viernes, 30 de agosto de 2019

CHICOS BUENOS

Verdaderamente, “Chicos buenos” es la primera en su especie. Es la primera sex comedy para niños y también la primera película calificada “R” con niños involucrados en situaciones sexuales y narcóticas. También es una de las primeras películas “R” en reventar expectativas el primer fin de semana de su estreno, aunque las recaudaciones se fueran enfriando en su segunda semana de exhibición. Ha resultado ser un éxito, como fuere.
Y es que, al igual que en las sex comedies de adolescentes estos buscan desesperados perder la virginidad, en “Chicos buenos” los protagonistas son niños, entonces, se meterán en embrollos con tal de poder dar su primer beso.
El film, producido bajo el auspicio del pequeño emporio que tienen montado Seth Rogen y Evan Goldberg, acierta al introducir toda una suerte de parafernalia sexual, la presencia de drogas y ese lenguaje soez en un film de niños de no más de 10 u 11 años. Y con esto se genera una paradoja; es una película con la que los niños de 10 u 11 años se lo pasarán de puta madre, pero que, sin embargo, no podrán ver hasta que cumplan los 18.  Y toda la incorrección política de la que presume, es la principal baza con la que cuenta la película.
En realidad, “Chicos buenos” no deja de ser el “Cuenta conmigo” del nuevo milenio mezclado y con los ojos bien fijos en “Supersalidos”— y como película de tres amigos que viven sus aventurillas no tiene nada de especial, pero es ese despojo de convencionalismos lo que convierte a “Chicos buenos” en una película especial, porque los chavales de esa edad no hablan ni se comportar como los protagonistas de “Cuenta conmigo”, los chavales de esa edad hablan sobre follar, sobre masturbación y tetas, y de eso es precisamente de lo que no paran de hablar los protagonistas de “Chicos buenos” —también de drogas—. Pero no se han ido a lo fácil; no es que pongan a unos chicos a hablar de follar durante hora y media; Son niños y como tales tienen sus inquietudes sexuales, pero también saben bastante poco de la vida, por lo que tienden a decir mal palabras como “orgía”, a confundir los artilugios sexuales del padre de uno de ellos con armas, o a no entender conceptos como el feminismo, tan en boga en estos momentos que vivimos. Incluso, uno  de ellos asegura que un tampón es un palo que se meten las mujeres por el culo para no tener niños ¡hilarante! Y es justo en esa combinación de ingenuidad y sexualidad donde se encuentra la brillantez y la originalidad de esta película. Por lo menos yo no había visto nunca nada parecido.
La sinopsis es sencilla; nuestros tres chicos de suburbio periférico son invitados a una fiesta de besos a la que va a asistir la chica que le gusta a Max, uno de nuestros protagonistas, cuando caen en la cuenta de que ninguno de los tres saben besar y en el caso de que a alguno le toque besar a una chica, van a ser el hazmerreír de la fiesta. La vecina adolescente de Max ya se da el lote con el novio, por lo que, este, haciendo caso omiso de su padre que le tiene terminantemente prohibido tocarlo, usa un dron  para espiar a la chica y así ver como se besa. La mala suerte se cierne sobre estos chicos cuando la vecina atrapa el dron, se lo queda y estos deciden ir a recuperarlo; esta se negará y, en represalia, otro de nuestros chicos, Thor, le robará el bolso a la chica, un bolso que contiene un frasco de Molly, una droga de diseño. Y en torno a la recuperación del dron de papá y del frasco de Molly, los chavales vivirán toda clase de aventuras sin salir, apenas, del barrio residencial en el que viven.
Simpática, valiente, tremendamente divertida, y con el inevitable sello Rogen/Goldberg, aunque solo se dediquen a producir. Yo creo que esta es una de las comedias más inteligentes de los últimos años.
La controversia se generó, más que por la involucración de niños con sexo y drogas en la película, cuando se filtraron en la prensa unas fotos que mostraban al doble del actor negro Keith L. Williams. Este sustituto, era un blanco pintado con betún. Al respecto, Seth Rogen hizo un comunicado dejando claro que no era consciente de esa situación, que rápidamente le puso remedio y que en ninguna más de sus producciones volvería a pasar algo parecido.
Dirigen la película los debutantes Gene Stupnisky y Lee Eisenberg, aunque por motivos desconocidos, el segundo de ellos solo aparece acreditado como co-guionista y en ningún momento como co-director.
Altamente recomendable.
Y sí… en una escena uno de los chavales se mete una raya de cocaína. No les digo en qué contexto, por supuesto.