A nivel oficial, "Monty Python" cuenta única y exclusivamente con tres largometrajes genuinamente propios. "Los caballeros de la mesa cuadrada", "La vida de Brian" y "El sentido de la vida". Todo lo demás, engañifas aparte, son recolecciones de sketches televisivos o espectáculos en vivo filmados. De las tres mentadas, la del medio está considerada su obra maestra. Aquella con la que lograron un mejor y mayor equilibrio entre narración y comedia. Una historia interesante de principio a fin, perfectamente desarrollada y repleta de acertadísimos momentos de humor. "La vida de Brian" dejó el listón tan arriba que, inevitablemente, "El sentido de la vida", la película que la siguió, resultó menos redonda. Además, en cierto modo era un "paso atrás", porque los "Python" recuperaban la más cómoda -para ellos- estructura televisiva a base de sketches. Con un grado superior de golfería y transgresión que cuando lo petaban en la caja lerda, claro, pero sketches al fin y al cabo.
¿Qué significa ello? pues que a nivel calidad el film varía. Hay momentos correctos, hay momentos flojillos (aunque jamás situándose al nivel del barro) y, por supuesto, también los hay brillantes. Antológicos. Únicos. Eso, y el hecho de que me pillara en plena adolescencia, desplegando mi pasión hacia el sexteto, contribuyen a que "El sentido de la vida" gaste mucho peso para mí. No es mejor que "La vida de Brian", pero podría ser mi favorita. Recuerdo como me fascinaban las imágenes promocionales que corrían en las páginas de la prensa del momento. Y aunque no pasé por taquilla, sí la alquilé en vídeo y aluciné colorinches con su humor picantón, capaz de incomodarme y sonrojarme (el profe dando lecciones de sexo más que gráficas con ayuda de su esposa), los brutales momentos de gore y escatología (mutilaciones, chorros de sangre....) y las canciones. Siempre he sido muy fan de las tonadillas de los "Python", mayormente perpetradas por Eric Idle y John Du Prez, pero es que su labor en "El sentido de la vida" roza la absoluta maestría. El tema que abre el film. La parodia de "Oliver Twist" cantando sobre la sacralidad del esperma. O, muy especialmente, la increíble, preciosa, estremecedora fanfarria dedicada a la inmensidad del universo e insignificancia de uno -la justamente hoy día celebrada "Galaxy Song"- eran ya suficientes méritos como para hacer de la experiencia -de consumir "El sentido de la vida"- algo especial y único.Pero luego tenemos sus gags más inspirados. Que los hay. Probablemente la joya de la corona sea el dedicado a las aventuras gastronómicas del Señor "Creosote". Si han visto el film, ya saben por donde voy. Esos vómitos continuos, ese cuerpo hinchándose hasta estallar.... es tan desagradable, asqueroso y salvaje, que resulta imposible apartar la mirada. Tampoco olvidemos a los recolectores de órganos de donantes ("¿Nos dona su hígado?", "Es que lo estoy usando yo", "No se preocupe, nadie sobrevive a la extracción"). La familia de hojas resecas feneciendo dramáticamente con la llegada del invierno. O el otro momento cumbre, la muerte misma en medio de una siniestra campiña británica dirigiéndose hasta un caserón para anunciar a sus comensales que han palmado envenenados. Y, por supuesto, su llegada al cielo, donde siempre es Navidad. Evento coronado nuevamente por una canción maravillosa.
Mención aparte merece un sketch que era pura premonición. Un actor ha sido condenado a muerte por hacer chistes sexistas en la tele. Elige el modo de estirar la pata dejándose perseguir hasta el borde de un acantilado por un grupo de immmmmmmpresionantes jovencitas en top-less, recreándonos con sus danzarines senos votantes a cámara lenta. Tal materia confirma un secreto a voces, lo agradecidamente machistas que eran "Monty Python". Rara vez escribían papeles femeninos con enjundia. Los pocos que había se los guardaban para ellos, ejecutándolos tras los respectivos disfraces y dejando las migajas a su habitual, infrautilizada y sacrificada actriz, Carol Cleveland. ¿Lo mento como algo recriminable? ¡para nada! en todo caso resulta gracioso / curioso. Incluso refrescante, considerando como anda hoy día el patio.
Probablemente el tercer acto de "El sentido de la vida" sea lo mejor de la misma. Es altamente significativo que concluya con una televisión alejándose hacia la inmensidad del espacio mientras en su pantalla vemos la inconfundible intro del programa de televisión que, a finales de los sesenta, convirtió a los "Python" en los "monstros" del humor que fueron, han sido, son y serán. ¿Sabrían ellos que aquella iba a ser su última película oficial? Desde luego no podemos hablar de broche de oro... pero sí de plata, y eso ya es más que mucho.
Completistas, aquí tienen sus fotocromos.