Todo
este asunto de los conflictos de pareja
entre unos gays ya talluditos quizá fuera revolucionario originariamente en los
setenta, pero para 1985, año de producción de esta película, resultaba en
exceso rancio. De hecho, la película causó cierta controversia con algunos
chistes que resultaron, a cierto sector del público, vejatorios y homófobos.
Vista hoy, su humor resulta del todo inofensivo.
En
esta ocasión Albín viaja a Escocia con el fin de asistir a la lectura del
testamento de una tía suya, asquerosamente rica, que le dejará una cuantiosa
suma de dinero, amén de un castillo enorme. Sin embargo, una clausula le dice
que Albín quedará desheredado si no contrae matrimonio con una mujer con la que
tendrá un hijo. Lógicamente, Albín se opone a esta cláusaula, pero, Renato, que
tiene problemas financieros y problemas para mantener abierta la sala de
fiestas de la que es propietario en St. Tropez, hará todo lo posible para
convencerle de que se case con una tía y así cobrar la herencia.
Previsible
de principio a fín, con chistes que no funcionan a ningún nivel y unos actores ya demasiado ancianos para ir
haciendo mariconerías por aquí y por allá, “La jaula de las locas (ellas se
casan)” tiene una cadencia similar a la de la anterior entrega, si bien
resulta, solo por momentos efímeros, levemente más divertida que aquella. No
obstante, ambas películas están a años luz tanto técnica como artísticamente de
la que dio origen a la franquicia, “Vicios pequeños.
Asimismo,
la estructura global de la película que guarda una deuda con la comedia
vodevilesca francesa de los años setenta, se queda desfasada absolutamente en
unos años ochenta ya muy avanzados que se habían acostumbrado al cine
espectáculo hollywoodiense hasta tal punto, que incluso el cine francés echaba
un ojo a los USA en lo que a comedia se refiere, por lo que una jaula de las
locas en esos años, no tenía ninguna razón de ser. Podría haber funcionado por
el cariño que aún se tenía a los personajes, sin embargo, el no contar con los
talentos de Molinaro o Poiret, hizo que la cosa se resintiese notablemente.
Fue
un fracaso. En España apenas fueron a verla 63.000 espectadores.
Pero
en los 90, todavía quedó tiempo para que Hollywood nos diera su propia versión
de los hechos…