Van Bebber, después de aquello continuó haciendo películas
como “My Sweet Satan” o “The Manson family”, que le costó 10 años de su vida
completarla y, claro, a pesar de haber editado en infinidad de veces sus
películas en diversos formatos, la cosa para él ya no es como antes y la verdad
es que jamás ha llegado a ser nada más allá de lo que fue con su opera prima.
Pero eso no es óbice para continuar dándole a la camarita y seguir haciendo
cosas inasequible al desaliento, por lo que en a partir del nuevo milenio solo
factura cortos.
Así llegamos hasta su último trabajo, esta vez un corto de
16 minutos titulado “Gator Green”.
La cosa va de un grupo de veteranos de vietnam que se reúnen
en un bar propiedad de uno de ellos. Cuando a este llegan hippies, los ex
soldados los matan a machetazos y se los dan de comer a los cocodrilos. Y fin
de la historia.
Por lo que se ve, en el proyecto, inicialmente, estaba involucrada gente que quería hacer de
esta historia un proyecto de mayor envergadura, una película mainstream con
distribución estándar que finalmente no vio la luz y, en su lugar, tenemos este
corto de Van Bebber financiado a través de crowdfunding.
Sin bajarse de la burra, “Gator Green” está rodado en 16 mm.
aunque tratado a posteriori digitalmente, por lo que tenemos una imagen con
colores hiper saturados que le dan un toque posmoderno muy irritante. Pero no
es un posmodernismo que nos ofrezca el grano del 16 o la posproducción, es un
posmodernismo voluntario porque con este look, lo que pretende Van Beever es
acercarse a esa moda imperante e implantada por Robert Rodriguez y Tarantino
con su tostonazo de “Grindhouse”. Lo que Van Beever lamenta es no haber estado invitado
a esa fiesta de celuloide rayado y homenajes (a películas que no son como estos
mostraron) ni a los trailers que acompañaban a “Planet Terror” y “Death Proof”,
y se lo monta por su cuenta sin un puto duro y con su limitado talento. Con
esto no quiero decir que el corto sea una mierda, es más, diría que está
bastante bien rodado, aunque lo contraresta con un montaje tosco y, diría, que
mal hecho.
Aunque pasa volando, cuando acaba te quedas frío porque en
realidad es como si el corto se quedara a medias ya que no hay un desenlace
(desconozco si esto está hecho aposta o es que se quedó sin pasta y lo dejó
así), con lo que, al final, nada en “Gator Green” trasciende lo más mínimo. No
es más que una anécdota en la carrera del director.
Y sin más, no hay más tela que cortar… sirva su visionado
para comprobar el estado actual de los artífices de aquella “Gore en las
calles” y llegar a la conclusión de que un desgraciado continuará siendo un
desgraciado por los restos, aquí, y en la conchinchina.
Me pregunto que habrá sido de otro de la época, Leif Jonker.
Por cierto, los cocodrilos que salen, y a los que se acercan
mucho los actores, son de verdad…