La principal característica de “Un profesor singular”
consiste en que es uno de los primeros papeles protagonistas del mundialmente
conocido Roberto Benigni así como su única colaboración junto a Ferreri. La
película, en la que se le deja manga ancha al actor para improvisar y llevar a
su terreno cada una de las escenas de las que se compone la película, al final,
no es más que filmar a Benigni interactuando con un montón de niños. Y ya tenemos film.
Se trata de la historia de un hombrecillo que comienza a
trabajar en un parvulario y que se mete enseguida a los niños en el bolsillo
porque les insta a hacer toda suerte de divertidos juegos y actividades. Entre
tanto, a nuestro protagonista le da tiempo a dejar preñada a una novieta, a la
que, junto a un puñado de niños, se lleva Cerdeña para parir en un ambiente
natural. También se centra en la amistad de este con un niño medio autista al
que espabilará un poco a fuerza de persistencia.
Quizás se trate de la película más normal de Ferreri, así
como la más simpática y buenrollera, pero, por descontado, no se trata ni de
lejos de una de sus mejores películas. Sería del montón. Con todo eso, no deja de
ser una película interesante y una especie de juego en el que da la sensación
todo el rato, que cada secuencia ha sido rodada en total libertad, sobre todo, la parte que concierne a la verborrea
interminable, a veces insoportable, del no menos insoportable (y a veces
genial) Roberto Benigni, a punto de convertirse en años venideros tanto en
icono cómico de su país natal, Italia, como en musa surrealista de autores
independientes, underground y/o
artísticos como puedan ser Jim Jarmusch o Amos Poe.
Y aunque sea la película más normal de Ferreri, esta se convierte,
por ende, en su película más rara, tanto, que salvo por un par de detallitos
marca de la casa, parece que fuera de Antonio Mercero y que Lolo García esté
apunto de aparecer en el metraje. Lo haría en una infame película italiana,
pero por lo pronto, no en esta.