jueves, 6 de noviembre de 2025
MINUTOS MUSICALES 41: LA TEORÍA DEL PATO VOLADOR
No obstante, no he venido aquí a hablar de semejante y recomendable "maquinario". En realidad me dispongo a hacerlo del segundo LP de "The Vibrators", un grupo que, como muchos de los que su quinta y especie, mejor habrían hecho desapareciendo con el mismo punk, porque lo que siguió fue una sombra de sus mejores tiempos. Y poca broma, que duraron muchos muchos años y sacaron no menos discos. Pero la cuestión es que, habiendo dejado el listón tan arriba con "Pure Mania", parir el siguiente era todo un reto. Uno del que salieron bastante airosos. "V2", que así se llama, no es tan bueno... pero tampoco muchísimo peor. Tiene sus buenas canciones. Se me ocurren "Sulphate", "Feel Alright" o "Destroy" (posteriormente versionada por "G.B.H.". No sería la primera banda cuyo nombre venía compuesto de siglas que reinterpretara alguna de sus canciones, otros fueron nada menos que los ¡"R.E.M."!). Aunque para el muestrario sonoro he dejado mi favorita, "Flying Duck Theory". A ver, mi favorita de ESE disco, porque si tengo que elegir un caramelo musical compuesto por los vibradores, desde luego estaría en "Pure Mania" (y "Whips & Furs" se llevaría muchas papeletas), pero la cuestión es que esta teoría del pato volador es la primera copla suya que escuché (en un recopilatorio) y le tengo cariño, además de que sí, me encanta. Por ritmo, estribillo y sentido del humor. Escuchen, disfruten, pero no olviden que "Pure Mania" es mejor y bien merecería sus atenciones o, si se da el caso, sus dineros.
martes, 4 de noviembre de 2025
I LOVE YOU
Pero, por encima de la calidad de su obra, destaca la personalidad de todas y cada una de sus películas. Las buenas, porque son incuestionablemente buenas, las malas porque, además de ser muy extrañas, son inconfundiblemente “ferrerianas” y, como además nunca se habla de ellas, yo creo que es el momento de reivindicarlas.
Olvidémonos de “La gran comilona” y de los títulos que todos conocemos; “I Love You”, de la más decadente etapa de Ferreri, mediados de los ochenta y primeros noventa, es probablemente su película de la que menos se habla, y, probablemente, también de las peores. Yo la definiría como curiosa. Aunque cuesta entrar al trapo, al final toda esta locura acaba teniendo cierta gracia.
Cuenta la historia de un individuo de clase media francesa que, harto de relacionarse con el sexo femenino de manera un tanto traumática, un buen día se encuentra un llavero con la efigie de una mujer que, cuando él le silba, el llavero dice “I Love You” y eso le encanta, tanto que termina enamorándose del llavero. Las cosas se irán poniendo tensas cuando alguien, de vez en cuando, le silba al llavero y este le responde con otro “I Love You”. Los celos se apoderarán del protagonista hasta conducirle a la locura.
Una película intencionadamente surrealista, pero tonta, rara y especialmente mal rodada y montada. Y con un tono tan europeo que casi parece una parodia. Es el acercamiento de un excéntrico como Ferreri a la modernidad europea de mediados de los ochenta; algo que le queda demasiado lejos.
Lo bueno es que tenemos aquí a un Christopher Lambert recién salido de su debut en Hollywood con “Greystoke, la leyenda de Tarzán, Rey de los monos”, volviendo a la madre patria para rodar una co-producción franco-italiana de presupuesto más bien tirando a bajo. Casi a su vez, rodaba “Los Inmortales”. El caso es que, durante su estrellato en USA, nunca dejó de participar en toda suerte de películas europeas de presupuestos medios, saltando de una a otra y alterando su nombre según nacionalidad del film, era Christopher Lambert en las americanas y Christophe Lambert en las europeas. Y el caso es que, Lambert, espantoso actor donde los haya, mientras que en las yankis acaba siendo resultón, en las europeas, muchas veces dirigido por directores de postín, se evidencia lo malo que era en realidad. En “I Love You” se nota especialmente. Todo un alarde de inexpresividad y atolondramiento interpretativo. Por momentos parece que da vida a un discapacitado.
En el reparto le acompañan actores clásicos del cine franchute como puedan ser el también internacional Jean Reno o Eddy Mitchel ("Frankenstein 90").
Es una película de Ferreri, pero el cutrerío de esta compite con cualquier “serie B” de saldo y, al margen de que en cierto modo “I Love You” es una comedia pretendidamente rara, hay que sumarle las dosis de comedia involuntaria que también la hay. El resultado, en cualquier caso, es desconcertante. Pero, por el motivo que sea, acaba funcionando.
sábado, 1 de noviembre de 2025
FRENESÍ SANGRIENTO
Una panda de "tarados" y su terapeuta se instalan en medio de la nada esperando así curar sus muchos males, fobias y manías. Uno de ellos cometió parricidio siendo crío y parece que eso de matar le mola, así pues se despachará a gusto con el personal. Nada muy complicado. La idea consistía en mezclar "Diez Negritos" con "Viernes 13". O Alfred Hitchcock, por el tema psicológico y "de misterio" -la parte "Frenesí" del título-, con Herschell Gordon Lewis, por aquello del gore y tal -la parte "Blood" del título-. Y aunque incluye ciertas dosis de hemoglobina, tampoco hablamos de nada excesivo ni imaginativo, casi todo consiste en el mismo efecto de degollación a base de unos trucajes escasamente convincentes. Por lo visto el primigenio responsable era un gordaco ultra-tatuado que presumía de haber fabricado la mitad pez de Daryl Hannah en "1,2,3 Splash". A medio rodaje terminaría entre rejas cuando la policía localizó armas automáticas en su furgoneta. Aunque existe una versión un pelo más amable según la cual todo obedece a cierta borrachera descontrolada. Ya saben como funciona esto del cine roñoso, las historias detrás de las cámaras (o la cámara) suelen ser más interesantes y emocionantes que la misma película, y en el caso de "Frenesí Sangriento" se cumple rigurosamente. Por previsible que suene, es un auténtico tocho aburrido, desaborío, plagado de diálogos tontolavas y, básicamente, prescindible hasta extremos de pura salud mental.
No obstante, Hal Freeman estaba tan seguro de sus posibilidades, que creó una distribuidora paralela a la del producto guarro. Su primigenia intención consistía en estrenarla en salas de cine, pero no coló, viéndose finalmente condenada al mercado del vídeo. A día de hoy, Ted Newsom asegura que, muy probablemente, el director no sacó ni un duro de la inversión. Por eso la carrera de Freeman, básicamente, continuó en el cine pajero, aunque de vez en cuando se permitía escapaditas llamativamente bizarras del calibre de "Earthquake Survival", un vídeo didáctico presentado por Shelley Duval sobre cómo sobrevivir a un terremoto, con presencia de Brinke Stevens, así mismo responsable del guion (¿¡!?). Poca broma, que fue un auténtico "hit" en su mercado. El tipo llegó a planear junto a Ted Newsom una nueva película de terror titulada "Judgement Night", sobre un exrecluso vengándose de aquellos que lo enchironaron. Lastimosamente, falleció antes de comenzar el rodaje. Se rumorea que pudo ser a causa del Sida, pero no está del todo claro. Newsom continuó guionizando cosuchas como "Teenage Exorcist" y dirigiendo eventualmente ficciones del calibre de "The Alien Within", aunque donde realmente brilló fue responsabilizándose de documentos audiovisuales en torno a las maravillas del cine fantástico de tirón más clásico.
En el reparto de "Frenesí Sangriento" localizamos algunos nombres singulares, ultra-segundones de aquellos con impresionantes filmografías repletas de cosas llamativas. Tony Montero, por ejemplo, estuvo en el "Del espacio profundo" del inevitable Fred Olen Ray. Hank Garrett era el orgulloso currelas que, en una entrevista televisada de "El justiciero de la ciudad", presumía de haber apalizado a un delincuente. Aunque el nombre más llamativo es el de una sobreactuada Lisa Loring, la "Miércoles Addams" original, con experiencia en esto del terror de bajo costo, y que si no se ha marcado un merecido cameo en la reciente versión de "Netflix" del personaje es porque murió hace dos años. Que en paz descanse. Lo mismo que el director de fotografía de "Frenesí Sangriento", Richard Pepin, por entonces a poco de asociarse con Joseph Merhi para crear la productora "City Lights" y, con ella, toda una serie de baratuchos y olvidables thrillers urbanos.
jueves, 30 de octubre de 2025
PARECIDOS (IR)RACIONALES
El respetado responsable de "La noche de Halloween", "La Cosa" o "El príncipe de las tinieblas" andaba ya una temporada anclado en la nadería más absoluta, y terminaría rodando dos capítulos para la serie de Mick Garris. El primero partió la pana. Al instante se consideró el mejor y su genuina resurrección (promesa finalmente incumplida). Cuantos más años pasan, más buena prensa adquiere. Estoy hablando de "Cigarette Burns" o, como la titularon absurdamente por acá, "El fin del mundo en 35 mm". Contaba la interesante epopeya de un buscador de películas raras que recibe el encargo de localizar una con muy muy mala reputación, "La Fin Absolue du Monde", dirigida en los setenta por un tal “Hans Backovic”. Al parecer, durante su paso por el Festival de Sitges de la época, volvió loca a la platea, que comenzó a agredir al prójimo o a sí misma. Y eso es algo que, dice la leyenda, le ocurre a todo aquel que la consume. Según iremos viendo a medida que la trama avanza, "La Fin Absolue du Monde" es, esencialmente, una pretenciosa película de arte y ensayo muy de su década, a base de impactantes imágenes surrealistas y sin genuina trama. Al final del capítulo terminaremos descubriendo que la maldad implícita en sus fotogramas obedece a una única razón, la presencia de un genuino ángel que el director logró capturar y retener.
A una trama tan llamativa y, sí, unos resultados tan estupendos, añadan el hecho de que "Cigarette Burns" no se andaba con mojigaterías a la hora de mostrar chicha. Truculencia. Gore. Cosa que resultó bien llamativa entonces porque, a diferencia de muchos de sus coetáneos, no era ese un elemento habitual en la larga filmografía de John Carpenter. Somos testigos de una decapitación que pone los pelos de punta, situada, además, en un contexto de cine "snuff", que siempre da mu mal rollo. Esto abriría otro melón, el de que "Masters of Horror" permitía a sus realizadores llevar el asunto de la violencia gráfica a los límites, aunque, finalmente, ello acabó pasándole factura a Dario Argento con sus aportaciones y, muy especialmente, a Takashi Miike con la suya. Pero no toca hablar del cineasta japonés, toca hacerlo de otro, uno alemán.
Marian Dora es un personaje sumamente misterioso. Nadie conoce su verdadera identidad. Aunque se ha dejado ver como actor brevemente en una película donde curró de machaca, básicamente su efigie no rula oficialmente por ninguna parte. En las entrevistas se sitúa a contraluz. Y tampoco suele acudir a festivales, básicamente porque le han amenazado de muerte un porrón de veces. Y con razón, añado yo. Es responsable de una serie de películas en las que se tiende a lo extremo. Aunque su verdadera "seña de identidad" consiste en que en muchas de ellas torturan y/o matan animales delante de la cámara, sin truco. Y, ocasionalmente, de modo bastante hijoputesco. Además, incluyen sexo explícito, desviado o no, escatología igualmente genuina, violencia a raudales y, en fin, que la obra de Marian Dora da mucha grima y, lógicamente, no cuenta con amplios canales de distribución. Por su nacionalidad y condición, habrá quien lo emparente con el ultra-gore germano que asoló nuestras retinas en los noventa, pero no. Aquellos eran unos papanatas sin mucho talento que se limitaban a imitar el terror yanki, solo que aumentado las dosis de carnicería. Dora estaría más cerca del Jörg Buttgereit de "Nekromantik", básicamente porque a ambos les perdía cierta pedantería, ciertas maneras "artys" que "justificaban" la brutalidad de sus imágenes, aparentemente desproveyéndolas de una intención "exploitativa" para aproximarlas a cuestiones más "respetables". De hecho, lo de Dora es especialmente exagerado. No digo ya el elemento "shock", me refiero a sus ventosidades intelectuales. Graba en vídeo, pero sacándole bastante más jugo que sus coetáneos (descarten aquí a Buttgereit, que tiraba de 16 mm). El hijo de perra sabe encuadrar, sabe iluminar y, ocasionalmente, lograr extraer belleza a las imágenes. Lástima de... todo lo demás.
En cualquier caso, y aparcando juicios morales, el "Magnus Opus" del tiparraco es una cosa larguísima de casi tres horas con la que lleva todas sus malas maneras hasta el borde del abismo. Pedantería para parar un tren. Sexo y guarradas a cholón. Y, lastimosamente, imágenes de violencia real contra animales en todo su crudo esplendor. Es aquella en la que más pueblos se pasa. La cosa gira en torno a cuatro personajes que se piran hasta un casoplón en plena montaña y allí, básicamente, se dedican a hacer todas las burradas mentadas, entre diálogos profundos y metafísicos. ¿El título? "Melancholie der Engel", es decir, la melancolía del ángel.
Déjenme añadir que, aunque costó muchísimo, finalmente logré verla entera. Fue una experiencia muy intensa y para nada divertida. Lo pasé bastante mal (obviamente, con las barrabasadas acometidas contra pobres criaturas) y sí, me dejó muy mal cuerpo. Enhorabuena Marian, lo conseguiste. La cuestión aquí es que andaba obsesionado con "Melancholie der Engel". Había leído tanto, y daba tanto miedo su mera existencia, que prefería enfrentarme a ella antes que seguir alimentando mi imaginación. Era, en cierto modo, una película legendaria y evitable. Era, por así decirlo, mi "La Fin Absolue du Monde" particular.
Con el tiempo llegué a sospechar que, tal vez, los guionistas de "Cigarette Burns" habían tomado "el clásico" de Marian Dora como fuente de inspiración para la película maldita de su trama. Hay ciertas similitudes, comenzando por el hecho de que todo en "La Fin Absolue du Monde" gira en torno a un ángel real pasándolo putas. Vale, no hay ángeles en "Melancholie..." salvo el del título, su sentido metafórico y el cartel, donde vemos la estatua de uno. Es interesante reseñar que el de la misma "La Fin Absolue du Monde" también incluye uno esculpido en mármol.
Y el de "Cigarette Burns" muestra al de "carne y hueso" que aparece en el capítulo (ver más arriba). Quizás los guionistas ni siquiera llegaron a consumir la peli del alemán torrao, solo leyeron y vieron algunas capturas, haciendo así su propia versión de lo que podría ser una cinta perversa, capaz de generar locura en sus espectadores, a base de imágenes tremebundas. Por otro lado, el director ficticio de "La Fin Absolue du Monde" es tan misterioso, enigmático y, sí, europeo como Marian Dora. Hay, también, cierta relación con la idea del cine "snuff" en "Cigarette Burns", cosa esta que revolotea continuamente en torno a "Melancholie der Engel" porque, aunque no se sesguen las vidas de “seres humanos” sin efectos de por medio -poco les falta-, sí ocurre con animales, por lo que la sensación de estar viendo "snuff" tampoco se diluye del todo.
Dora hizo su película en el año 2009, no obstante siempre menciona la cosecha audiovisual de los setenta como gran influencia, algo muy evidente. Y, ya rizando el rizo, uno de los protagonistas de "Cigarette Burns" es Udo Kier, actor alemán habitual de un cine como tirando a alternativo, radical o, directamente, marginal. Y no lo digo por sus intervenciones en las dos epopeyas de Andy Warhol / Paul Morrissey sobre "Drácula" y "Frankenstein", pal caso me refiero más al cineasta -ya fallecido-, también germano, Christoph Schlingensieff, cuya filmografía viene cargadita de esas películas entre lo "arty" y lo "shock", rodadas en 16mm desde la guerrilla, siendo su peculiar versión de "La matanza de Texas" la más conocida y que, sí, cuenta con Kier como uno de sus rostros principales.
Vivía convencido de que estos paralelismos entre "La Fin Absolue du Monde" y "Melancholie der Engel" eran cosa mía, pero no. Hace ya trece largos años alguien en un foro llegó a la misma conclusión. De hecho, lo explicaba mejor que yo sin necesitar tanta letra, le bastó con decir que la película de Dora "evoca el contenido siniestro y extremo en la elusiva "La Fin Absolue du Monde"". Totalmente. El resto del personal de ese mismo foro, no obstante, se decanta más por el famoso -y aburrido- "Begotten" de E. Elias Merhige como genuino referente.
En fin, la cuestión aquí era aportar mi versión del asunto. Podríamos acudir a los guionistas de "Cigarette Burns" para preguntarles, pero mola más que toda esta movida siga siendo un misterio. Hoy día no abundan y se agradecen.
martes, 28 de octubre de 2025
HOT TO TROT: UN CABALLO EN LA BOLSA
Tras aparecer como un secundario destacado en tres entregas de la serie, un par de papelitos en películas menores y un co-protagonista junto a Whoopy Goldberg en “La ratera”, llegó el momento de convertir a Bobcat en una estrella haciéndole protagonizar su propia película. Esta sería “Hot to trot: Un caballo en la bolsa”, la historia de un pobre diablo al que, tras morir su madre, le queda como herencia la mitad de la empresa familiar dedicada a la bolsa... y un caballo. Cual es la sorpresa de nuestro protagonista cuando descubre que este ¡habla! Y no solo eso, sino que le aconseja que evite vender su parte de la empresa a su padrastro, dándole una serie de directrices para el que negocio le vaya de perlas. Dicho y hecho… y así comienza el conflicto.
Una tontería de gran calibre.
Por supuesto, tal mamarrachería resultó ser un fracaso tan estrepitoso que hundió la carrera de Bobcat Goldthwait en el fango, no levantando cabeza hasta casi dos décadas después que se recicló a cineasta indie.
Y no es para menos porque “Hot to trot: Un caballo en la bolsa” es una de las películas más espantosas que ha dado luz verde cualquier estudio. Es una chorrada sin pies ni cabeza y, lo que es peor, sin gracia ninguna. El guion estuvo dando vueltas por los despachos de la "Warner" ya que, en un principio, y tras el buen hacer de Tim Burton con las películas de Pee-Wee Herman, este iba a ser un producto para que fuera dirigido por aquel y en la línea de lo que venía haciendo. Pero, lógicamente, una vez se lo ofrecieron lo rechazó, y el guion pasó a manos del que acabó siendo su director definitivo, Michael Dinner, que recién había dirigido para "Touchtone Pictures" una resultona comedia policial con Judge Reinhold titulada “Policía por error”.
El directivo fan de Goldthwait pensó en que la película sería ideal para el cómico y le envió el libreto. Bobcat lo ojeó y quedó horrorizado. De hecho, una vez lo leyó, escribió en la portada del mismo: “¿Por qué debería hacer esto?”, y se lo pasó a su manager que, tras leer el mensajito, se lo devolvió con un signo del dólar como respuesta. Así que Bobcat aceptó. Al fin y al cabo se trataba de su primera película como total y absoluto protagonista… o casi, porque en realidad la estrella era un caballo parlanchín, en la línea de la mula Francis, que, incluso, aparecía antes que él en los créditos: Don The Horse, se llamaba.
Al animal lo doblaría el actor Elliott Gould.
La película se rodó y, tras ello, se hicieron unos cuantos pases de prueba. No funcionaba ni a hostias. De hecho, toda la parte del caballo doblada por Gould era especialmente irritante. Así que se reescribieron todos los diálogos de este y se contrató a una estrella en ciernes para que pusiera nueva voz: John Candy. Este, como vio que la cosa era una chufla con poco arreglo, lejos de ceñirse al recitar el nuevo material decidió improvisar sobre la marcha, quedando una cosa un poco más graciosa de lo que había sido hasta el momento. Y ni por esas.
Los pases de visionado en las salas de "Warner" tan solo traían trifulcas entre los directivos, así que se decidió atrasar el estreno hasta que encontraran una fecha idónea. Y estuvieron con la película aparcada un año hasta que en 1988 se decidieron a soltarla, la misma semana que la competencia estrenaba “Cocodrilo Dundee II” y “Rambo III”. Incluso, en un alarde de esperanza, se curraron una campaña promocional en la que, en carteles, marquesinas y demás se incluía un número de teléfono al que, si uno llamaba, podría escuchar la voz del caballo diciendo toda suerte de tonterías. Aún así, el resultado tras el estreno fue un tremendo hostiazo. Se trataba de una película barata, de poco menos de 9 millones de dólares de presupuesto, de los cuales apenas recuperaron 6. En consecuencia, Bobcat Goldthwait no volvería a trabajar para "Warner Brothers". Como si el pobre tuviera la culpa…
Curiosamente, el elenco cuenta con un plantel curioso de secundarios; no solo tenemos a John Candy dando voz al equino, también están Virginia Madsen -algo así como el interés romántico del personaje de Goldthwait- quien siempre admitió que aceptó el papel porque necesitaba el dinero desesperadamente; Dabney Coleman, haciendo de hombre de negocios cabrón -su especialidad- al que, para colmo de males, se le ha caracterizado de una manera un tanto exagerada, y también tenemos a cómicos de la órbita de Bobcat Goldthwaith como puedan ser Tim Kazurinsky (Sweetchuck en “Loca academia de policía”) que aparece en un par de momentos, o Gilbert Godfried que lo hace en otro par.
Precisamente, fue en el podcast de este último, en un programa en el que se reunió con Goldthwaith, que hablaron sobre esta película y salió a relucir que, durante el rodaje, cuando querían filmar los planos del caballo hablando, para que este moviera la boca, alguien le daba en el hocico con un palo. Que majetes estas gentes de Hollywood…
sábado, 25 de octubre de 2025
NIGHT OF HORROR / CURSE OF THE CANNIBAL CONFEDERATES
Estamos ante un largometraje de 73 minutos eminentemente amateur y rodado en Super 8 el año 1981, con actores acartonados, diálogos "rellenistas" anti-naturales, muchas carencias técnicas y lo que más ha mosqueado a aquellos que decidieron dedicarle un ratejo: aburrimiento. Podría haber colado como un corto resultón de, pongamos, quince minutos. Pero como película larga, es una auténtica tortura. Sobre todo, cierta secuencia en la que el director, Tony Malanowski, acude a una recreación de la guerra civil y filma desde la distancia, con zoom y a pulso, batallas interminables de las cuales incluye varios minutos. Leí que cinco, pero a mí me parecieron bastantes más. Cuando los fantasmas se dejan ver, son un par de tipos vestidos de soldado, en la penumbra, rodeados de niebla, estoicos y sin abrir la boca. La cámara se recrea en ellos desde todos los ángulos posibles, mientras de fondo escuchamos su "speech", tan eterno como el resto de ingredientes narrativos.
Sorprende pues cero que "Night of Horror" -de, añado, ultra engañoso cartel- despierte tantísimas hostilidades, la verdad. Básicamente se trata de un cortometraje alargadísimo. No obstante, canta mucho que nos encontramos ante un proyecto personal de su director. Uno abordado sin intención -o sin conocimiento- comercial. Desde la pureza del que crea honestamente. Incluso, tal vez, ingenuamente convencido de que está haciendo algo de valor artístico (la mención a Edgar Allan Poe, la falta total de elementos "exploitables", el ritmo pausado, los actores soltando peroratas “profundas”, etc, etc...).
Desconozco la historia oficial. De hecho, aunque he buscado, no hay datos que corroboren mi teoría. Pero diría que Tony Malanowski le mostró "Night of Horror" a algún distribuidor y este soltó aquello de "La historia es buena, pero le falta chicha. Si la haces de nuevo, explicando lo mismo, pero incorporando más sangre, chicas desnudas y acción, te la compro". Porque, en esencia, eso sería la siguiente película del -entonces- joven director, "Curse of the screaming dead", rodada un año después. Y para cuando logró que el magnate en cuestión se la adquiriera, este amplificó los elementos "exploitables" retitulándola "Curse of the cannibal confederates". El mentado resultarían ser dos, Lloyd Kaufman y Michael Herz, amos y señores de la in/famosa "Troma".
El problema es que tuve la osadía de ver "Night of Horror" y "Curse of the cannibal confederates" seguidas, sin pausa. Y cuando llegué a la segunda, las carencias amateuristas de la primera, y demás zarandaja povera, perfectamente presente también en aquella, no me impactaron tanto. Las tenía asumidas, las daba por hecho.
Así, "Curse..." termina siendo un film mucho más tradicional, elemental y previsible. Parece que esta vez cambiaron el Super 8 por 16 mm. Y que, salvo uno de los actores, el resto son distintos y algo menos incapaces (solo un poquito). Por supuesto, hay más disparos, las chicas de turno no salen desnudas, pero sí en biquini y los fantasmas estoicos parlanchines mutan a zombies agresivos de maquillaje muy renqueante. Es donde el aspecto cutre del film canta por soleares. Y eso que entre los implicados andaba todo un futuro y respetado profesional, Bart Mixon, pero no arregla mucho el desaguisado. Desde luego, lo más llamativo es la secuencia en la que los revividos se deleitan zampándose las tripas de varias víctimas, todo bastante rudimentario, aunque con especial fijación en explotar efectos de sonido masticantes, cuya insistencia consigue aquello que busca, resultar razonablemente desagradable.
Esta vez la cosa va de unos jóvenes que aterrizan en una iglesia abandonada (con presencia también en "Night of Horrors"), hurgan en su cementerio y localizan el diario escrito por el capitán de un grupo de confederados muertos en combate. Al mangarlo, aquellos resucitarán y la liarán. Suerte que los protagonistas van armados -son cazadores- y llevan balas explosivas, lo que permite ver algunos perolos zombie estallar sin mucha convicción.
Tal vez, si hubiese consumido "Curse of the cannibal confederates" antes que "Night of Horror" me habría parecido una cosa aburrida y anodina, pero dentro de los parámetros esperables del cine de su categoría (muy cerquita del "Alien Dead" de Fred Olen Ray en la que, curiosamente, participó Bart Mixon), pero al consumirlas en orden inverso, eché en falta ideas un pelo menos trilladas. Mientras sufría "Night of Horror" no cesaba de sorprenderme ante las elecciones estéticas y narrativas de Tony Malanowski, en plan "qué jeta". Reprochable, sí, pero reacción de alguna clase, ausente ante las rutinas más o menos complacientes de su siguiente intento, diseñado para contentar a las audiencias (y los distribuidores).
Desde entonces el muchacho no ha dirigido nada más que un documental sobre ¡¡la guerra civil norteamericana!!, "The Battle of Bunker Hill" del 2009. Manda cojones. Dudo que le ficharan por su "experiencia previa" en ese campo. A lo que más se ha dedicado es a montar, montones de títulos, entre ellos bastantes subproductos (algunos de David DeCoteau). Eso y defenderse de los sangrantes ataques a los que era sometido en internet, de cuando todavía no se había estandarizado eso de la agresión desalmada. Recuerdo incluso haberle leído explicando que sus películas de debut le habían servido para encontrar un hueco en la industria del cine y poder vivir haciendo aquello que más le gustaba, así que no solo no se arrepentía de ellas, sino que se sentía feliz ante su mera existencia. En tal caso, y si estaba siendo honesto, lo celebro.
jueves, 23 de octubre de 2025
VIDAS EJEMPLARES: JOSEPH MARZANO
En 1967 forma parte del colectivo que rueda "Cool It Baby", tan caótica que no se puede decir exista un director responsable. Digamos que cada uno de los implicados puso un poco de su parte, incluido Joseph Marzano, quien gozó tanto de la experiencia que quiso repetir. Ese mismo año tira palante su único título propio de cierta y velada solera, "Venus in Furs". Como adaptación del célebre libro de Leopold von Sacher-Masoch es más bien tangencial, digamos que la obra forma parte de la trama, con un individuo que, al leerlo, queda hechizado y le pilla gusto a atizar y/o atar damiselas, entre otras tantas perversiones.
Aunque, como digo, el producto sea netamente "sexploitation", Marzano puede permitirse el lujo de incorporar toda suerte de experimentos visuales y demás zarandajas "artys". La naturaleza intelectual / artística del hombre es evidente. Por eso vive frustrado viéndose inmerso en un negocio totalmente crematístico y de ahí que muchos de los siguientes proyectos, y las relaciones con su productor Lou Campa, se enturbien y den como resultado un enorme desengaño. Muchos todavía se preguntan qué ocurrió para que la carrera del cineasta llegara a un callejón sin salida de manera tan temprana. Bien, según datos consultados, fue durante una charla con el productor y distribuidor Joseph Brenner. Este comentó a Marzano estar interesado en su trabajo y colaborar, pero añadiendo como condición que el director tendría que responsabilizarse de todo a la hora de abordar sus nuevos proyectos. Marzano dio un seco "No" por respuesta, convencido de que ya disponía de la suficiente categoría como para delegar. Brenner tomó buena nota y aquello supuso el fin de la carrera como "sexploiter", "exploiter" y ya no digamos director de cine convencional del muchacho. Con los años, "Venus in furs" terminaría formando parte de las arcas de la inevitable pero adecuadísima "Something Weird Video" (compartiendo disco con "Cool it Baby" y otra dirigida por Lou Campa, "Mini Skirt Love").
A pesar del agrio panorama, Joseph Marzano se aferró a una cámara de Super 8 con intención de seguir produciendo. En principio a base de cortometrajes. En los setenta creó una especie de colectivo con una pandilla de aspirantes. Juntos rodaban comedias que luego proyectaban en un pequeño cine. Según declaraciones posteriores, Marzano nunca gastó un duro en aquellas modestas producciones, "obligando" a los chavales a encargarse de los gastos. Aunque no solo se limitaba al formato corto, a principios de los ochenta rueda -todavía en Super 8- un proyecto de largometraje acariciado desde hacía años en honor a su admirado Hugo Haas, hombre de cine -checo- clásico, "Pounds Of Love", centrado en la historia de un gordo tímido enamorado de la mujer más inadecuada posible y el infierno que vivirá en consecuencia (dado el tamaño de cintura más que amplio de Marzano, habrá que preguntarse si no tendría algo de autobiográfica).
Justo, es en esa misma década cuando, sin comerlo ni beberlo, nuestro protagonista termina metido de lleno en la escena neoyorquina de amateurs que ruedan pelicuitas superocheras de terror a base de mucha sangre y cierto desmelene. Haciendo especialmente buenas migas con un personaje muy característico de aquel vendaval, Nathan Schiff.
Schiff, chico ambicioso, firma su primer largometraje -en Super 8- el año 1979, "Weasels rip my flesh", sobre una serie de comadrejas mutantes que atacan al personal, todo a base de mucho cutrismo enternecedor. Logra cierto éxito a niveles minúsculos, por lo que en 1980 se anima con un segundo largometraje superochista, y su genuino "hit", "The Long Island Cannibal Massacre", epopeya de truculencia descontrolada bendecida nada menos que por Rick Sullivan, editor del fanzine "The Gore Gazette", quien se encabezona en darle difusión, montando proyecciones y diciendo maravillas en las páginas fotocopiadas de su publicación.
Llega 1985 y Nathan Schiff se pone manos a la obra con un tercer largo, también ultra-gore y básicamente cómico, "They Don't Cut the Grass Anymore". Es ahí cuando los caminos de Joseph Marzano y el joven se cruzan. Nace una amistad y el veterano cineasta se anima a interpretar al policía que persigue a los jardineros asesinos de la película de su pupilo. Dicha relación esputará unas cuantas colaboraciones más. En ocasiones Schiff actúa en los cortos de Marzano, o le escribe el guion, caso de la graciosamente titulada "Kung Fu Ghandi". También está el caso opuesto, Marzano aportando ideas para los escasos cortos que Schiff dirigirá los años siguientes, como "The last heterosexual".
La implicación de Joseph Marzano en la movida en cuestión no se limita a los delirios del chaval, también colaboró con Keith Crocker en su corto "One Grave Too Many". Crocker editaba el fanzine "The Exploitation Journal" y terminaría dirigiendo un largo en Super 8 que hizo su "ruidito", "The Bloody Ape". La relación con Marzano resultó tan longeva como tomentosa. Juntos decidieron implicarse en la confección de una película pornográfica. Nuestro héroe no era del todo novato en el lúbrico género. Durante los setenta ya había intentado rodar una porno, pero quedó inconclusa por problemas financieros. Tampoco este nuevo intento gozaría de un -valga el chiste tonto- final feliz. Crocker y Marzano separarían sus caminos de mala manera, por lo que la paternidad del proyecto terminó siendo exclusividad del primero.
Paralelamente a tanta actividad básicamente por amor al arte, y con el fin de agenciarse algo de montante extra (Marzano vivía con su anciana madre en un casoplón propiedad de la arcana señora), nuestro protagonista aprovechaba su buena voz para ejercer de doblador o DJ. Cuando no, se prestaba a participar en películas "mainstream" en función de extra o roles muy pequeños. Por ejemplo, anduvo sin acreditar por "Todos rieron" e hizo de taxista -sí acreditado- en nada menos que "Los Cazafantasmas". No obstante, siguió anclado al submundo del fandom del horror, prestándose a interpretar un zombie en "Mother's Day: What a Horror!", de 1995, o formando parte dos años después de una antología grabada en vídeo, "Guilty Pleasures".
Y hablando de vídeo. A mediados de los ochenta Marzano entierra la Super 8 para volcarse en aquel nuevo formato más económico. Ya no lo soltará jamás. El aspecto más curioso es que, a pesar de haber contado con un pasado profesional en el ámbito del cine genuino rodado en celuloide, el hombre hace gala de cierta dejadez en sus nuevos proyectos. Ya era así con la Super 8, pero con el asunto magnetoscópico todas esas carencias cantan el doble. Detestaba usar trípode. Rara vez ponía cuidado a la hora de evitar contraluces. Y cuando necesitaba efectos especiales, acudía a la tienda de la esquina a por caretas y extremidades de goma, un recurso que, con los años, sería bastante habitual en este tipo de producciones caseras. Lo que de verdad le encantaba era jugar con su cámara, y efectuar crudos cromas, los disponibles entonces. Keith Crocker comentaría que ello se debía a la necesidad de gratificación instantánea propia de Marzano, algo que el vídeo le aportaba.
Finalmente, la madre del cineasta fallece. Su hija decide vender el casoplón y, en consecuencia, su "hermano raro" -Joseph- se encuentra sin techo, así que recurre a ayudas estatales, que le conceden una pequeña habitación donde traslada todas sus pertenencias, incluidas varias cámaras, gran parte de lo cual terminaría siendo robado.
En Julio del año 2000, Joseph Marzano fallece de infarto. Pocos meses antes de tan fatídica efeméride, completó "A stranger in town", secuela muy tardía de un corto previo del año 61 en la que el actor / director retoma al mismo personaje que interpretara entonces. Envejecido, carcomido por la nostalgia y sintiéndose un extranjero en la ciudad que antes amaba, al final de la vídeo-película coge un tren dispuesto a no regresar jamás. Básicamente lo que, de alguna manera, terminaría ocurriendo en la vida real.
martes, 21 de octubre de 2025
CARTA BLANCA
sábado, 18 de octubre de 2025
TODOS LOS PEDERASTAS SON CALVOS / THE FLORIDA PROJECT VS. THE CONTAINMENT
No la terminé. Me fue imposible. Pero hay un por qué. Resulta que al Señor Baker le mola eso de retratar a la "white trash", al populacho. Y puede que caiga en estereotipos o no, pero siempre los pinta como gente de buen corazón y mejores intenciones, aunque tosca, mal hablada, barriobajera, lógicamente inducida por el instinto de supervivencia y, sí, chillona y escandalosa. Vale, tal vez esa clase de gentuza en los USA todavía conserve alguna cualidad que los haga merecedores de tanto interés por el cine pretendidamente preocupado y focalizado en el espectro social de las cosas... pero es que, la "white trash" de mi tierra, de mi día a día, no la soporto. La detesto. La aborrezco. Mi condición miserable me ha obligado a compartir espacio vital con ella. Y lo acepto, y me jorobo. Mea culpa. PERO eso no significa que, cuando me meto a ver una película con un saludable fin escapista, me los tenga que encontrar OTRA VEZ, de morros, y esté obligado durante 120 minutos a sufrirlos en una pantalla, una en la que, además, el cineasta hipócrita de turno (quien, seguramente, tendrá una vida lujosa totalmente ajena al rebaño más elemental. Y si en algún momento compartió existencia con aquel, forma ya parte del pasado, antes del éxito, ergo, ahora lo mira condicionado por cierta nostalgia, cierto romanticismo, ese que a todo le aplica una equivocada pátina de positividad) realza aquellas características de sus maneras y carácter que a mí me provocan arcadas. Básicamente, la vulgaridad y la tendencia al griterío desaforado.
Si a ello sumamos que en "The Florida Project" Baker no solo retrata a este personal, sino que centra sus atenciones especialmente en la parte infante del gremio, los putos críos, pues entonces, amic meu, apaga y vámonos. Detesto a los niños. Pero si son de "esos", todavía los detesto más. Sean Baker pretende que sus arrebatos de mala educación y gamberradas nos resulten entrañables, graciosos/as, pero en mi caso… bueno, gustosamente le soltaría un guantazo a cada uno de ellos.
Cuando vi clara y diáfanamente el percal de lo que me esperaba si no le daba al "stop", me abalancé sobre el respectivo “parato” y detuve la tortura que ya llevaba aguantando cerca de 45 eternos minutos. ¡¡Eh!! ¡¡lo intenté!! Nadie puede negármelo. Pero, simplemente, no. No es mi rollo. Para ver eso, asomo por el balcón y listos.
Dado el paso, decidí hurgar entre mi pelicuteca reciente en busca de otra cosa para enchufarme. Algo que, obvio, se situara en el reverso de "The Florida Project". Y lo encontré. Una de terror con pinta de mojoncillo cuya descarga había olvidado por completo. ¡Ideal! Es justo lo que necesito, cine de género, sustos baratos, adolescentes idiotas y estereotipados, pero a la manera de un tebeo malo, en ningún momento con pretensiones de verosimilitud (verosimili-TURD), etc. Incluso, aunque fuese todo lo mala que pintaba, igual hasta me gustaría, porque es que iba a pillarla con ganas, el cuerpo me lo pedía urgentemente.
Al final "The Containment", que así se llamaba, no me gustó demasiado. Era previsible (el resultado y ella misma). Pero al menos, la terminé. E incluso saqué algunas cosas en positivo. Me moló su mensaje anticristiano, que no esperaba para nada. El final "shock", seguido de un refinal totalmente incomprensible. Y ciertos momentos de comedia involuntaria, que siempre reconfortan. Estoy hablando de la enésima variación de "El Exorcista", exóticamente confeccionada por mexicanos a pachas con yankis. No, no la vería otra vez.... pero en este combate entre una de terror malucha y un drama neorrealista con pedigrí, está claro quien se alzó con la victoria.
Eso sí, curiosamente ambas gastaban UN aspecto común. Incluyen senda escena en la que un pederasta intenta propasarse y recibe su merecido. En "The Florida Project" es Willem Dafoe quien le increpa. En "The Containment" es la misma presencia diabólica, cosa que me desconcertó. A un ente surgido del averno deberían molarle los pederastas, digo yo. Representan el mal en su estado más puro, la corrupción despiadada de la inocencia. Así pues, que se tome mal la insistencia de un folla-críos por propasarse con el cuerpo de la menor que ocupa, no me cuadra. En fin, paparruchas. La cuestión acá, lo realmente gracioso, es que en las dos películas el pederasta luce muy parecido: mediana edad, algo contra-hecho, un poco de sobrepeso y... ¡¡totalmente calvo!!.
jueves, 16 de octubre de 2025
MINUTOS MUSICALES 40: THE DRONES
Descubrí a "The Drones" por ahí mediados de los noventa y, pronto, alcanzaron el puesto de banda favorita. Ya no tanto por sus músicas -que también- como por esas letras en las que enaltecen orgullosamente el individualismo, la libertad personal y auto-fidelidad ("Just Want To Be Myself" -"Solo quiero ser yo mismo"- es un ejemplo más que gráfico). Daba igual si era honesto o solo parte de una pose, porque al yo de esos años, atontao y sufriendo un descalabro sentimental, le fueron de perlas. Eran mis compañeros habituales -walkman mediante- de extensas, solitarias y tortuosas caminatas.
Por todo ello tendría que haber sido motivo de algarabía el que, justo en esos entonces, "The Drones" regresaran a los escenarios. No lo fue. Coincidió muy lógica y oportunamente con el auge del "nuevo punk". Como muchos de su quinta, fliparon colores al tocar en el deprimente festival nostálgico "Holidays in the sun / Rebellion Festival" encontrándose con un nuevo y entusiasta público dispuesto a corear sus viejas canciones. Así, decidieron continuar, entrando a formar parte del sello finlandés "Alternative Action Records" -con, como dijo un amigo, fama de apoyar bandas nazis- y pariendo nuevos surcos. Por supuesto, ninguno a la altura de su material setentaysieteero. En concreto el single -precediendo al LP de idéntica portada que "Further Temptations", ¡ole! imaginación al poder- "Sorted", ingenuamente adquirido en una Feria del Disco, sonaba absolutamente horrible, a sintetizador fingiendo instrumentos reales (un poco mejor era la cara B, "I don´t care", aunque tampoco mucho). A ello siguieron sendos discos en vivo y más materia fresca. Que no, macho, aquello no funcionaba. Y aunque superados los 2010 un par de los integrantes originales palmaron (entre ellos el cantante), "The Drones" continuaron dando la murga, y mucha pena. Lástima. No obstante, como decía, ello no es óbice para recomendarles la escucha de su gozosísimo LP de debut. El muestrario sonoro elegido para la ocasión, "Hard on me", forma parte de los "bonus track" de reediciones posteriores.
martes, 14 de octubre de 2025
LA TERCERA PUERTA
sábado, 11 de octubre de 2025
DIRECTORES ESPAÑOLES MALDITOS
Torres ha dirigido y producido mucho corto y largo (siendo "Arrebato" de Iván Zulueta su gran logro), ha escrito libros y, como todo aquel que se dedica al cine pero no consigue sobresalir ni convertirlo en su sustento, ha ejercido de crítico. Él mismo se considera uno de esos "directores malditos". Lo que nos lleva a la pregunta: ¿estaría igualmente fascinado por perdedores y fracasados si el éxito -comercial- le hubiese tocado con su varita mágica? ¿y por qué aquellos le fascinan y a los triunfadores no los soporta? Quiero decir, mientras los primeros le resultan atractivos desde un aspecto, digamos, sociológico, a los otros les tiene, directamente, inquina personal, una perfectamente entendible como envidia. Sin embargo, no solo es a los triunfadores a los que Augusto M. Torres desprecia, también a los directores malditos que lo son porque, según él, no han hecho, o no saben hacer, ni una película buena. Su libro se centra, tal y como expone, en los malditos por cuestiones de mala suerte -o incomprensión por parte de "nos", ignorantes mortales- y aquellos que buscan y quieren serlo. Pero desecha cruelmente a los que él considera no tienen talento (una visión, después de todo, muy subjetiva) ¡Cojones! que un libro orgullosamente dedicado a reivindicar cineastas malditos evite morrocotudamente a los MÁS malditos de todos, pues ya me dirán si no es injusto y, después de todo, una contradicción. Pero claro, es que leyendo, rápidamente descubres la preferencia del autor por ese cine pretencioso y artístico que aburre a las cabras. Supongo que todo lo que sea de género y, más específicamente, fantástico lo debe considerar de baja estofa. Y a las pruebas me remito, él mismo comenta que no le gustan los efectos especiales. ¡Acabáramos!. Así que, sí, estamos con lo de siempre, el crítico rancio y apolillado que, además, gasta un ego de aúpa y demuestra un narcisismo a prueba de bombas incluyéndose en su propio tochito (cuando escribe la frase "los que fracasan en una actividad, pero quizá triunfan en otra" ¿estará pensando en su propia reconversión a crítico de cine? ¿dándose ánimos? ¿haciéndole entender al lector que, aunque guste de fracasados e incapaces, y se llame maldito, él es un hombre de éxito?) Resumiendo: Augusto M. Torres ha escrito un libro terapéutico -para él mismo, digo-.
Los textos dedicados a esos supuestos directores malditos (no lo olviden, los que ejercen por injusticia o voluntad guerrillera, a los otros que les den) son escasamente sucosos, muy superficiales y poco interesante aportan. Primero Torres habla así como "desde lejos", periodísticamente. Y luego lo hace basándose en experiencias, criterios y observaciones propia/os, sobre todo respecto a aquellos que conoció personalmente. A veces ambos textos repiten los cuatro datos de rigor, por lo que la sensación de escasez aumenta unos cuantos grados.
Mi interés a la hora de agarrar la obra de la biblioteca fue para ver qué decía sobre ciertos cineastas por los que siento moderada curiosidad, Adolfo Arrieta, Antoni Padrós, Carlos Benpar, Luciano Berriatúa (del que evita su "famosa" película de horror grabada en vídeo), Chumy-Chúmez, Jesús Garay o el propio Zulueta (personalmente he echado de menos a J.A.Salgot... ¿estará en la revisión y ampliación de "Directores Españoles Malditos"?, porque sí, la hay, ¿o será uno de esos malditos porque les escasea el talento?), sin embrago, como digo, la info obtenida es poca, así que, en fins, casi mejor ni se molesten.
Lo que me molaría es preguntarle al elevado Augusto M. Torres qué directores malditos considera no merecedores de sus atenciones, más que nada porque, tal vez, así podríamos dedicarles nosotros el justo libro que merecen. Seguramente sería mucho más ameno e interesante que esta paja a un miembro en estado morcillón.
Por lo visto el amigo tiene otro compendio de hojas más o menos parecido, "Cineastas Insólitos". Me llama echarle un ojo, sabiendo que cuenta con una entrevista a un cineasta tan ajeno a su universo elitista como Jesús Franco, aunque tras sufrir "Directores Españoles Malditos" me enfrentaría al asunto con suma precaución.
jueves, 9 de octubre de 2025
THE CALAMARDO PARADOX (UNA REFLEXIÓN)
Quienes, como yo, sean adultos y adictos a la serie, se harán una leve idea de por qué dicho interés. Es cierto que la mongolez (a veces dañina y mal intencionada) de "Patricio" tiene muchísimo salero. Lo mismo que el tacañismo del "Señor Cangrejo". Pero es que, en mi posición, resulta muy sencillo identificarse con, incluso entender a, "Calamardo".
De entrada, se supone el personaje negativo de la serie. Lo más parecido a un villano. Es antipático, traicionero, hipócrita, retorcido, cruel, vanidoso, narcisista, vago... una mala persona, en definitiva. Pero, a su vez, es "el más inteligente" de todo el reparto, por así decirlo. Y, justo, en su "grisismo", el más humano. "Calamardo" no es malo, es como somos todos los adultos. Un saco de contradicciones, muchísima frustración y resultante amargura. Más considerando su condición de artista "fracasado". Uno, encima, rodeado de auténticos gilipollas, que son los genuinos protagonistas, y héroes, del show.
"Calamardo" pinta cuadros, esculpe, escribe... pero, sobre todo, compone. Y le da gusto al clarinete. Por supuesto, se estrella en casi cada uno de sus intentos. Todos le detestan y desprecian sus capacidades. Todos menos el mismo "Bob Esponja", que le admira y, sin quererlo, supera en cuanto a talento. Quizás el mayor pecado de "Calamardo" sea aspirar al éxito, la fama, la adoración... ¿¿no es eso a lo que aspiramos todos aquellos con inquietudes creativas?? Podemos vender la moto de que lo hacemos para complacernos a nosotros y bla, bla pero, seamos honestos, raro es el que lo esputa con genuina sinceridad. Como respuesta, "Calamardo" vive en perpetuo estado de mal humor y aflicción. Encima, se ve obligado a trabajar en un grasiento "fast food", atendiendo a un público eminentemente imbécil o ejecutando las tareas más humillantes, algunas francamente despiadadas. Y cuando pretende relajarse, tomando su té, tocando su clarinete o leyendo revistas de arte, es continuamente interrumpido por sus insufribles vecinos ruidosos, cargantes y mal educados, "Bob Esponja" y "Patricio".
En una ocasión leí un artículo escrito por un experto en comportamiento infantil, donde enumeraba aquellos dibujos animados que consideraba poco instructivos para la chavalada. Por supuesto, "Bob Esponja" encabezaba la lista. Su humor absurdo, su, en ocasiones, mala leche (recuerdo un chiste muy cruel a costa del Alzheimer) y el disparate general, la hacen un producto carente de valores educativos. Por mi genial. Lo apruebo y aplaudo. Sin embargo, y aunque me joda, es cierto que existen factores reprochables. Tal vez no sean aquellos a los que un educador aludiría. Incluso puede que ni los haya detectado. Pero yo sí, y todos giran en torno al personaje de "Calamardo".
Desde una óptica "infantil", es normal que se le considere el malo de la función. Resulta despreciable. Y, por contra, el bueno sea "Bob Esponja", que no deja de ser un niño bordeando cierto retraso mental. Pero los motivos por los que "Calamardo" se erige como un personaje negativo son los que me enervan: Para comenzar, lo pintan como un vago. Alguien que, a la que puede, se escaquea de su trabajo en el "fast food", durmiendo en el lavabo o leyendo sus revistas sobre arte. Se considera más positiva la devoción de "Bob Esponja" por currar a destajo, aunque su jefe, el "Señor Cangrejo", le explote y corresponda sus esfuerzos mal pagándole. Cualquier humano adulto con dos dedos de frente aprueba las maneras de "Calamardo", escaqueándose lo máximo posible de un curro basura para poder dedicar sus atenciones a aquellas cosas que de verdad le apasionan. No es un vago, simplemente le importa una puta mierda su laburo. ¿Y a quién no?. Y claro, aquí viene la coletilla propia de un juntaletras cuadriculado, ¿¿qué clase de mensaje estamos dando a los chavales?? ¿¿Que es mejor dejarse explotar por un usurero?? ¿¿que seguir tus sueños por encima de todas las cosas es un error?? ¿¿que el artista sin éxito carece de genuino talento y es justificado motivo de mofa??
Es lo único que me veo en la necesidad de recriminar a un producto que, como digo, en general me mola mucho. Vale, tal vez me lo esté tomando demasiado en serio y peque un poco de papanatas al escribir todo esto... pero también lo es que la serie la confeccionan adultos creativos. Algunos de ellos, incluso, y como decía, surgidos de cierto cómic alternativo. Así pues, no entiendo que continúen insistiendo en esos "mensajes" más bien conservadores. Y que "Calamardo" siga siendo blanco constante de sus dardos (es cierto que en alguna ocasión al pobre las cosas le han salido bien... aunque demasiado pocas). ¿A ninguno se la ha ocurrido aprovechar su posición para, sutilmente, cambiar un poco las tornas? ¿o es que, al considerarse artistas de éxito, machacan a aquel que ha fracasado? tal vez no se consideren artistas de éxito sino unos vendidos, en ese caso a lo mejor estemos hablando de auto-castigo. Ni idea.
martes, 7 de octubre de 2025
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