Un grupo de
homosexuales con las manos muy largas (para robar, no para golpear), salen de
la cárcel. Fuera, como buenas mariquitas, se dedican a colmar de atenciones a
la nueva cantante de moda, Lola Reyes, cuya madre, controladora y déspota, solo
deja que se relacione con homosexuales, no sea que se la desfloren. Por otro
lado, un joven y apuesto galán se enamora de la chica y se presta a pintarle un
retrato. Como los mariquitas, partidarios de esa relación, saben que no tendrá nada que hacer ante la
madre como heterosexual, le colarán en esa santa casa como si fuera uno más de
la troupe, así que haciéndose pasar por gay, seducirá a la muchacha y pintará
el retrato.
El inefable José Truchado pone al servicio de una emergente
Lolita sus habilidades tras la cámara
para una película llena de buenas intenciones, pero, como diría cierto
crítico cinematográfico, “difícilmente empeorable”. Y es que Truchado es uno de
esos directores de los cuales me cuesta creer que haya tenido una carrera,
aunque por otro lado, me encanta que la haya tenido. Sobre todo por que no se
le reivindica, ni como buen, ni como el peor de los directores patrios.
Al margen de esto “Haz la loca… no la guerra” sería una de
las películas, tras la muerte de Franco,
que darían visibilidad y normalidad a personajes homosexuales, si bien,
estos aparecen retratados en el film como un manojo de estereotipos —son todos
locazas— e interpretados por actores clásicos del cine español completamente
heterosexuales, que no consiguen, a pesar de sus dotes interpretativas, hacer creíble
a estos. Antonio Ozores, que interpreta a uno de los mariquitas, se limita a
hacer de Antonio Ozores, y sabemos que es homosexual porque se hace referencia
en algún momento, pero no porque en su actuación nos lo deje claro. Con todo,
en sus memorias, Ozores dice que le hizo mucha ilusión interpretar a un
homosexual. Pedro Valentín, Alfonso del Real, Tony Isbert, que exudan
heterosexualidad por todos sus poros, consiguen, asimismo, interpretaciones
vergonzantes. Sin embargo, estas no desentonan con el tono caótico e
incompetente que destila toda la cinta ya que, como todo el cine de Truchado,
este adolece de una total falta de ritmo, de gracia y de ideas. En definitiva,
esto es un coñazo de los que hacen época. Además, comprender la simple trama,
se convierte en una tarea ardua para el espectador, justamente por la mala
ejecución del guion, que está tan mal llevado a escena, que resulta de lo más
confuso e inentendible.
El guion curiosamente está firmado por un tal José Gonmac,
que no es otro que el productor Enrique González Macho, que firmaría bajo
pseudónimo uno de los dos guiones que escribiría antes de convertirse en todo
un mecenas del cine español más ortodoxo y exhibidor con cada vez menos cines
en su haber.
Por otra parte tenemos dentro del grupo de homosexuales
protagonistas, la presencia de un gran artista del mundo gay de los 60 y 70,
Paco España, que al margen de colar en el film alguna que otra canción, nos
regala uno de los papeles protagonistas del cual no nos podemos hacer una idea
muy acertada de cómo fue, dado que su personaje aparece doblado nada menos que
por el gran Pepito Moratalla. Y quizás lo sea por su condición de homosexual
real, pero del grupo, lógicamente, es el único que da el pego.
Como anécdota, decir que este es uno de los primeros papeles
de Lolita en el cine. Su carrera como actriz quedó truncada hasta los albores
de la pasada década, cuando fue nominada al Goya como mejor actriz revelación
por su intervención en la película “Rencor”, en parte, por culpa de esta película.
Al verla sus padres, Lola Flores y “El Pescailla”, quedaron muy descontentos
con el resultado, y controlando como controlaban la carrera de su retoño,
rechazaron todos los guiones que vinieron después, que dicho sea de paso,
estaban todos adscritos al destape, por lo que no volvió a actuar en 30 años.
Mala a rabiar, su poca importancia se debe más a un contexto
histórico y a unas circunstancias, que a su calidad cinematográfica que es
nula: ¡Es de Truchado!