Acercarse a estas alturas a la denominada “La otra
generación del 27” es una labor que requiere paciencia. Y la requiere porque
si en Tono, Poncela, Mihura, encontramos unos antecedentes históricos —y
maestros— que preceden a todo el humor que se desarrolla en España
posteriormente (España, gran tierra de humoristas, que algo bueno teníamos que
tener) también es cierto que estamos hablando de un tipo de humor
surrealista fabricado por una generación
que en pocos años va a cumplir 100. ¿Qué
quiero decir con esto? Pues que este humor que se debate entre el más puro
cafrerío y la intelectualidad más
elevada, puede que se rija por unos códigos a veces difíciles de descifrar para
un cuarentón como yo. No digamos para un Millenial, por avezado que sea. Vamos, que se hace durillo. Digamos que, en mi incursión
—o intrusión— en el universo de los otros del 27, me encuentro con que, o no
entiendo bien los gags, o no me hacen gracia, o no asimilo el ritmo de esas
comedias, ya sea de forma escrita, ilustrada o filmada. Sin embargo, y es aquí
es dónde radica la grandeza de estos autores, cuando el gag escrito en,
pongamos, los años 30 perdura por la calidad del mismo y en pleno 2018
soltamos una carcajada, es cuando nos damos cuenta de que estamos ante algo muy
especial y genuino. Una genialidad, no obstante, con el paso del tiempo como
enemigo, pero que asimismo, y como pasa con Buster Keaton, Harold Lloyd o
Chaplin en el cine mudo, llega a nuestros días con rompedora fiereza. Y eso hay
que reconocerlo, o al menos, hacer un esfuerzo por intentar comprenderlo. Si lo
conseguimos, merece la pena.
Entonces, las incursiones de esta gente en el cine no dejan
de ser, también, pioneras y genuinas. Como la película que nos ocupa, idea loca
y gamberra de Tono y Mihura que se inventaron —en realidad, se lo inventó
Jardiel Poncela con “Celuloide rancio”, ellos se lo robaron. Pero como eran todos
colegas, no pasaba nada— el doblaje humorístico. Vamos, que lo de doblar otras
películas en plan cachondeo, no es consecuencia de lo que hiciera en su día
Woody Allen o aquellos franceses que también doblaron no se que pollada. Incluso, algún pedazo de subnormal descubre esto con "La hora chanante" y le saca parecidos con lo que nos ocupa... En los
albores del sonoro, estos señores, entre libros, comedias y teatro, se les
ocurrió doblar una película.
Así, como a principios de los años 30, con la llegada del
sonoro se facturaron tropecientas películas cuyo único valor cinematográfico
consistía en que sonaban, los otros del 27, compraron una película del
año 35 de procedencia austriaca, “Unsterbliche Melodien”, un soso biopic sobre
el músico Johan Strauss, en el que el ritmo brilla por su ausencia y donde las
canciones suenan estruendosamente, mientras que el guion resultaba de lo más
insulso.
Tono y Mihura se cargaron toda la banda sonora de la misma,
y sobre esas imágenes se escribieron desde cero un guion con diálogos aún más estúpidos
que los originales. También, sustituyeron las toscas canciones austriacas por
tonadillas y cuplés castizos y al gusto popular, convirtiendo aquél bodrio en
una chorrada mayúscula, una película doblada de cachondeo que tuvieron a bien
llamar “Un bigote para dos” y cuya trama gira en torno a un señorín que se
siente atraído por una bella muchacha, a la que al mismo tiempo desprecia
porque tiene voz de barítono. Las cosas se van enredando entre actuación musical y actuación musical, al mismo tiempo
que el bigote de uno de los protagonistas sirve de mofa constante.
La película, se estrenó con gran éxito en los años 40, pero
antes de llegar a 1950, las copias existentes fueron destruidas, por lo que la
obra de Tono y Mihura quedaba perdida.
Sin embargo, sesenta años después, gracias a Santiago
Aguilar, uno de los miembros de “La Cuadrilla”, quienes dirigieron, por
ejemplo, “Justino, un asesino de la tercera edad”, que resulta que es un
apasionado de la comedia, un estudioso, y al escritor e historiador Felipe
Cabrerizo, biógrafo de Tono y experto en “La otra generación del 27”, podemos
disfrutar a día de hoy de algo bastante parecido a lo que debía ser aquella
película.
Obviamente, no han encontrado una copia visible y para
restaurar de “Un bigote para dos”, pero si que han encontrado el guion original
de Tono y Mihura así como han localizado
una copia de la versión original de la película Austriaca “Unsterbliche
Melodien”. Y sobre esa versión original
los dos expertos han subtitulado el guion que concibieron Tono y Mihura, dando
así a luz una versión apócrifa del “Un bigote para dos” original. Obviamente,
pierde todo el sentido, pero no deja de tener gracia y sirve para hacernos una
idea de lo que los otros de 27 hicieron. Aquí no hay doblaje, sino subtítulos,
ni suenan las coplas y canciones a la española que utilizaron, sino los valses
originales. Al margen de eso, es lo más parecido que podremos ver jamás, a lo
que Mihura y Tono concibieron.
El resultado de esto es tosco y abigarrado, cuesta entrar de
esta manera en la película, pero también es cierto que, como hombre de
conceptos que soy, el de esta versión, y el de esta película en general, me
resultan del todo fascinantes por mucho que me cueste entrar en el humor de la
película, sin duda ya lejano a mi concepción de la comedia.
Los estudiosos del cine de humor no pueden dejar de verla,
sin duda.
Por otro lado, me gustaría reseñar a modo de anécdota, las
declaraciones de un cenutrio que se ha descargado la película por internet (la
única forma de verla a día de hoy) y se lamentaba de que una película de su
admirado Mihura, estuviera tan solo en Alemán y no en castellano, intuyendo de
que se trataba de la única copia existente, pero ignorando lo que en realidad
es la cinta. Mucho no lo admiraría cuando no sabía la coña de todo este asunto,
ni le estaba juzgando con justicia, ya que si no sabemos que la película original es
en realidad un doblaje humorístico, y esta, una aproximación al mismo realizada
por dos expertos, la verdad es que esta versión a partir de la película
Austriaca de Aguilar y Cabrerizo, es bastante, bastante
ladrillo.
Como siempre digo; Internet da margaritas a los cerdos.
Acérquense a ella, merece la pena.