En la era dorada del video-club, cuando en tan añorados establecimientos había cabida para toda suerte de productos susceptibles de ser alquilados, eran habituales las cintas dedicadas al humorismo, el teatro y la revista. "Olimpy Vídeo" se podía llevar la palma en cuanto a lanzamientos al servicio de personalidades tremendamente populares, pero, en las estanterías del fondo, en esa sección en la que las caratulas cogían polvo, se amontonaban los títulos de la distribuidora "Boulevar" que, lejos de distribuir cintas para el lucimiento de los más populares humoristas, solía sacarlas de cómicos de provincias más desconocidos o directamente locales. Algunas contaban en sus filas con humoristas verdaderamente raros y desconocidos que, a día de hoy, se convierten en auténticos descubrimientos. Iremos reseñando por aquí, de vez en cuando, algunas de ellas.
Sin embargo, "Boulevar" contaba también con vídeos al servicio de humoristas medianos, más populares para el gran público, pero no a la altura de los todopoderosos Pajares y Esteso o Juanito Navarro y Antonio Ozores, como es el caso del individuo al que está dedicada esta cinta, “Olimpiada humorística”: Manolo de Vega.
A Manolo de Vega ustedes, igual que yo, lo conocen de la época de los 90, cuando en un pico de popularidad pudimos verle a diario, a la hora de comer, como parte del elenco fijo de humoristas de la primera etapa del mítico programa televisivo “No te rías que es peor”. Se prodigaba como un cuentachistes de los de toda la vida que, entre personalidades como la de Pedro Reyes o Marianico el corto, lo cierto es que no destacaba demasiado. Pero Manolo de Vega, que empezó su andadura como cantaor flamenco y en un principio se hacía llamar Fosforito de Valladolid (ya que era pucelano y no andaluz como muchos pensábamos) comenzó, como tantos de los que se dedicaban al humor en los 70 y 80, contando chistes por accidente, cuando fue requerido para homenajear al cómico Joe Correira, fallecido en la década del funk, contando unos en su honor. Y tuvo más éxito con los chistes que con su cante jondo —pizca más o menos lo que le sucedió a Eugenio—. Más tarde, se hizo popular a nivel nacional apareciendo en el programa de Iñigo y no le faltaría el trabajo hasta bien entrados los dosmiles. Pero su época de bonanza serían precisamente los 80, década en la que apareció el vídeo que nos ocupa.
Sin embargo, Manolo de Vega, más que por su humor, se hizo popular en el terreno de la prensa rosa. Ya en los 80 se especulaba con que era un mujeriego con hijos de varias mujeres, que llevaba una vida llena de derroche y excesos, e incluso se le llegó a acusar de maltratador. En los dosmil se arruinó y, víctima de una diabetes en estado muy avanzado, tuvieron que amputarle las dos piernas, lo que le retiró de los escenarios, falleciendo en la miseria en 2015.
Esta “Olimpiada humorística” aparecía en vídeo en 1984, en la época de mayor esplendor del humorista. También es un legado para estudiosos de la comedia española porque la cinta, al final, es un compendio de lo mejor del repertorio del artista y está compuesta por dos o tres baterías de chistes (que a veces De Vega entrelaza entre sí muy a la americana y rozando el monólogo a la stand-up), otro par de gags escenificados en forma de sketch, otro tanto de cante jondo y su celebrada imitación de Eugenio, su humorista favorito.
Lo bueno es que, con toda la perspectiva, la cinta sirve para ver que, quizás, Manolo de Vega ocupaba el lugar que merecía en el mundo del espectáculo, el del medio, ya que al final es un tipo que se nutría de chistes y tics propio de sus coetáneos (hace de gangoso o pasota como Arévalo, muecas como Paco Calatrava o canta como Manolo Caracol) pero que, visto lo visto, y teniendo en cuenta la caterva de humoristas jóvenes de hoy en día con un acercamiento al stand up americano que, pese a tener un nicho de público bastante amplio, en realidad practican un humor mediocre, clasista y condescendiente que no me interesa en absoluto, Manolo de Vega era un individuo que sabía marcar los tempos, contar los chistes y, en definitiva, a poco que tengamos tolerancia con la ranciedad inherente al humorismo de esta época —precisamente “No te rías que es peor” marcó su final ya que, en 1995, el director general de "Radio Televisión Española", Jordi García Candau, retiraba de la parrilla televisiva un espacio que, según este, era claramente fronterizo con el mal gusto—, nos sabrá sacar una sonrisilla y conseguirá captar nuestra atención. No era tan de tercera Manolo de Vega y este tosco y chabacano vídeo de “Olimpiada humorística” da buena fe de ello.
No ha estado mal verlo por primera vez en pleno siglo XXI.
martes, 7 de enero de 2025
domingo, 5 de enero de 2025
sábado, 4 de enero de 2025
ESOS LOCOS CUATREROS
Nos sabemos hasta el dedillo la cantinela de lo muy mucho que cinematográficamente molaron los años ochenta. Y aunque, desde hace ya una temporada, hay quien intenta aplicarlo a los noventa (y más pronto que tarde ocurrirá con los primeros dos mil), los ochenta siguen reteniendo ese áurea especial. Sea o no justificada. Personalmente, además, opino que lo mejor de la década se encontró, justamente, en medio: 1985. Por lo menos mirado desde la perspectiva de nuestra situación geográfica, donde algunos films llegaban un año (o más) tarde de su lanzamiento autóctono por ahí los USA (país que produjo lo más destacado de la dichosa época, guste o no) Y a 1985 pertenece "Esos locos cuatreros" lo que, ya de entrada, denota ciertas garantías.
¿¿Qué ocurriría si cogiéramos a un cowboy de la vieja escuela, un auténtico buen chico, heroico, noble y puro, típico de las rancias películas del oeste producidas en los años cuarenta, y lo trasladáramos a un entorno más "realista" y salvaje, menos romántico, de tan significativa época y género?? Justo, es con ese contraste con el que juega, durante los agradecidos 82 minutos que dura la función, el guionista y también director, Hugh Wilson, quien experimentaba su momento de mayor esplendor tras haber estrenado un año antes el super-hit "Loca academia de policía". Supongo que, por ello, la "major" de turno confió en él para que hiciera lo que le saliera del choto. Y lo hizo. Pero fracasó. De ahí que su carrera, a pesar de algún título intermedio medianamente llamativo ("La ratera", "Tess y su guardaespaldas"...), no volviese a relucir igual. Murió en 2018. Descanse en paz.
Rex O'Herlihan se define a sí mismo como el vaquero cantante. Viste de pulcro blanco. Es prodigiosamente rápido con el revólver (eso sí, jamás mata, su especialidad consiste en disparar a las manos de sus contrincantes). Canta como los pájaros y, por supuesto, es bondadoso y guapo. Las mujeres se pirran por él. ¡AH! y rechaza cualquier clase de bebida alcohólica, lo suyo es la leche. Literalmente. Además, tiene otra cualidad, se sabe de memoria todos los clichés adscritos al western. Todas las fórmulas narrativas y recurrentes por lo que, como dice él, puede ver el futuro. Así las cosas, aplicará sus talentos para ayudar a unos granjeros que viven atormentados por el villano de turno y sus lerdos secuaces.
"Esos locos cuatreros" llamó bastante la atención en nuestras tierras porque, justo, fue aquí donde se rodó. No resulta muy complicado deducir que el escenario exterior elegido fue el de tantos y tantos espagueti westerns, Almería y sus alrededores (para los interiores se recurrió a los "Estudios Bronston" sitados en Madrid). De ahí que la revista "Fotogramas" (conocida también como "Fotogrumos") visitara el plató y se sacara de la manga un completo reportaje que tuve el inconmensurable detalle de escanear y compartir con todos ustedes, por si gustan aquí disponen de la primera página, y aquí de la segunda y última. Es lógico pues que, a lo largo del film, pululen muchos rostros autóctonos, como los de Fernando Rey encarnando a otro de los villanos (considerando su culto bagaje previo, debió fliparlo colores al soltar todas esas frases tan absurdas), Emilio Linder, Charly Bravo y muchos otros que sabrán reconocer aquellos más puestos que yo. También ello se extiende al personal detrás de las cámaras, con José Luis Alcaine dedicándose a la dirección fotográfica, Gil Parrondo a la artística, Julián Mateos a los decorados o Francisco Lara Polop como... er... "production manager", que no se qué cojones implica ello. De productor asociado tenemos a Hervé Hachuel, ¿franchute? de lustrosa carrera todavía activa afincado en nuestras tierras y perfectamente reivindicable (hizo algo de ruido en 1986 dirigiendo "Banter" y en 1991 con "Besos en la oscuridad", producción de un Roger Corman experimentando con las españas como posible país colaborador, aunque la cosa no prosperó).
Por supuesto, y sin salirnos de nuestras fronteras, el título patrio no tiene ninguna relación con el original. La película nació como "Rustlers' Rhapsody" (el que la muy posterior "The Ballad of Buster Scruggs" de los hermanos Coen guarde algunos puntos de conexión en su título, y su arranque parodiando la misma temática con varios elementos parecidos, pensaba que era delirio mío... no obstante, no soy el único que se ha dado cuenta), pero por entonces, como bien sabemos, los distribuidores españoles vivían convencidos de que cualquier comedia con tintes más o menos modernos se vendería mejor si llevaba la palabra loco o loca en el título -precisamente gracias al super éxito con la academia de maderos del mismo Hugh Wilson, lo que justifica especialmente su utilización en el caso que nos ocupa-, táctica de la que existen mil ejemplos y se llegó a estirar cual chicle.
Efectivamente, "Esos locos cuatreros" es ochentera de pies a cabeza. Ya no se hacen "de risas" como esta. Combina un tipo de humor más terrenal con gotas de "slapstick" (no falta el trompazo directo a la entrepierna) y algo de agradecido "spoof" (aunque sin llegar a los dulces excesos de unos ZAZ), sobre todo por la ristra de gags de puro meta-cine, como la ya reseñada continua alusión a los tópicos narrativos del western (incluida una graciosa cita a aquellos de producción italiana) No obstante, y a diferencia de mucha de la comedia de entonces, el nivel de mal gusto es bajo. Muy bajo. Casi parece diseñada para ser consumida por toda clase de audiencias. De ahí que la violencia esté muy suavizada y los clásicos chistes de drogas (las raíces que come el prota y le ponen contento) u homofóbicos tan propios del momento tengan presencia, pero sin abrumar. A colación de esto último, se juega muchísimo con la idea de que Rex O'Herlihan no sea lo suficientemente macho y dude de su hombría. Justamente, una de las ocurrencias más inspiradas consiste en que, tras asumir los villanos que no hay manera humana de acabar con él, buscan a otro cowboy cantante e igualmente buen chico para hacerle frente, lo que iniciará un conflicto a la hora del inevitable duelo: Perderá aquel cuyo curriculum sea menos moralmente intachable. Si encima nos buscamos al mismísimo hijo del mismísimo John Wayne para encarnar a dicha némesis, pues todos contentos.
¿¿Qué ocurriría si cogiéramos a un cowboy de la vieja escuela, un auténtico buen chico, heroico, noble y puro, típico de las rancias películas del oeste producidas en los años cuarenta, y lo trasladáramos a un entorno más "realista" y salvaje, menos romántico, de tan significativa época y género?? Justo, es con ese contraste con el que juega, durante los agradecidos 82 minutos que dura la función, el guionista y también director, Hugh Wilson, quien experimentaba su momento de mayor esplendor tras haber estrenado un año antes el super-hit "Loca academia de policía". Supongo que, por ello, la "major" de turno confió en él para que hiciera lo que le saliera del choto. Y lo hizo. Pero fracasó. De ahí que su carrera, a pesar de algún título intermedio medianamente llamativo ("La ratera", "Tess y su guardaespaldas"...), no volviese a relucir igual. Murió en 2018. Descanse en paz.
Rex O'Herlihan se define a sí mismo como el vaquero cantante. Viste de pulcro blanco. Es prodigiosamente rápido con el revólver (eso sí, jamás mata, su especialidad consiste en disparar a las manos de sus contrincantes). Canta como los pájaros y, por supuesto, es bondadoso y guapo. Las mujeres se pirran por él. ¡AH! y rechaza cualquier clase de bebida alcohólica, lo suyo es la leche. Literalmente. Además, tiene otra cualidad, se sabe de memoria todos los clichés adscritos al western. Todas las fórmulas narrativas y recurrentes por lo que, como dice él, puede ver el futuro. Así las cosas, aplicará sus talentos para ayudar a unos granjeros que viven atormentados por el villano de turno y sus lerdos secuaces.
"Esos locos cuatreros" llamó bastante la atención en nuestras tierras porque, justo, fue aquí donde se rodó. No resulta muy complicado deducir que el escenario exterior elegido fue el de tantos y tantos espagueti westerns, Almería y sus alrededores (para los interiores se recurrió a los "Estudios Bronston" sitados en Madrid). De ahí que la revista "Fotogramas" (conocida también como "Fotogrumos") visitara el plató y se sacara de la manga un completo reportaje que tuve el inconmensurable detalle de escanear y compartir con todos ustedes, por si gustan aquí disponen de la primera página, y aquí de la segunda y última. Es lógico pues que, a lo largo del film, pululen muchos rostros autóctonos, como los de Fernando Rey encarnando a otro de los villanos (considerando su culto bagaje previo, debió fliparlo colores al soltar todas esas frases tan absurdas), Emilio Linder, Charly Bravo y muchos otros que sabrán reconocer aquellos más puestos que yo. También ello se extiende al personal detrás de las cámaras, con José Luis Alcaine dedicándose a la dirección fotográfica, Gil Parrondo a la artística, Julián Mateos a los decorados o Francisco Lara Polop como... er... "production manager", que no se qué cojones implica ello. De productor asociado tenemos a Hervé Hachuel, ¿franchute? de lustrosa carrera todavía activa afincado en nuestras tierras y perfectamente reivindicable (hizo algo de ruido en 1986 dirigiendo "Banter" y en 1991 con "Besos en la oscuridad", producción de un Roger Corman experimentando con las españas como posible país colaborador, aunque la cosa no prosperó).
Por supuesto, y sin salirnos de nuestras fronteras, el título patrio no tiene ninguna relación con el original. La película nació como "Rustlers' Rhapsody" (el que la muy posterior "The Ballad of Buster Scruggs" de los hermanos Coen guarde algunos puntos de conexión en su título, y su arranque parodiando la misma temática con varios elementos parecidos, pensaba que era delirio mío... no obstante, no soy el único que se ha dado cuenta), pero por entonces, como bien sabemos, los distribuidores españoles vivían convencidos de que cualquier comedia con tintes más o menos modernos se vendería mejor si llevaba la palabra loco o loca en el título -precisamente gracias al super éxito con la academia de maderos del mismo Hugh Wilson, lo que justifica especialmente su utilización en el caso que nos ocupa-, táctica de la que existen mil ejemplos y se llegó a estirar cual chicle.
Efectivamente, "Esos locos cuatreros" es ochentera de pies a cabeza. Ya no se hacen "de risas" como esta. Combina un tipo de humor más terrenal con gotas de "slapstick" (no falta el trompazo directo a la entrepierna) y algo de agradecido "spoof" (aunque sin llegar a los dulces excesos de unos ZAZ), sobre todo por la ristra de gags de puro meta-cine, como la ya reseñada continua alusión a los tópicos narrativos del western (incluida una graciosa cita a aquellos de producción italiana) No obstante, y a diferencia de mucha de la comedia de entonces, el nivel de mal gusto es bajo. Muy bajo. Casi parece diseñada para ser consumida por toda clase de audiencias. De ahí que la violencia esté muy suavizada y los clásicos chistes de drogas (las raíces que come el prota y le ponen contento) u homofóbicos tan propios del momento tengan presencia, pero sin abrumar. A colación de esto último, se juega muchísimo con la idea de que Rex O'Herlihan no sea lo suficientemente macho y dude de su hombría. Justamente, una de las ocurrencias más inspiradas consiste en que, tras asumir los villanos que no hay manera humana de acabar con él, buscan a otro cowboy cantante e igualmente buen chico para hacerle frente, lo que iniciará un conflicto a la hora del inevitable duelo: Perderá aquel cuyo curriculum sea menos moralmente intachable. Si encima nos buscamos al mismísimo hijo del mismísimo John Wayne para encarnar a dicha némesis, pues todos contentos.
Recuerdo perfectamente cuando "Esos locos cuatreros" fue lanzada en su día. De ver el trailer en la tele, el mencionado artículo en "Fotogramas" y luego su presencia por video-clubs. Pero jamás llegué a consumirla. Jamás. Tal vez porque no sea yo muy de western. O porque, sabiendo que España andaba metida, me daba pereza, suponiéndola cutre y deprimente. Gracias a los servicios de streaming gratuitos me estrené hace escasos días. ¿Y? Pues no les voy a engañar, me entretuvo bastante, divirtió comedidamente y dejó un poso agradable. Solté alguna risa salerosa... pero únicamente a ratos. Tampoco es, ni mucho menos, una comedia brillante y desternillante. En ese apartado flojea. Y la mezcla de humor super-tonto con humor super-absurdo eventualmente desconcierta. Cuando no resulta gracioso, el delirio en busca del efecto cómico se torna, simple y llanamente, surrealismo casi inquietante. En fin, no sabría decir... pero hasta eso hace de ella algo medianamente visible.
El reparto principal (equipo hispanoparlante aparte) no podía ser más llamativo. Un joven y guapo Tom Berenger. El gran G.W. Bailey como borrachín del pueblo. Así de primeras puede que no les suene, pero si digo que dio vida al "Teniente Harris" en las academias, seguro que saben de quien hablo. Justo, su segunda entrega se rodó a la par que el film reseñado, de ahí la presencia casi anecdótica del actor en aquella. Marilu Henner, la pechugona -cualidad muy explotada a lo largo de su carrera- protagonista femenina de la serie "Taxi" y que venía de asomar sus encantos en otro "spoof" fallido comercialmente hablando pero -en mi opinión- superior, "Johnny Peligroso". El super televisivo Andy Griffith (volvería a verse inmerso en la comedia paródica once años después con "Espía como puedas"). Y, hablando de ello, no perderse la escueta pero antológica intervención de Jim Carter en plan pistolero malcarado... ¿quién? el inmortal y bigotudo "Déjà Vu" de ese clásico imperecedero del "spoof" titulado "Top Secret". Lo complementan Sela Ward, Brant von Hoffman (otro habitual cadete de la academia loca y el cine de Hugh Wilson), Christopher Malcolm (tiene una carrera fascinante, aunque los más enfermos le reconocerán como uno de los pilotos rebeldes de "El imperio contraataca") o Billy J. Mitchell (el manager de "Nick Rivers" en... sí, tu otra vez, "Top Secret").
Lo crean o no, entre los productores yankis de "Esos locos cuatreros" localizamos nada menos que a Walter Hill... ¿cómo se quedan?.
El reparto principal (equipo hispanoparlante aparte) no podía ser más llamativo. Un joven y guapo Tom Berenger. El gran G.W. Bailey como borrachín del pueblo. Así de primeras puede que no les suene, pero si digo que dio vida al "Teniente Harris" en las academias, seguro que saben de quien hablo. Justo, su segunda entrega se rodó a la par que el film reseñado, de ahí la presencia casi anecdótica del actor en aquella. Marilu Henner, la pechugona -cualidad muy explotada a lo largo de su carrera- protagonista femenina de la serie "Taxi" y que venía de asomar sus encantos en otro "spoof" fallido comercialmente hablando pero -en mi opinión- superior, "Johnny Peligroso". El super televisivo Andy Griffith (volvería a verse inmerso en la comedia paródica once años después con "Espía como puedas"). Y, hablando de ello, no perderse la escueta pero antológica intervención de Jim Carter en plan pistolero malcarado... ¿quién? el inmortal y bigotudo "Déjà Vu" de ese clásico imperecedero del "spoof" titulado "Top Secret". Lo complementan Sela Ward, Brant von Hoffman (otro habitual cadete de la academia loca y el cine de Hugh Wilson), Christopher Malcolm (tiene una carrera fascinante, aunque los más enfermos le reconocerán como uno de los pilotos rebeldes de "El imperio contraataca") o Billy J. Mitchell (el manager de "Nick Rivers" en... sí, tu otra vez, "Top Secret").
Lo crean o no, entre los productores yankis de "Esos locos cuatreros" localizamos nada menos que a Walter Hill... ¿cómo se quedan?.
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