Mostrando las entradas para la consulta "James Woods" ordenadas por relevancia. Ordenar por fecha Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas para la consulta "James Woods" ordenadas por relevancia. Ordenar por fecha Mostrar todas las entradas

sábado, 27 de noviembre de 2021

COP, CON LA LEY O SIN ELLA

Un asesino psicópata anda suelto. Sus víctimas favoritas son mujeres tímidas e inocentes. Un policía tremendamente obsesivo, y casi tan loco como aquel, será quien se dedique en cuerpo y alma a pararle los pies.... aunque para ello tenga que cabrear a todo su departamento.
"Cop, con la ley o sin ella" es un thriller policíaco la mar de solvente. Bastante entretenido, con notables interpretaciones, unas agradecidas dosis de violencia y sexo, una trama que, aunque a priori parece más vista que el tebeo, no se conforma con tirar por derroteros trillados y del todo predecibles. Vamos, una película perfectamente recomendable. Pero, honestamente, no me habría parado a escribir estas letras si no fuese por tres elementos.
El primero es evidente, James Woods. Hoy está de moda odiarle y decir que es una mierda (tras erigirse como fan y defensor de la causa Trump), pero eso no quita que sea un actorazo al que le van como un guante los personajes ambiguos y tremendamente sórdidos, como es el caso. Sería fácil dejarse llevar por comparaciones con "Harry, el sucio". Sí, existen ciertas similitudes. Sin embargo, la gran diferencia es que "Harry Callahan" es un héroe, mientras que el poli al que da vida Woods, no. Es un cabrón. Ni siquiera en plan "Teniente Corrupto". Este es un cabrón sin quererlo, que casi lo hace peor. Y ahí es donde entra el segundo punto a favor del film: su tendencia a lo políticamente incorrecto, sin postmodernismos autoconscientes, ni provocaciones desesperadas por llamar la atención. De modo totalmente transparente. Ayuda que se produjera a finales de los ochenta, por supuesto. Pero, aún así, tiene tela. Especialmente porque el personaje menos "correcto" del pack es, justamente, su protagonista. El poli bueno, que no tiene problema en matar a un sospechoso y, seguidamente, flirtear con la acompañante femenina de aquel, aún en shock. Además, se lleva fatal con su esposa y, en general, gasta un tono misógino de lo más refrescante. No solo él, sino toda la peli. Sin ir más lejos, nos presentan a una poetisa feminista, que pintan como medio demente, reprimida, y justifican su inclinación ideológica porque fue violada siendo adolescente. En un momento dado, Woods quiere ligársela, solo porque le apetece follar, sin más, y le sigue el rollo. Ella habla y habla, cuenta sus trifulcas espirituales, él se agobia, se rasca la oreja, mira el reloj con el rabillo del ojo y se muestra totalmente insensible a lo que la mujer relata. Para rematarlo, el hombre no tiene ningún reparo en lanzar continuas proclamas homofóbicas, con toda naturalidad. Un verdadero gusto, amigos.
Y así llegamos al tercer punto. Que no desvelaré pero que resumiré en que "Cop, con la ley o sin ella" gasta uno de los finales más secos, contundentes, vibrantes y PERFECTOS de la historia del cine. Casi vale la pena ver toda la peli por ese cierre magnífico.
Basada en una novela del célebre escritor James Ellroy (calificada de sádica y violenta), dirige James B. Harris, con pocos títulos en su haber pero una carrera llamativa en funciones de productor, puedes ver su nombre estampado en las primeras películas de Stanley Kubrick, nada menos.
Acompañan a James Woods nombres tan solventes como el gran Charles Durning o una Lesley Ann Warren un pelín menos sobreactuada que de costumbre.
Ya en su época se consideraba "Cop, con la ley o sin ella" una peli diferente al tipo de cine que se hacía entonces. Hoy, directamente, asciende a perro verde.

sábado, 8 de marzo de 2025

LOS OJOS DEL GATO

Y ahí va otra muestra más de que 1985 fue un año chévere para el cine de género. Por entonces Stephen King ya había perdido un poco su aureola de prestigio (lejos quedaban "Carrie", "El misterio de Salem´s Lot" o "El resplandor") pasando a ser más como carne de cañón, materia fácilmente adaptable con la que asegurarse unos dólares en taquilla. Tampoco se contrataba ya a directores de prestigio que se encargaran de la tarea, valía cualquier artesano competente. Digamos que con King ocurrió lo que siempre ocurre con los yankis, lo sobre-explotaron y para la llegada de "Los ojos del gato", pues ya no atraía a las masas. Menos aún desde la conversión de Dino De Laurentiis en el productor oficial del "Kinguismo", etapa esta que arrancó muy bien con "La zona muerta" y concluyó algo deslucidamente con "Miedo Azul" o la propia e infame primera y única película del escritor ejerciendo de filmmaker, "La rebelión de las máquinas". Por suerte "Los ojos del gato" cae en zona intermedia. Para el caso, Stephen King no es mero material adaptable, él mismo se encarga del guion, pariendo un largometraje compuesto de historias (sí, repitiendo la fórmula del clásico), siendo las dos primeras exclusivamente confeccionadas para la ocasión y la tercera, y última, la auto adaptación de un relato publicado en las páginas de "Penthouse", ejemplar este que se marca un cameo en la película, entre muchas otras coñas y referencias al universo del padre de "It". Según he visto y leído, en todas partes salen gráficamente numeradas y espoileadas... por eso he decidido evitarlo, para que cuando se sienten ante la tele dispuestos al visionado, puedan jugar al juego de localizarlas. Créanme, la mayoría son tan evidentes como graciosas.
El artesano competente contratado en esta ocasión fue el bueno de Lewis Teague, quien ya tenía experiencia previa trasladando material de Stephen King a la pantalla con la aburrida "Cujo", pero, además, a lo largo de los años -previos y posteriores- fue dejando su estampa en títulos tan entrañables como "La bestia bajo el asfalto", "La joya del Nilo", "Kamikaze Detroit" o "Peligrosamente Unidos". El, asumo, fracaso de esta última le condenó a currar para la caja tonta hasta 2010, luego se retiró (remarcar que en 2007 rodó un corto de curiosísimo título, "Cante Jondo")
Otros individuos a valorar tras las cámaras son Milton Subotsky, co-fundador de los legendarios estudios "Amicus" y especialista en antologías de historias cortas, quien ligó su nombre al del escritor de Maine a lo largo de varios años. Alan Silvestri, compositor destinado a ser recordado por la partitura que ideó para "Regreso al futuro" ese mismo 1985. De hecho, hay quien dice que esta y la de "Los ojos del gato" guardan cierto parecido. Y es verdad. La diferencia es que, mientras en la reseñada utilizó sintetizadores, para la previa, mil veces mejor presupuestada, tiró de orquesta. Carlo Rambaldi, papá de "E.T. El Extraterrestre", quien se encarga de diseñar a cierta resultona criatura, acompañado por nuestro Emilio Ruiz del Río para "la maquetas de fondo". Y chapamos el repaso con el prestigioso y oscarizado Jack Cardiff, ocupándose de la dirección fotográfica.
Todo este bonito plantel -y más del que hablaré luego- dan forma y fondo a "Los ojos del gato", una película, ya lo adelanto, condenadamente entretenida, simpatiquísima, buenrollera y muy muy recomendable. A mí se me pasó en un suspiro hace un par de noches. Todo gira en torno a un felino callejero, la mar de precioso, con un objetivo, llegar hasta el dormitorio de una niña que le pide auxilio así como telepáticamente. En el camino, se topará con un tipo que quiere dejar de fumar y acude a una agencia muy eficaz pero brutalmente radical en sus métodos. Y un gangster adicto a apostar quien propone un juego mortal al amante de su esposa: dar la vuelta completa a un rascacielos desplazándose a través de la estrecha cornisa exterior. Si gana, se queda a la mujer y un buen pellizco de dinero. Si pierde... bueno, le espera el implacable asfalto tras una caída de varios metros.
Estas dos historietas son especialmente eficaces y, aunque quedan lejos del terror puro -yo usaría la palabra thriller-, vienen cargaditas de ideas brillantes, mucho humor (sobre todo la primera) y mucho suspense (la segunda, especialmente si padeces miedo a las alturas). Finalmente llegamos a la última que, sin ser un descalabro ni mucho menos, es un pelo flojilla, ni que sea por comparación. Aquí el gato logra su meta y, ahora sí, le tocará enfrentarse a dos trolls malignos, el diseñado por Rambaldi que amenaza a la cría y la autoritaria madre de esta. A pesar de dicha calidad descendente, el conjunto termina resultado altamente disfrutable. Concluido el show, uno lamenta la ausencia de esta clase de gozoso entretenimiento en el cine de hoy día.
Si como yo son amantes de los gatos, disfrutarán viendo al protagonista en acción, aunque puede que también sufran un poco en algunas escenas. Concretamente una en la que es sometido a una breve electrocución. Ya saben, según se dice no hubo mal trato y todo eran trucajes... y confío que así sea, pero, bueno, en 1985 estas cosas se miraban bastante menos. No obstante, y justamente por ser de la época que es, merece destacarse el trabajo de coordinación con las criaturas peludas. Está super bien resuelto, cosa más que meritoria considerando la -maravillosa- ausencia de CGI (y la no menos maravillosa individualidad de los felinos)
¡¡Ah!! Si no lo digo, reviento. En un momento dado, asistimos al encuentro entre un padre y su hija limitada intelectualmente. La escuela donde se desarrolla el bis a bis se supone para niños especiales, cosa indicada en un letrero. Lo gracioso del caso es que, mientras en inglés leemos "for the exceptional", el doblaje en castellano suelta un "para niños subnormales" que, salvo por mi risotada resultante, hoy se consideraría algo ofensivo.
Ya que estamos, a la cría monger la interpreta una aún muy jovencita Drew Barrymore, fresca de su paso por "E.T. El Extraterrestre" y a puntito de meterse en el infierno del vicio borrachuzo y drogadizo (no olvidemos que con tan solo trece primaveras fue ingresada en un centro de rehabilitación). Por aquello de dar cierta cohesión a la trama, su presencia / apariencia se expande a una niña anónima anunciando comida de gatos y el protagonismo total del último capítulo. Efectivamente resulta algo repelente, pero eso ya lo esperábamos. La acompañan el hoy mal considerado James Woods, perfectísimo en su rol de fumador compulsivo, Alan King, Kenneth McMillan, Robert Hayes en uno de los pocos papeles que podrían hacer sombra a aquel que le dio la fama, el de "Ted Striker" en "Aterriza como puedas", Candy Clark, James Naughton, James Rebhorn, Charles S. Dutton, Tony Munafo (amiguísimo de Sylvester Stallone y muy habitual en sus películas) y Mike Starr (el "Georgie Weiss" de "Ed Wood" y matón ineficaz en "Dos tontos muy tontos"), quien desaparece de la trama de una escena a otra y sin explicación alguna aparente.
A la sacrosanta hora de elegir la imagen ilustrativa, me he encontrado en una seria diatriba. Quería incluir mi favorita, la de tirón gótico con ese caserón absurdo en un páramo + luna llena -sin conexión alguna con el film-, pero también estaba la que en su día fabricó "Filmayer" para el lanzamiento en vídeo, igual de tosca / bella que la de "Miedo Azul". Al final lo más sencillo ha sido juntar ambas, milagro al que ha contribuido la extensión del tocho. Ventajas de padecer incontinencia "reseñista".

viernes, 23 de octubre de 2015

EL GHETTO / JAMESY BOY

Hoy voy a hacer, y además muy rápidamente, un dos por uno en reseñas. Y es un dos por uno porque son dos películas que he visto muy del montón, muy mediocres, de las que no hay demasiado que decir, pero de las que me gustaría dejar constancia, sencillamente, porque en estos tiempos que corren de consumo rápido, en los que vemos y vemos filmes descargados de Internet (aunque uno de los que voy a comentar, en realidad lo he comprado en DVD), dudo mucho que nadie algún día los recuerde, o que alguien se moleste en dedicarles una reseñita, al menos en español. Así que si esta ha de existir, que sea en AVT.
Ambos filmes son de temática carcelaria y/o marginal, que me interesa mucho, y sin darme cuenta, pues casi me como todo lo que huela a nigga o a cárcel.
La primera de todas ellas, es un telefilme de lujo, producido por la Paramount y emitido en la HBO, que luego más tarde se editó en DVD, llegando incluso a nuestro país. Y si en el suyo de origen, este se llamó “Our America”, aquí, con dos cojones, le han titulado “El Ghetto”. Basado en una novela, que a su vez se basa en una historia real, “El Ghetto” y cuenta la historia de una emisora de radio que quiere dar voz a los barrios pobres, desde el punto de vista de quienes viven en él, así que el responsable de la emisora contrata a dos jóvenes negros con el gusanillo del periodismo en el cuerpo, les endosa una grabadora de audio y, ale, a grabar un diario de su día a día, con los consabidos problemas que esto les traerá a todos con la morralla suburbial.
Lo curioso es que no está nada mal la película. Poco presupuesto, pero ritmo meramente cinematográfico  -y no televisivo- terminamos viendo una películita dramática muy simpática (¡que paradoja!) con la que se pasa un buen ratillo, sin más. Y es que tras la cámara está Ernest Dickerson, director de rotos y descosidos que ha firmado cosas tan majas como “Juego de supervivencia”, uno de los primeros lucimientos de Adam Sandler, “Bulletproof”, “El caballero del diablo” o la película de absoluto culto raperil “Juice”, para luego dedicarse de lleno y por completo al ámbito televisivo. Al menos, no facturó truños en celuloide.
La segunda es la ultima película que he podido localizar con Ving Rhames en su reparto;  una película con la que debuta en el largometraje el cortometrajista Trevor White, “Jamesy Boy” –literalmente, se traduciría como “Jaimito”-, un debut torpón y aburrido, drama carcelario, con chico blanco y conflictivo que tras una azarosa vida acaba en prisión. Allí, conocerá a un asesino (Rhames) con el que se creará un vínculo especial que le cambiará la vida.
Una mamarrachada sin más interés que el ver lo viejos y achacosos que están tanto Ving Rhames, como James Woods que da vida a un carcelero cabronoide. Una película que parece no quiere arrancar nunca, y cuando parece que lo ha hecho, resulta que son los títulos de crédito finales. Muy prescindible. Pero no deja de ser alentador el ver como el tío Rhames continúa imparable, haciendo tantas pelis como pueda ya sea en calidad de actor como en calidad de productor, alternando el, cada vez más escaso en su filmografía, cine mainstream con las mayores mierdas independientes de dos pesetas que uno se puede imaginar, auque para ello se tenga que ir al tercer mundo y aprender sus dialectos.
Pero lo cierto es que esta “Jamesy Boy” no vale absolutamente nada.
¡Ahí quedan!

lunes, 4 de abril de 2016

COLEGAS A LA FUERZA

“Colegas a la fuerza” es una prueba de que, a rasgos generales, el cine de los noventa es una puñetera mierda.
No es que se trate de una mala película, ni mucho menos. En su momento, 1991 resultaba una comedia trepidante de ritmo endiablado que combinaba con gran  precisión acción y risas, con Michael J. Fox en la cima de su carrera, y James Woods siendo versátil en sus registros actorales. O al menos, esa es la sensación que he tenido yo durante años sobre una película que me gustaba horrores. Con esa mentalidad me la puse anoche, con el fin de pasar una hora y media de puro entretenimiento que me dejara satisfecho y contento, sin más pretensión, antes de irme a la cama.
Y si bien es cierto que la película está bien dirigida, bien montada y que el guion, sin ser una obra maestra, cumple con su cometido, durante el reciente visionado me pareció una autentica patochada, nada graciosa, vergonzante por momentos, simplona, y que toma al espectador por un autentico gilipollas; pero esto es lo normal. El problema es, que aún con una factura técnica impecable, lo que le ocurre a esta película es que le han bastado 20 años para quedarse vieja, que es lo que le pasa a la mayoría del grueso del cine de los noventa. Le pilla en una transición entre el cine espectáculo de los 80 y las nuevas tecnologías de la década pasada y la actual, y sobrevive al paso de los años peor que el cine de los años 50. Porque, en lo que a producciones mainstream se refiere, los sesenta ya nos muestra una forma más o menos contemporánea de contar historias. Los 70, fue una década cojonuda, las películas que mejor sobreviven al paso del tiempo, las mejores, son las de los 70. Los 80, nostalgia y postmodernismo aparte ha dado títulos míticos que aunque se pueden quedar anticuados igualmente, no lo hacen tanto como las películas de los 90 que son, verdaderamente mierdosas. Y “Colegas a la fuerza”, es el claro ejemplo de una película que, siendo molona y vibrante en su momento, hoy se ha quedado en mera sombra de lo que fue en su momento.
Una “Buddy Movie”, por otro lado, un género que proliferó mucho en esa época,  que cuenta la historia de Nick Lang, un actor de súper producciones que harto de protagonizar papeles insustanciales, decide pasar una temporada al lado de un duro policía de Nueva York, viviendo su vida para componer un personaje al que aspira y el cual le gustaría interpretar. El policía en esos momentos está investigando el caso de un psicópata asesino llamado “El Aguafiestas”, y la intromisión del actor durante la investigación, dará pie a situaciones cómicas y/o de acción.
La dirige todo un figura como era John Badham que dirigió la obra maestra “Fiebre del Sábado noche”, el “Drácula” del 79, “Juegos de Guerra” y también, productos noventeros  anticuados como “Salto al peligro” o “A la hora señalada” a los que les pasa lo mismo que a este “Colegas a la fuerza”, y en los que Badham, lo único que hace son labores de director de estudio.
Como anécdota, comentar que, además de papeles para los raperos L.L. Cool J. o Mos Def, aparece en la película la musa de “Fiebre del Sábado Noche”, Karen Lynn Gorney, que desde aquella hasta esta, pasaron 15 años en los que no hizo ni una sola película, y aquí, tiene un papelito anecdótico en el que ni siquiera tiene texto. Supongo que se casaría, el marido la retiraría de la actuación, se divorciaría, y volvería al redil, porque tras “Colegas a la fuerza” si ha hecho cine con mayor regularidad.

miércoles, 27 de octubre de 2010

UN PASEO POR EL LADO OSCURO DE HOLLYWOOD

De los escritores cinematográficos que pueblan las páginas mas comerciales, sin duda mi favorito es el tristemente fallecido Miguel Ángel Prieto, autor de aquella obra maestra titulada MALDITAS PELÍCULAS.
Unos años después de su muerte, su editorial publica, creo que por primera vez, su primer libro, este, que si bien nos enfrentamos a una lectura amena, si ya has leído MALDITAS PELÍCULAS, este se queda un poco desfasado, puesto que las leyendas negras mas interesantes de Hollywood, ya vienen y mejor explicadas en el otro libro.
Claro que esté está escrito en 2003, y creo que nunca fue publicado, así que hay que verlo con otros ojos.
En definitiva, el libro cuenta en forma de grupos y listados, las muertes, escabrosas o no, más significativas de la historia de Hollywood, los asesinos de Hollywood, los acosos y acosadores (¿Sabían ustedes que Sean Young, enviaba muñecas ensangrentadas a James Woods, cuando este la abandonó…? ¡Sorprendente¡) y todo aquello que tenga que ver con el morbo en cuanto a las estrellas, viene bien explicadito y bien entretenido.
A destacar, el pasaje sobre el caso de O.J. Simpson, que visualizamos como si viéramos una película, o el caso, tan demencial como estúpido de Robert Blacke y su famoso “Fui a buscar mi pistola al restaurante”. Un autentico zoquete.
Las pegas son, que se centra demasiado en viejas estrellas del cine mudo o de primeros años del sonoro, que el espectador medio y/o joven no conoce (ni le interesa). Por otro lado, tiene demasiada foto enorme a más de media página, y un número ridículo de las mismas, con lo cual en un par de sesiones nos leemos el libro entero.
¿Qué por qué aparece este libro ahora, y no en 2003? No fucking idea, pregúntenselo a los de la editorial.

domingo, 16 de octubre de 2016

LOS FOTOCROMOS (Y TODO LO DEMÁS) DE "VIDEODROME"

Seguimos con el ciclo fotocromil dedicado a David Cronenberg (aún faltan un par más de títulos) con la que, para mí, es probablemente su mejor obra: "Videodrome". Una odisea extraña y aberrante llena de momentos de alucine ya icónicos (los labios de la tele, la ranura en el estómago, la pistola adherida a la mano...) y con un reparto encabezado por el siempre efectivo James Woods y una estupenda y preciosa Deborah Harry. Encima, la trama es un delirio absoluto sobre televisiones clandestinas, snuff movies y tumores cerebrales. Sí, un poco liante, pero da igual, lo compensa su aurea enfermiza.
Los fotocromos están a la altura de las circunstancias, destacando la imagen del momento más -absurdamente- gore del film, con el tipo al que se le abre la cabeza y la sale el cerebro. Ya les conté la historia cuando hablamos del quinto "Viernes 13" (y sus fotocromos), lo de mi amigo cuyo hermano curraba en "Trebol Films" y le cedía todo ese material que él me mostraba y yo deglutía con fascinante fervor. Es el caso de estos fotocromos de "Videodrome", que para algo llevan el sello "Trebol Films", y concretamente de esa truculenta imagen.
Completan el generoso cuadro la afiche, el poster y la cascada carátula del VHS que tengo el placer de poseer.
Ahora tocaría ir de guays soltando como colofón aquello de "Larga vida a la nueva carne" pero no lo haré... ay, joder... si lo acabo de hacer. Yo me maldigo el ombligo.
















domingo, 22 de diciembre de 2013

NO VAYAS AL BOSQUE... SOLA

El terror es un género muy agradecido. Cualquier mindundi puede pasarse haciendo películas toda su perra vida sin que nadie le haga ni puñetero caso, hasta que decide ponerse manos a la obra con una de terror y, si conecta mínimamente con el fan medio, se acabó el anonimato, esa será por la que se le recordará. Así de simple. Lo más divertido es que no tiene por qué ser una buena peli, basta con que sea peculiar. ¿Y qué entienden los fans por "una de terror peculiar"?. Fácil, que tenga sangre a borbotones. Mete gore que así, por cutre e inútil que sea, ya tendrás medio trabajo hecho. Si encima te subes a un género de moda, la censura te mete un tijeretazo y dejas que pasen un buen montón de años para que la nostalgia actúe, el cockatil resultante es explosivo.
Y si no, que se lo digan a James Bryan, cineasta totalmente zetoso y semi-amateur que operó entre los 70 y 80 y parió un buen puñado de títulos, todos baratos y pertenecientes a géneros tan diversos como comedia, drama, erotismo o acción. Nadie recuerda ninguno de ellos... y nadie recordaría a James Bryan sino fuera porque en 1981, muy oportunamente, decidió apuntarse al "slasher" justo cuando más pasta daba en las taquillas del mundo.
En realidad su aportación, "Don´t go in the woods alone", pobretona, patosa, tosca y cutre, arrastra la reputación de ser una de las peores muestras de "cine de acuchillamientos" de su época (aunque sin llegar al nivel de roñas tan tremendas como "Sábado 14" o "Last Slumber Party"). Lo que pasa es que en Inglaterra terminó desterrada a las listas de los famosos "Video Nasties", lo que le repercutió de modo altamente beneficioso. Desde entonces le acompaña un culto la mar de notorio y exagerado que yo, francamente, no me explico demasiado (el famoso y carísimo libro "Nightmare USA" le dedicó un buen porrón de páginas)
porque, por no ser, ni tan siquiera es demasiado truculenta (algo habitual entre los integrantes de la poca honrosa lista de títulos prohibidos por el gobierno británico). Sí, hay muuucha pintura roja, y también alguna amputación y decapitación, pero todo está tan mal parido y, sobre todo, resulta tan falso, que en ningún momento podemos decir que sea perturbador o especialmente impactante. Añade al pitote unas molestas y nada adecuadas dosis de comedia voluntaria (incrementada por la extravagante banda sonora a base de sintetizador, simpática cuando ilustra momentos de terror, pero muy dañina cuando adquiere un tono bufo) y lo que obtendrás queda lejos de ser medianamente ofensivo o escandaloso.
Lo ofensivo y escandaloso es la poca imaginación del guionista. "No vayas al bosque... sóla" narra los avatares de un puñado de excursionistas que se las piran a un monte de lo más transitado, si tenemos en cuenta la cantidad de pobres infelices anónimos que
pululan por allí y van siendo masacrados a lo largo de la peli. Un modo como cualquier otro de amenizar el visionado hasta que los protas se topen frente a frente con el psicópata de rigor, un especie de ermitaño vestido de oso, al que le gusta tanto matar como babear. Algunos  logran escapar, llegar a la civilización y pedir ayuda, ya que una amiga suya se ha quedado a merced del monstruo. Pero viendo que los agentes de la ley se lo toman con calma, deciden actuar por su cuenta y riesgo (lo que da pie a la única idea notable de la peli y que afecta directamente a esa amiga rezagada).
Todo ello, como decía, confeccionado de un modo altamente incapaz, muy amateur en el mal sentido. Lo que, sí, no lo niego, da cierto encanto al descalabro. Esta peli, grabada hoy día en digital, sería insufrible, pero ya conocen -o deberían- la capacidad del formato fotográfico para ocultar la estultez de las cosas. Todo parece más chulo en celuloide, incluso atentados tan chungos como "No vayas al bosque... sóla". Recuerdo perfectamente que de chaval le encontré horrorosa. La otra noche, consumiendo el ripeo del Beta que hizo mi buen amigo Enorm, pues hombre, la "disfruté" un poquito más, sobre todo la parte intermedia, que es la más dinámica (la edad no perdona, amiguitos)... pero, cojones, es jodidamente rancia.
¿Y que pasó con James Bryan?, pues no mucho. Hizo cuatro pelis más y se retiró a mediados de los ochenta, para dar paso a la inevitable "leyenda". De entre sus últimos estropicios destacan dos. La primera es "El ejecutor de New York", una "de justicieros" al estilo Bryan (es decir, muy muy zopenca) que algún día reseñaré cuando logre verla en castellano, ya que de momento únicamente he podido "gozarla" en v.o. (aunque me ha bastado para maravillarme ante sus innumerables anti-virtudes). Lo "mejor" del sarao es que se trata de un exploitation de "El Exterminador" (otro exploitation en sí mismo), tanto que en los USA se estrenó como "The Executioner Part 2", bizarro si tenemos en cuenta que cualquier película previa titulada "Executioner" no guarda la más mínima relación, ni argumental, ni formal, ni logística, con el film de Bryan. Fascinante. La otra es "Run Coyote Run", que ni tan siquiera figura en la filmografía que el cineasta tiene en Imdb. Se trata de la segunda parte del que se supone su último film real, "Lady Street Fighter" y lo marciano es que viene compuesta a base de collages de escenas de las "action movies" previas de Bryan, unidas por temibles insertos grabados en vídeo, dando como resultado una sopa sin sentido ni forma que terminó por enterrar definitivamete la carrera del gentleman.

lunes, 28 de mayo de 2018

LA PATRULLA DE LOS INMORALES

Robert Aldrich, director de prestigio y responsable de incontestables clásicos como puedan ser “Doce del patíbulo” o “Veracruz” en la recta final de su carrera (murió en 1983 por una insuficiencia renal) se desmelenó  sin importarle las consecuencias. “La patrulla de los inmorales” es la película más nihilista y salvaje que he visto jamás.
Obviamente, sabía de la existencia del film de marras desde que era niño, por eso me cuesta tanto creerme como no he podido descubrirla hasta el presente 2018. Quizás porque se trata de una cinta maldita y olvidada, una película que, tras su estreno, todas las entidades biempensantes en torno a ella se han cuidado de darle una visibilidad posteriormente. La película fue un fracaso absoluto, la crítica se cebó con ella y después tan solo apareció en alquiler en su época sin que haya habido ninguna reedición. De hecho, en DVD sigue inédita salvo porque en los USA algunos fans se han hecho con masters lo suficientemente buenos como para vender la película bajo demanda en DVD-R casero, como suele pasar con todos estos films malditos tipo “The gong show movie”.
En España, la película se estrenó en salas en 1979 (en los USA lo hizo en el 77) con una taquilla aceptable de casi 700.000 espectadores y luego apareció en vídeo de alquiler unos años después, a la vez que “Loca academia de policía” convirtiéndose injustamente en un título más, entre italianos y apócrifos, a engrosar las listas de las películas a rebufo de la de Hugh Wilson. Gracias a eso, y a algún pase televisivo, podemos encontrarla en redes P2P sin mayor problema.
Por otro lado, a más de 42 años de su concepción, de repente aparece en el catálogo de la plataforma digital Netflix, en los USA, durante un corto periodo de tiempo. Rápidamente, es retirada sin dar más explicaciones ¿Qué ocurre con esta película qué nadie quiere darle visibilidad? Los blogeros yankis llevan tiempo investigando el por qué se la oculta sin llegar a conclusiones claras (aunque ahora está a la venta y alquiler en Amazon video).
Yo creo que es más sencillo que todo eso. Es una película libre y antiacadémica, eso es ya más que suficiente para que sea menospreciada, pero si añadimos que sus protagonistas son sexistas, misóginos, racistas, asesinos y completamente lelos, pero que además, la película no se posiciona ni critica estas actitudes, sino que tan solo nos las muestra siendo además esta caterva de salvajes, los héroes de la función, yo creo que son motivos más que suficientes para que los poseedores de los derechos la oculten y la entierren en el fango hasta hacerla desaparecer, máxime con la ola de corrección política que nos asola en la actualidad. Para más inri, tratado todo desde una perspectiva cómica.
“La patrulla de los inmorales” prescinde de un argumento al uso para mostrarnos, tan solo, una serie de escenas, una tras otra, en las que vemos a un grupo de policías comportándose como auténticos garrulos. Abriendo tramas que nunca llegan a  concluir, eso sí, sin cortarse en las actitudes inmorales —muy bien traído el título castellano— ni en lo explícito de la violencia y el sexo que se nos pueda mostrar. En la recta final, un cuarto de hora antes de que acabe, si que hay una trama en la que uno de los policías, traumatizado por la guerra de Vietnam, entra en una situación de pánico y mata, por accidente, a un homosexual que está en el parque donde este grupo de policías suele emborracharse tras acabar su jornada. Sus compañeros le tapan. El jefe de estos, extorsiona a uno de los policías, uno que se va a jubilar, para que le de los nombres de los agentes que había allí la noche del suceso, cosa a la que el interfecto se niega. Cuando le amenaza con retirarle la pensión, da nombres. No diré que ocurre al final, pero sí que el cuerpo entero de policía aparece retratado como corrupto, todos se salen con la suya, y aún así, el final es feliz y esperanzador…. Menos para el marica asesinado. Para más inri, todo concluye con una carcajada por parte de cada uno de los miembros de esta patrulla de inmorales. No olvidemos que se trata de una comedia.
Yo creo que, aunque en ningún momento se juzga a los policías,  esta película es en realidad una feroz y provocativa denuncia de los cuerpos policiales, que resulta que —mira tú por dónde— actúan así en todo el mundo, o incluso peor (huelga decir, que no me gusta la policía tampoco). Creo que Aldrich fue muy valiente haciendo lo que se le pasó por los cojones, volviéndose lo que trataba de contar en su contra, al interpretar los espectadores que estaba haciendo una apología de lo que en verdad estaba criticando. Les diré por qué.
Resulta que “La patrulla de los inmorales” es la adaptación cinematográfica de un best seller, la novela “The Choirboys” escrita por Joseph Wambaugh quién a su vez había firmado el guion de la película. Wambaugh había sido un policía que en sus ratos libres escribía novelas sobre sus vivencias y que abandonó el cuerpo para dedicarse a la escritura en cuanto esto le fue bien. Cuando vio la adaptación de su novela, removió Roma con Santiago para desvincularse de la misma. Denunció a la producción y consiguió que se retirase su nombre, alegando que en su novela todos los actos reprobables de los que hacían gala los policías eran consecuencia de la tensión y hostilidad a la que debían enfrentarse cada día y que en la película se les pinta como poco menos que retrasados mentales sin moral alguna. Amén de que Aldrich había filmado un final que nada tenía que ver con el de la novela. Ganó el litigio y retiraron su nombre de los créditos.
Al respecto, Robert Aldrich dijo que la novela de Wambaugh era una  novela vulgar, y que en consecuencia, él había rodado una oda a la vulgaridad.
O sea, que en cierto modo, lo que era amoral era la novela de Wambaugh y no la película de Aldrich. Lo que si se le puede achacar a Aldrich es la poca pericia que tuvo para  mostrarnos la película como una crítica pareciendo que es todo lo contrario. Claro que Robert Aldrich ya había dado señales de sexismo y racismo con anterioridad. Así que a saber las intenciones con las que está hecha en verdad. Lo que si que es cierto, es que es una autentica joya, una comedia como solo se podría haber rodado en los setenta, un catálogo de atrocidades y, como muy bien dijo Aldrich, una oda a la vulgaridad.
Todo eso sumado al desorden narrativo, lo deslavazado de todo lo que cuenta, y la crueldad general, le valieron  las peores críticas que haya podido tener una película, que fue tachada de sensacionalista y barata. A mí me ha parecido una comedia que borda la obra maestra.
Al margen de todo esto, es condenadamente entretenida, y es tan fiera, pero tan fiera, tan fiera, tan fiera, que la comedia, los gags, no llegan a funcionar por lo mucho que se pasa de la raya con estos. Una maravilla.
Además está llena de caras conocidas como las de  James Woods, Louis Gosset Jr., Charles Durning o Burt Young.
Estupenda.
En su momento colgué en su correspondiente sección, los pertinentes fotocromos.

sábado, 8 de junio de 2024

CONTACT

Por ahí los noventa, a Robert Zemeckis le entraron ganas de convertirse en un director serio y prestigioso. Harto de parir cine abiertamente palomitero, a pesar del gran éxito que ello le había supuesto durante su carrera previa (no lo digo solo por "Regreso al futuro", "Tras el corazón verde" o "¿Quién engañó a Roger Rabbit?", incluyo la divertidísima "Frenos rotos, coches locos" -titulazo español para "Used Cars" / "Coches Usados"- más como éxito creativo que comercial), en 1994 dio el cambiazo con "Forrest Gump", un drama que revisaba algunos de los momentos más trascendentes de la historia de los USA a través de los ojos de un entrañable retrasado mental. La jugada le salió estupendamente, funcionó a la perfección entre crítica y público, incorporó algunos chascarrillos a la cultura popular ("Corre, Forrest, corre" entre ellos) y se agenció numerosos Oscars, incluido el de mejor director.
Bien, tras semejante logro ¿a qué aspirar? ¿qué clase de película podría superar las ambiciones de todo un "Forrest Gump"? Pues una en la que se hablara del primer contacto entre humanos y vida alienígena. Lejos lejísimos de las formas del cine palomitero, es decir, de modo científico, hasta filosófico si lo prefieren. Ni marcianos llegando con sus ovnis, ni rayos destruyendo monumentos famosos, ni tan siquiera a través del filtro del lagrimeo como hiciera el apadrinador de Zemeckis -Steven Spielberg- en su día con "Encuentros en la tercera fase" o la maravillosa "E.T. El extraterrestre". Y el único modo de abordarlo era a lo grande, con actores de primera, gran presupuesto, etc. Al fin y al cabo, es esa una trama muy poco atractiva comercialmente por la mentada ausencia de elementos espectaculares. Y a las pruebas me remito: "Contact" nació a finales de los setenta como guion de largometraje fallido, escrito por la persona más adecuada posible, Carl Sagan, astrónomo tremendamente respetado, responsable de la famosa serie "Cosmos" e interesado en el asunto alienígena desde ese mismo ángulo trascendental. Ante la imposibilidad de llevarlo a la pantalla, Sagan y señora decidieron convertirlo en novela, publicándola el año 1985. Y esa misma fue la que terminó adaptando Robert Zemeckis. Por desgracia -ya lo adelanto- Carl Sagan palmó en plena producción, sin realizar el pequeño cameo que tenía previsto, sin, obvio, ver el film concluso y sin conocer la ansiada respuesta al gran enigma, ¿estamos solos en el universo?
Una astrónoma se pasa el puñetero día con los cascos puestos esperando recibir una señal from outer space. Terminará llegando y pondrá el planeta patas arriba. Oculto entre los ruidos rítmicos hay un mensaje, concretamente los planos de un artefacto supuestamente creado para vérselas con seres de otro mundo. Los países de la tierra deciden invertir un pastizal en construirlo.
¿Por dónde empiezo? Mmmmh... ¿creo en la vida extraterrestre? Sí, sin duda. Como aficionado a la astronomía que soy, estoy completamente convencido de que ahí fuera, en ese vasto manto oscuro repleto de miles y miles de planetas, hay seres vivos. Ahora bien, ¿nos han visitado? No, ni por el forro. Ustedes me perdonarán, pero para mí resulta del todo absurdo creerlo. Vamoh a ve simeplico. Habitando como habitamos un pedrusco diminuto en medio de una inmensidad negra como el carbón, cuyas fronteras -de haberlas- desconocemos, es muy propio de la arrogancia humana pensar que al(gu)ien, a miles y cientos de miles de kilómetros, se habrá tomado la molestia de buscarnos, localizarnos y visitarnos. Llevamos demasiados pocos años activos -en términos astronómicos- como para que otra civilización lo haya logrado. De ser así, ¿por qué pegarse ese viaje larguísimo y, una vez aquí, mantenerse ocultos entre las sombras, sacar unas fotos y largarse? ¡¡No hombre -dirán-, no tardan tanto porque usan un agujero de gusano!! vale... en tal caso, además de lo sospechoso de no haberlo detectado, está la cuestión pericia: Si disponen de semejante capacidad tecnológica y, por tanto, conocimientos superiores... ¿cómo es posible que, nada más entrar en nuestra atmósfera, se estrellen? En fin... es ridículo. NO creo en marcianos pilotando platillos volantes y, aunque me pese, opino que aún tardaremos eones en detectar esa supuesta vida inteligente + avanzada (otra cosa sería la de tipo microscópico)... si es que lo conseguimos.
Por todo ello, me parece tan válida la opción que nos plantean Sagan y Zemeckis. Que dicho contacto se realice del modo que se muestra en el film y, como quien dice, no haya un final final. "Contact" visualiza ese primer "tête à tête" como un "hola que tal, hasta la próxima" muy poco satisfactorio para la audiencia. Pero totalmente verosímil. Igual que sacarse de la manga que los alienígenas "se disfracen" del padre muerto de la prota para no espantarla. Sí, lo sé, en su época fue todo un chasco. Vi "Contact" en el cine y recuerdo la sensación de frustración cuando el ansiado marciano adquiere la forma del gran David Morse, soltando eso de "Hola chispita" para mayor descojone de la platea al completo. Incluso "South Park" hizo guasa al respecto, no sin razón. Pero, visto ahora, más sabio e informado, repito, era lo único viable y científicamente razonable. Las ambiciones del proyecto no casaban con la idea de mostrar una criatura extra fantasiosa semi humanoide. De haber osado dar tal paso, la película entera habría terminado hecha añicos.
Podemos aplicar dicha agradecida sobriedad al resto de lo que muestra / cuenta "Contact". La paranoia de los altos mandatarios, especialmente aquellos situados en defensa. El modo tan hilarante en el que la estúpida y ridícula raza humana reacciona ante la noticia. La terrorífica respuesta de los fanáticos religiosos, con resultados catastróficos. Porque sí, la religión tiene un papel preponderante en la trama. Claro, ya sabemos, es Hollywood. Son los norteamericanos. Era inevitable que ello apareciera por algún lado, tocando los cojones. En un principio, la protagonista es descartada como viajera intergaláctica al declararse no creyente (y, por cierto, en la novela no es una astronauta, sino un grupo de distintas nacionalidades, pero el presupuesto no daba para más) Si lo piensas bien (y, como decía, abordas el film con la sabiduría del paso de los años) entiendes que lo de la religión era un asunto ineludible, porque sí, descubrir vida en otros mundos pondría en jaque muchísimas cosas, incluida la absurda existencia de un todopoderoso creador.
Lo grande de "Contact" es que, por lo expuesto, ha quedado como la única representante de su especie. A menos que se curren un remake / readaptación (Actualización 29/06/24: ya hay anunciado uno para 2026 con Jennifer Lawrence y Andrew Garfield), o una serie, no tendría mucho sentido volver a contar esa movida, porque no se puede hacer mejor y porque, eso, tampoco da para mucho más. Ha habido intentos posteriores de aproximarse un poquito. Lo más parecido serían "La llegada", que termina cayendo en clichés y no puede evitar mostrar a los supuestos alienígenas, o "Interstellar", protagonizada justo por uno de los actores principales de "Contact", un Matthew McConaughey desesperado por deshacerse de su encasillamiento en la comedia romántica -sin lograrlo, eso vendría más tarde-. Ninguna ha conseguido superar al film de Zemeckis (y la de Nolan me mola un rato) que, por cierto, cuenta con unos CGI aún algo primigenios pero muy bien explotados y aplicados.
Tal vez solo hay una cosa que me chirría, su protagonista, Jodie Foster. No me gustó en 1997, y tampoco lo ha hecho en mi más reciente visionado. Resulta irritante, un personaje antipático. Sus muecas distraen y el doblaje no ayuda. Suerte que el resto del personal lo compensa de sobras, Morse y McConaughey aparte, tenemos un fabuloso Tom Skerritt (maravilloso ver a su personaje jugándole el juego a los poderosos y -en un principio- ganando la partida con toda INjusticia. No menos maravilloso es el diálogo donde él mismo así lo reconoce), James Woods, John Hurt, William Fichtner, Angela Bassett, un Rob Lowe visto y no visto y una jovencita Jena Malone.

lunes, 1 de julio de 2019

SEGUNDO MANDAMIENTO: GERARDO

Musicalmente hablando, mi principal “Guilty Pleasure” es Gerardo. Les refresco la memoria: corría el año 90 cuando irrumpió en la escena americana este Gerardo, un rapero pasteloso más falso que un billete de 175 pelas, generado por una multinacional como producto para que las adolescentes tuvieran una cubierta de CD para correrse —Wayne Newton Dixit—, que hacía del concepto “Latin Lover” una caricatura de una caricatura. Unas letras espantosas, un estilo de mierda y una antipatía a prueba de bombas, amén de un sentido del ridículo nulo, eran la carta de presentación de este veinteañero latino. Torso desnudo con chupa de cuero, extensiones que simulaban una melena larga y rizada y bandana, se plantó en la radio y televisión con un “One Hit Wonder” bajo el brazo que le hizo vender miles de discos, el de “Rico, Suave” ¿recuerdan? Y como fue un éxito discotequero para retrasadas del Valle de San Fernando que fantaseaban con tirarse a un latino, este fenómeno llegó de cuclillas a España, donde pasó con más pena que gloria. Y me pilló en todo el medio.
Recuerdo que a eso de las 9 de la mañana de cualquier día laborable del año 90, en plena adolescencia y obsesionado con el rap que aquellos años me llegaba con cuentagotas, ponía por la mañana, antes de marcharme al colegio, el Canal Plus en abierto porque daban videoclips de actualidad y, muy de vez en cuando, ponían uno o dos de rap que yo, sin mucho criterio, iba recopilando en grabaciones de vídeo. Y de repente, entre vídeos de Mecano o de Lisa Stansfield, apareció el puñetero Gerardo con su “Rico, Suave”. Y quedé prendado de esa puta mierda. Yo detectaba que algo fallaba ahí, qué a pesar de que aquél ritmo y aquella canción me ponían a mover la cabeza y la adrenalina a mil, que aquél individuo era más popero que rapero, que lo que hacía era más cercano a los New Kids on the Block que a Ice-T, pero ese uso que hacia en su rap del spanglish y esas letras descaradas me ganaron por completo.
Canal Plus estuvo un par de meses programando, ya fuera en Los 40 principales o en otros espacios, los vídeoclips de este individuo que tan pronto como irrumpió quedó sumido en el olvido. Yo me agencié la casette de su primer disco, el “Mo’ Ritmo”, que la conseguí por la misma vía que conseguía todas las cassetes de rap en aquella época (mangándola en el Hipercor), y estuve escuchándola ininterrumpidamente durante todo octavo de E.G.B. Y después de octavo, continué escuchándola.
Yo sabía que lo que estaba escuchando no era bueno ni auténtico. De hecho, los pocos de mi quinta que repararon en su existencia, lo hicieron para mofarse, así que llevé mi adoración hacia ese ecuatoriano residente en Hollywood en secreto durante un par de años, ya saben, para no desentonar ni parecer distinto, aunque los cuatro gilipollas que continuábamos escuchando rap después del boom del 89 (ya saben, el del “Rap in’ Madrid” y el “Hey, Pijo”), ya desentonábamos por empeñarnos en escuchar algo que hacía ya un tiempo que había pasado de moda. De hecho, todavía, a mis 43 años, sigo cargando con ese estigma del “ser rapero”, pero eso es otra historia. El caso es que a Gerardo, tampoco los raperos de mi clase lo respetaban, incluso, recibían su rap con mayor virulencia que los otros. Que no era real, que era de pastel, decían, no sin total razón. A mí me daba igual.
Después, un sacó un segundo disco que fue un fracaso absoluto, y aunque a nuestro país llegaron los rescoldos de aquello en forma de videoclip en “Los 40”, ya no volví a oír hablar de Gerardo en lustros. Durante mucho tiempo después, hubo veces que le reconocí en su faceta como actor en películas en las que aparece como puedan ser “Colors” o “No puedes comprar mi amor”, las dos rodadas y estrenadas con anterioridad a su faceta como rapero.
Hasta que llegó Internet. Entonces, en 2006 aproximadamente, teniendo ya al bueno de Gerardo más que olvidado, me acordé de él, y me dio un día por buscarle en la red y descubrí varias cosas: Por un lado, se había convertido en un ejecutivo de la EMI latina en los USA —labor esta de la que vive realmente en la actualidad— y fue quién llevó a los Estados Unidos a Enrique Iglesias o quien fichó a Bubba Sparxxx. Tampoco había dejado de sacar discos desde 1990 y todos y cada uno de ellos, no era más que tristes intentos de repetir el éxito de su single “Rico, Suave”. Para más inri, acababa de sacar su nuevo disco “180º”.
Por cosas del destino, y charlando un día con mi amigo Jorgito sobre este individuo, instando a que recordara la época del “Rico, Suave” ya que a él le había dado por saco contándole lo mucho que me gustaba la música de este individuo en su momento, me dijo que había visto tirado de precio un nuevo CD de Gerardo en una tienda de discos muy popular de Madrid, “La Metralleta”. Y por hacer la gracia, fuimos allí, y me lo compré por unos escasos 5 Euros. El disco nunca se editó en España, pero por el motivo que fuese, allí lo tenían. Lo que pasa es que, cuando yo flipaba con Gerardo tenía 13 años y entonces iba a cumplir 30, por lo que en ningún momento pensé que me fuera a gustar un nuevo disco de Gerardo. Craso error… lo escuche, y lo escuché y lo escuché una y mil veces ¡¡me encantó!! Puede que ya entonces, la nostalgia facilitara el hecho de que disfrutara del escuchar al rapero casi 16 años después de la última vez, pero lo que me fascinó fue una cosa que sucedía en este disco: Mientras que el Gerardo que yo conocía, solo hacía canciones de follar y de vacile, amén de alguna excursión al mundo gangster en alguna canción (como por ejemplo “En mi barrio” que sonaba en el soundtrack de “Depredador 2”), lo que este reciente disco ofrecía era un Gerardo que, como reza el título del álbum, le había pegado una vuelta a su carrera de 180º. Ahora solo le cantaba a Dios y la canción que no era de carácter católico, lo era de carácter positivista, y el idioma del disco era eminentemente español cuando hasta ahora, Gerardo rapeaba mayoritariamente en Inglés, aunque a veces lo hacía en español o spanglish.
Resulta que Gerardo se había convertido al cristianismo y ahora compaginaba sus labores de gerifalte con la música y con su iglesia evangélica (o lo que sea) ya que, también era pastor. ¿Y esta conversión? Pensé que, siendo un muchacho de ventipocos años en los tiempos de “Mo’ Ritmo”, quizás al ir haciéndose adulto había ido profundizando en la fe cristiana y que era la evolución natural de este rapero ecuatoriano, pero ¡que va! Resulta que su disco anterior a este, el homónimo “Gerardo” de 2002, es más de lo mismo de siempre, folleteo, discoteca, e intentos de recuperar el éxito del archiconcido “Rico, Suave”. De hecho su single de aquél disco se titulaba “Sigo siendo Rico”. O sea que su epifanía había sucedido de un año para otro entre 2003 y 2004, no fue una evolución natural a través de los años.  Lo que realmente sucedió, es que Gerardo fracasó en los USA con su segundo disco “Dos” de 1992  y es vetado directamente por el machismo exagerado de muchas de sus canciones, por lo que pasó de ser el rey latino de las discotecas de Hollywood a ser un apestado en la industria musical norte americana. Se arruinó, y ya solo le seguían saliendo bolos en su país natal, Ecuador donde, al haber vivido Gerardo el sueño americano, está considerado poco menos que un Dios. Así que sus siguientes discos, “Así es” de 1994, “Derrumbe” de 1995 y el resto de los que les he estado hablado, fueron  concebidos exclusivamente para el mercado latino, y al de Ecuador en particular. Por eso, en mi reencuentro con el artista, este había abandonado el idioma inglés. Pero su éxito fue decayendo disco a disco, y gracias a dios que medró como ejecutivo en la industria. Por eso, cuando vio que su música calenturienta ya no interesaba a nadie, se sacó de la manga todo el rollo cristiano que plasmó en el disco de “180º” y este se convirtió en el siguiente disco suyo más vendido desde el primero; volvió a estar en boca, al menos, del público latino americano.
Con lo cual, y sabiendo todo esto, nos plantamos en el año 2017 y navegando por E-bay, veo que están todos los CDs de Gerardo a precios irrisorios de 80 ctm y cosas así. Y aunque provenían todos de recónditos países y podía pringar con los gastos de envío, Me los compré todos desembolsando un total de cinco CDs (el último ya lo tenía). Y recuerdo perfectamente cuando los escuché uno por uno, seguidos y del tirón: La semana antes de mi boda que decidí hacer zafarrancho en casa. Me puse a limpiar la casa con la música de Gerardo a toda pastilla. Escuchen bien lo que les voy a decir: Los discos de este farsante, este hortera, este oportunista, este pastelero, que además son malos como la peste, ME ENCANTAN. Además, me gustan de forma honesta, no en un sentido posmoderno o esnob en el que me pueda mofar de ellos, no, no, no. Me flipa la letra, la música y las rapeadas, me los se de memoria y hasta canto las canciones. Es mi mayor y más vergonzoso placer culpable y lo que más me inquieta, es que no comprendo por qué me gustará tanto esta basura.
Sirva esta introducción en la que les cuento mi relación con este rapero ecuatoriano, para reseñarles este documental, “Segundo Mandamiento”, que no es más que una excusa para hablarles de Gerardo y que, básicamente, resume un poco todo esto que les he contado y con el que, como fan del individuo que soy, disfruté como un enano por lo manipulado y sensacionalista que era. En “Segundo Mandamiento”, producido por la televisión ecuatoriana y teniendo algo que ver el propio Gerardo con su confección, se cuenta la historia del rapero desde su llegada a los Estados Unidos siendo un niño hasta la actualidad como pastor evangélico. Se nos cuenta su auge, caida y los problemas que tenía con cierta adicción al sexo de la que le costó salir y que casi destruye su matrimonio, a la vez que escuchamos declaraciones de amigos y conocidos, o al propio Gerardo, en las que todos nos cuentan lo caprichoso y mala persona que este era en sus buenos años, cómo se acostaba con todo lo que se menease costase lo que costase, o cómo en los tiempos en los que estaba arruinado simulaba, con un modo de vida que no podía permitirse, que todo iba bien. Digamos, que nos pintan una biografía en la que Gerardo es lo peor de lo peor, solo para luego vendernos que gracias su encuentro con Dios, ese ser abyecto y follador al que deberíamos odiar, ahora es un hombre bueno, justo y fiel. Pura morralla… pero morralla maravillosa.
Lo otro en que el documental hace especial hincapié es en demostrar que en los tiempos de “Rico, Suave” Gerardo era muy famoso y se codeaba con la creme de la creme de Hollywood (nadie lo puso en duda), así que le vemos posando en fotos junto a James Woods, Jay Leno…
Yo supongo que a ustedes, fieles lectores, todo esto que les cuento, les importa un bledo, pero por si alguno tiene curiosidad por este personaje, o por este documental sobre su vida, todo está en youtube. Yo creo que no hace falta odiarle, amarle o tan siquiera conocerle, para disfrutar de un documental sobre un rapero de mierda que está rodado a modo de publi-reportaje destinado a la prensa del corazón, es decir, harto de entretenido. A mí personalmente, Gerardo, me volvía y me sigue volviendo loco. Aunque sea una puta mierda… o quizás por eso.
Por cierto, hace un par de años también protagonizo un reality junto a su familia, al estilo de los que protagonizaba Ozzy Osbourne. No lo vio nadie y apenas duró una temporada.
Yo creo que el personaje, en resumidas cuentas, bien merece que echemos un vistazo a su discografía y filmografía. Qué también salía en muchas películas.
Por cierto, la foto con los CDs que ilustra la entrada, es la de los míos.