Parodia brasileña a cargo del director de corte popular que más espectadores ha llevado a las salas de su país con las películas de la saga de “Os Trapalhoes”, Adriano Stuart, que, rodada corriendo y a toda prisa, trataba de capitalizar el éxito internacional de “Tiburón” de Steven Spielberg. Apenas hay unos meses de diferencia entre los estrenos de una y otra. Y, por supuesto, un cachondeo brasileiro como este se saldó con un mega éxito de taquilla en el país de la pornochanchada.
La cosa no dista mucho del argumento de la película de la que se mofa: Un extraño pez anda suelto por la playa comiéndose a los bañistas. Un experto llega a la conclusión de que se trata de un bacalao de Guinea, una especie voraz y carnicera, así que las autoridades contratan a un pescador cojonudo con el fin de que se cargue al maldito pescado. Aunque no todo saldrá según lo previsto…
“Bacalhau” es tan oscura y sórdida como cualquier porno brasileño de la época. Teniendo en cuenta eso, la película se compone de una sucesión de gags de carácter muy local, donde predominan las presencias de mariquitas enloquecidos (que les encantaban a los brasileños en los 70 y 80), chistes verbales incomprensibles para el hispanohablante y, al igual que en la de Spielberg, a la hora de mostrarnos a la bestia se sugiere más que se enseña. Entonces, el bacalao que da título al film aparece en contadas ocasiones, eso sí, cuando lo hace, vemos un muñecajo de porexpan al que se le ve la etiqueta de “Made in Ribeirao Preto” —recóndita localidad costera sita al sur de Sao Paulo— y que, cuando ataca a sus víctimas, devuelve un esqueleto totalmente limpio, como sacado del aula de anatomía. Y ese es el cenit del humor de “Bacalhau”. El resto, un vodevil con toquecito picante de los de toda la vida, y excesivo mal gusto.
Con casi dos horas de duración, el visionado se torna poco menos que insoportable, pero se entiende totalmente el éxito de la cinta en su país de origen, porque ese tipo de explotación es de un carácter muy latino. Los italianos lo hacían constantemente y nosotros, los españoles, también (sirva como muestra, por ejemplo, “El E.T.E y el Oto” de los Hermanos Calatrava). El film estaba concebido para sacar los cuartos de los espectadores durante el tiempo que durase el tirón de “Tiburón”. Después de hacer caja, el producto era lo de menos. Quizás por eso durante lustros “Bacalhau” fue una película ignota y difícil de localizar, por la poca distribución que hubiera podido tener después de su estreno, pero, en pleno 2023, todo, hasta lo más oscuro, acaba apareciendo siendo compartido en Internet, y “Bacalhau”, no puede ser una excepción. Aunque sea en un ripeo de VHS costroso en el que no se ve absolutamente nada si es de noche.
En cuanto al director de la película, Adriano Stuart, es ya un viejo conocido de "Aquí Vale Todo"; hablamos de él en las reseñas de “Fofao, a nave sim rumo” y “Bruce Lee vs. Gay Power”. Un artesano brasileño especializado en películas infantiles y comedias que, sin ser en absoluto un virtuoso, daba con la clave del éxito. Ejerció las veces de guionista para el mítico José Mojica Maríns en “Exorcismo negro”, y participó como actor tanto en esta como en “Encarnacao do Demonio”. Al margen, su nombre aparece acreditado en distintos oficios del cine en infinidad de productos locales. Tiene también papelito en la misma “Bacalhau”.
No puedo recomendar bajo ningún concepto esta película, a no ser que sea por motivos arqueológicos y/o antropológicos. Además, el portugués, aunque se entiende bastante bien, es uno de los idiomas más feos que se pueden escuchar. Hace daño a los oídos.
El cartel, no obstante, es de lo más cachondo y "salao".
¡Y poco más!.