Con Almodóvar tengo esa extraña relación amor odio que me
lleva a rechazarlo o a admirarlo según que película —al margen de todo aquello
de los papeles de Panamá o el cine subvencionado, matices estos que van más
allá de lo meramente cinematográfico— y según que época. Me entusiasma el
Almodóvar de finales de los 70 y primeros 80, el Almodóvar más contracultural,
me la trae floja el de los 90, el Almodóvar auto consciente de su estatus
internacional y que se auto explota, y detesto profundamente el Almodóvar de la
década de 2000, aquél que pasa de ser un director casi punk a convertirse en un
director para viejas. Ahora, en la presente década que finaliza, tenemos a otro
Almodóvar, que es el que en su senectud, no sabe muy bien el suelo que pisa ni
lo que quiere hacer, deambulando por todo su universo, pero como con un puestón
de valium. En esa etapa, ha parido sus mayores despropósitos de vieja amargada,
ya sea su intento de regresión a la
comedia alocada de antaño con la espantosa “Los amantes pasajeros” o el mas
absoluto drama con la insulta y horrorosa “Julieta” que odio con todas mis
fuerzas; pero sin embargo, también es
capaz de concebir sus mejores películas, como aquella locura con querencia por
los géneros populares —sin dejar de ser una película para viejas— que es la
maravillosa “La piel que habito” o esta carta de amor a sí mismo, esa oda al
ego con consenso del populacho que es “Dolor y gloria”, que califico como una
de sus mejores películas y además de largo.
No tenía ninguna confianza en esta película en la que comete
un acto de soberbia tal como es inspirarse en sí mismo, hasta que una vez vista
compruebo que funciona como catarsis. Almodóvar se pinta a sí mismo como un
viejo que está solo, comido por la enfermedad y los dolores y al que ya le aterra
la imposibilidad de seguir trabajando. Así pues, viejo y cansado, se aleja de
todo el petardeo que le ha acompañado durante todos estos años, y sin dejar de
ser Almodóvar, cierra una etapa, acepta su edad (está a punto de cumplir los
70) y preveo que durante los nuevos años 20, quizá Almodóvar, sin la lacra de
la taquilla a sus espaldas (recordemos que en un momento de su carrera llegó a
meter hasta cuatro millones de espectadores en las salas; “Dolor y gloria”, que
mientras escribo estás líneas está en la fase final de su paso por cine, apenas
llega al medio millón de entradas vendidas), haga, todavía, las que pueden ser
sus mejores películas y puede que “Dolor y gloria” sea el inicio de esta etapa.
“Dolor y gloria” tiene sabor a clásico, a gran cine, pero al
margen de toda esta farfolla, de las pedanterías que se han escrito y demás
intereses creados alrededor de su cine, lo que es, es una muy buena película,
con una puesta en escena estupenda, con una historia cercana e interesante que
quizás no funcionaría tan bien si el espectador no supiera que el protagonista,
Salvador Mayo (en cuyo nombre podemos encontrar el de Almodóvar) es en realidad
el alter ego de Pedro Almodóvar (la
película nos gusta, porque estamos mirando a Almodóvar a través de una cerradura),
y que, por encima de la dirección, el peso de toda ella recae en la
interpretación estupenda de un Antonio Banderas que combina algunos trabajos en
su país natal, en el que se va a jubilar, con esos films de acción americanos
para la televisión por cable, que por otro lado, y a su manera, tanto nos
gustan. Banderas está que se sale.
Pero la película está, por encima de todo, entretenida, es
interesante y cotilleamos a un Almodóvar achacoso, que tontea con la heroína
para paliar el dolor y que nos muestra sus miserias, cosa que está muy bien,
porque lo cuenta, también, muy bien.
La sinopsis sería esta: Un viejo director de cine que ha
disfrutado de las mieles del éxito, no se ve precisamente en su mejor momento
profesional y, además, se encuentra convaleciente por sus muchas dolencias.
Así, a base de flashbacks, somos testigos de momentos de su infancia, a la vez
que tiene varios encuentros con personas relevantes de su pasado.
Un melodrama estupendo. Incluso recomendable.
Junto a Banderas tenemos a Asier Etxeandia (horroroso actor)
Penélope Cruz (también espantosa), Leonardo Sbaraglia, Raúl Arévalo o Julián
López. Pero dan igual todos ellos, la película entera es Antonio Banderas.