y Filemon. Yo no diría tanto, pero si que es posible que algo
de inspiración haya habido a la hora de concebirla, y sí, es cierto que ciertas similitudes con
Mortadelo y Filemon tienen estos Torcuato y Salomón. Torcuato viste con un
traje negro al más puro estilo Mortadelo mientras que Salomón, de vez en
cuando, luce Pajarita. A todo eso hay que incluirle el hecho de que cada dos
por tres se disfrazan de algo (los dos personajes, cosa que en el tebeo, el
disfrazarse era exclusiva de Mortadelo) y el tono humorístico es el mismo. Amén
de los villanos (hay uno que es ¡color verde!) más deudores de las viñetas que
los propios protagonistas. Además, la intención de presentarnos un cómic, queda
patente en los títulos de crédito que, como si de una declaración de
intenciones se tratara, se nos muestran a base de viñetas y bocadillos,
mientras suena el tema principal de la película de naturaleza netamente Yeyé.
Todo esto, como digo, acompañado del paso del tiempo le
otorgan un interés especial, así como el
hecho de que se trate de una película no del todo popular, pero, sin tirar
cohetes, que al final es todo una cuestión estética. Con todo, no deja de ser
una película del montón. Pero un primer (y único) visionado, puede hacernos más
bien que mal.