Un tocho de casi 700 páginas, escrito a cuatro manos por
Mike D y AD Rock, con unas tapas duras y lleno de fotografías, bocetos, letras
de canciones escaneadas y unos textos de lo más amenos y divertidos, desde
luego, convierten a este “Beastie Boys: El libro” en una de las mejores
autobiografías musicales de cuantas puedas encontrar en el mercado. Y es que
los Beastie Boys, al contrario que muchos artistas en cuyas biografía evitan
hablar de su trabajo para centrarse en otros aspectos de su vida (en el caso de
los rappers, sus autobiografías se suelen centrar en sus vidas anteriores
vendiendo droga y trapicheando), los Beastie Boys se centran casi
exclusivamente en hablar de su música. También hay anécdotas y pasajes ajenos a
lo estrictamente musical, pero sobre todo hace hincapié en sus canciones y el
proceso creativo de sus discos, todo ello escrito de una manera coloquial
y muy de andar por casa, que logra
conseguir la complicidad del lector. Y es que, Beastie Boys, ante todo
son, unos enamorados de la música en
general y unos enamorados del Hip-Hop en particular, por lo que en su libro
hablan básicamente de esas dos cosas: Música y Hip-Hop. Porque los Beastie no
se limitan a hacer un solo estilo músical, que va. Predomina, en su
discografía, el rap, pero tienen discos de punk, de jazz, de bossa nova, de
hardcore… Hasta de country. Sí, cómo lo oyen, de country.
Leyéndolo, sobretodo, me quedo con la imagen de tres tipos
enormemente creativos, tres punks de la escena neoyorquina de finales de los 70
que al explotar el Hip-Hop en su ciudad a principios de los 80, todo su mundo
se va al traste y comienzan a ahondar en esa nueva cultura negra, en la que,
por blancos, no son bienvenidos, y tras unos tejemanejes con la Def Jam
Recordings, logran vender millones de unidades de su primer disco. Como además
de rappers, son músicos, evolucionan y se convierten en unas de las bandas de
Hip-Hop más importantes de la historia, asentando las bases de lo que es el rap,
medio inventando el sampling tal y como lo conocemos hoy, y revolucionando la
escena con esa obra maestra adelantada a su tiempo que es su segundo disco, el “Paul’s Boutique”, un
disco imprescindible y experimental, tanto, que luego todo el rap asentó sus
cimientos sobre el modelo impuesto por los tres chicos blancos y, tanto, que no
vendió casi nada. Luego, no pararon, regresaron al punk convencional e hicieron
lo que les dio la gana.
En el libro no llegan nunca a explotar o a hacer un discurso
sensacionalista sobre la reciente muerte de uno se sus miembros, AMC, y da la
sensación de que quienes te hablan son unos buenos tipos, caen bien y en
definitiva, no puede uno dejar de leer. Además, es muy agradable saber de su
pasado fanzinero en los 80 del que algo explican en sus primeros capítulos,
aquellos en los que estaban de lleno metidos en la escena punk neoyorquina.
Por lo demás, la línea de la biografía no se desmarca ni un
ápice; cuentan sus comienzos, su auge, su éxito atroz, su descenso… y su
mantenimiento en la industria desde la total independencia de su segundo álbum
y su sello músical independiente (aunque auspiciado por una major) Grand Royale.
Además, el material gráfico es impresionante y me hace especialmente gracia
que, firmando cada uno de los dos miembros vivos sus capítulos por separado, en
cada uno de ellos, el miembro que no firma hace sus apuntes y anotaciones, que
son impresas en distinto color para que no nos liemos.
Para los fans de Beatie Boys, una delicatessen. Para los
neófitos… pues muy probablemente después de leer el libro indaguen en su música
y se acaben comprando todos sus discos. En mi caso, conozco a los Beastie Boys
desde mis primeros escarceos con el rap, tenía un par de discos, pero nunca
pasaron a ser uno de mis grupos preferidos o prioritarios; después de la
lectura del libro, no es que ahora me vuelva una fan loca, pero sí que los
escucho de otra manera, me parecen mucho más interesantes y mi percepción de
ellos es más mucho más positiva que antaño, cuando los escuchaba con media
oreja porque eran blancos de clase media que en muchas de sus canciones
utilizaban instrumentos musicales. Era muy purista yo en los 90.
Un tocho imprescindible.