martes, 10 de junio de 2025

EXORCISTA II (EL HEREJE)

Posiblemente “Exorcista II (El hereje)” fue la primera película de terror que vi, siendo muy chaval y mucho antes que la primera. Es por eso que, entre unas cosas y otras, le tengo cierto “cariño”. Puede que sea la culpable de mi gusto por las películas de terror, si bien es cierto que, tras verla en formato vídeo allá por 1987, quedé traumatizado. La noche después tuve pesadillas y sentía la presencia del demonio en mi propia habitación. Vamos, que me cagué de miedo durante días, ante las risas y bromas de mis hermanos. Tal fue el canguelo que, durante muchos años, no volví a ver películas de terror. Por culpa de “Exorcista II (El Hereje) o, más concretamente, por el impacto que causaba la figura del demonio en mi psique. Imagínense ustedes si llego a ver la primera entonces.
Tras varios año sin repetir, y más o menos olvidada, decido revisarla, a ver que me parece a día de hoy. Y mi opinión no dista demasiado de la que tenía.
Es curiosa  la percepción de un niño ante según que temas oscuros, pues lo cierto es que, “Exorcista II (El hereje)”, no da ni pizca de miedo, es más, hay momentos y situaciones que son verdaderamente risibles.
Y es que estamos, a pesar de la buena prensa que trae consigo su director, John Boorman, ante la mayor estupidez filmada en celuloide en los 70, una secuela tonta y atolondrada que no ocupa un lugar en el olimpo de las películas malas porque, en realidad, se encuentra en un purgatorio cultural, es decir, no es lo suficientemente buena como para que esté considerada a nivel crítico, ni tan mala como para tenerla presente en una maratón de cine chungo. Igual “mala” tampoco es la palabra que mejor la define. Quizás “Chabacana”.
Y por momentos resulta hasta autoparódica.
Han pasado algunos años desde los acontecimientos de “El Exorcista” y Regan acude a una institución en la que atienden a jóvenes con problemas mentales. Tras su posesión, dice tener tremendas pesadillas. Allí han patentado una máquina para conectar mentes. A a través de la hipnosis, y a base de bombillas, una puede ver y ¿manipular? lo que sucede en la otra (!) . Paralelamente, un exorcista que sigue las enseñanzas e investiga la muerte del padre Merryn, se persona en ese sanatorio a ver que diablos ocurre (nunca mejor dicho) con Regan.
Y sucede la de dios es Cristo. A saber;  un viaje a África que no sabemos muy bien si es astral o físico, James Earl Jones disfrazado de saltamontes, Max Von Sidow metido con calzador protagonizando unos flashbacks tan innecesarios como su mera presencia en la película, una Linda Blair con enormes tetas que lo único que hace es poner cachondo al espectador, un Richard Burton en horas tan bajas, que más que interpretar a un cura, parece que interpreta a un alcohólico que se ha pasado con el tinte del pelo, una langosta usada en las transiciones que, ocasionalmente, parece sacada de un bazar chino, muchos paneles de cristal delante del objetivo para conseguir efectos psicodélicos muy de los setenta, tribus de negros llenando metraje, Pazuzu haciendo de guía turístico del padre Lamont por África y, lo más importante, cero posesiones, cero exorcismos (entre otras cosas, porque la Blair había aceptado estar en la cinta a regañadientes, siempre y cuando no tuviera que volver a pasar por el proceso de maquillaje de la primera cinta. De esta manera,  tenemos a una Regan reciclada en descartes de la primera película y, cuando no, una actriz maquillada que se nota que no es la Blair…). Hay una mini-lapidación por parte de los africanos al padre Lamont, por hereje. Aunque no le pasa nada. Desde luego todo un despropósito que hace quedar mal a la primera entrega.
Sin embargo, y como viejo verde que ya empieza a ser uno, es maravilloso contemplar en pantalla los rollizos mofletes de Linda Blair y, sobre todo, sus pechos, como cántaros de miel, que recuerdan al mar y que hacen a uno sentir vivo. La Blair aquí cuenta con 18 estupendas castañas. Mala actriz como ella sola, pero deliciosa.
Huelga decir que la producción se vio envuelta en problemas de toda índole desde el principio y que “Exorcista II (El Hereje)” fue una película destinada al fracaso desde el día uno de su concepción. Sin embargo, su estreno marcó un hito histórico recaudando más de 6 millones de dólares en un fin de semana. Sin embargo, se dice que en los pases que se dieron en Nueva York los espectadores se mofaban de la película. Las críticas pronto fueron demoledoras y la taquilla se desinfló progresivamente. Aún así consiguió una recaudación total de cerca de 40 millones de dólares, esquivando el predecible fracaso financiero. Por otro lado, es sabido que William Peter Blatty, escritor de la novela “El Exorcista” y guionista de la película original, fue el principal instigador de la mala fama de la secuela. Empezó a acudir a los cines para reírse de ella, contagiando al resto del público. Y es que Blatty abominó de la película hasta tal punto que, poco después, se sentó en la silla del director en “La novena configuración”, anunciando a bombo y platillo que, aunque no pertenecía oficialmente a la franquicia, el público debería considerarla la verdadera secuela de “El Exorcista” (y yo creo que caerá por aquí próximamente).
Asimismo, William Friedkin se vio insultado con la existencia de "Exorcista II (El Hereje)", a la que calificó como “la obra de un deficiente mental”, añadiendo que, efectivamente, “ese deficiente no es otro que John Boorman, un individuo que jamás debería haber tenido crédito, hasta el día que rodó esto y ya todos deberíamos llamarle escoria”.
En España tampoco se le dio excesivo bombo y al cine fueron a verla poco más de medio millón de espectadores, por lo que se la podría considerar un verdadero fracaso a consideración a la primera.
Menos mal que cuatro años después Boorman se resarció con “Excalibur” y después con “La selva esmeralda”, que si no…