En el más que solvente documental “Not quite Hollywood: the wild, untold story of ozploiation!”, alguien definía esta película como “Indiana Jones y el templo de la basura”. Los distribuidores españoles tampoco se quedaron cortos (suponiendo que fuese idea suya) al buscar el slogan para la carátula: “Encontrada el arca perdida y recuperado el corazón verde, ¡ahora empieza la auténtica aventura!”. Vamos, que aquí no engañamos a nadie, “Sky Pirates” es puro refrito del héroe del látigo. Otros paises lo tuvieron más claro cuando lo titularon “Dakota Harris”, es decir, el nombre del avión que pilota el prota, y su apellido… lo gracioso es que en toda la peli no se refieren a él de ese modo en ningún momento.
Y sí… “Sky Pirates” es una copia bastarda de las desventuras del Dr.Jones, con el aliciente extra y exótico de ser Australiana (con los yankees ayudando un poquillo). El actor se parece a Harrison Ford. La música se parece (pero mucho!!) a la de John Williams. Hay imágenes icónicas idénticas (el avión volando en transparencia con un mapa cuya ruta queda marcada por una línea roja) y, a diferencia de los habituales plagios italianos, en general, a nivel fotografía y tal, la cosa se aguanta bien. El problema reside en que los productores pusieron tanto empeño en decorar el envoltorio, que se quedaron sin un duro a la hora de afrontar el contenido. Y claro, esas cosas no molestan cuando estamos viendo “Las minas del rey Salomón” de la Cannon, pues a fin de cuentas el elemento paródico es evidente. Pero “Sky Pirates” está tomada en serio y el poco humor que incluye es el mismo presente en los films de Indiana Jones, discusiones graciosas con la chica de turno, chascarrillos chanantes ante las situaciones de peligro, etc, etc.
En lo que sí “Sky Pirates” se adelantó al personaje de Lucas y Spielberg es en tocar el tema de los extraterrestres. Se supone que seres de otro planeta fueron los responsables de crear una tabla con los secretos de la humanidad o algo así (no me sean exigentes, por dios, que son las 10 de la mañana mientras escribo esto). El caso es que se rompió y los cachos quedaron repartidos por todo el planeta. El héroe en cuestión, y la hija del cura que investiga el asunto, buscarán los pedazos e impedirán que el malo se haga con ellos y bla, bla, bla.
Lo extraño de “Sky Pirates” es que, aún disponiendo de medios, estos no son los suficientes para lo que los responsables quieren contar, así, la sensación que obtienes es de que todo está encorsetado, y que la mayor parte del film está narrado a base de planos muy cerrados, que si la cámara se mueve un centímetro más allá nos daremos cuenta que se acaba el decorado, ya que está ambientada en los años 40 y, curiosamente, en las secuencias urbanas exteriores nunca vemos más atrezzo o extras que los mega-necesarios. Malos solo hay uno, y el clímax final es soso, tonto y desprovisto de toda espectacularidad. Acción y aventura sin acción, ni aventura.
Sin embargo, y a pesar de todo, la peli se aguanta y hasta entretiene lo justo, justito.
El encargado de llevar las riendas es Colin Eggleston, quien unos años antes había triunfado con el film de culto “Long Weekend” y fue elegido por los productores para tener el dudoso honor de dirigir este ambicioso proyecto.
Y sí… “Sky Pirates” es una copia bastarda de las desventuras del Dr.Jones, con el aliciente extra y exótico de ser Australiana (con los yankees ayudando un poquillo). El actor se parece a Harrison Ford. La música se parece (pero mucho!!) a la de John Williams. Hay imágenes icónicas idénticas (el avión volando en transparencia con un mapa cuya ruta queda marcada por una línea roja) y, a diferencia de los habituales plagios italianos, en general, a nivel fotografía y tal, la cosa se aguanta bien. El problema reside en que los productores pusieron tanto empeño en decorar el envoltorio, que se quedaron sin un duro a la hora de afrontar el contenido. Y claro, esas cosas no molestan cuando estamos viendo “Las minas del rey Salomón” de la Cannon, pues a fin de cuentas el elemento paródico es evidente. Pero “Sky Pirates” está tomada en serio y el poco humor que incluye es el mismo presente en los films de Indiana Jones, discusiones graciosas con la chica de turno, chascarrillos chanantes ante las situaciones de peligro, etc, etc.
En lo que sí “Sky Pirates” se adelantó al personaje de Lucas y Spielberg es en tocar el tema de los extraterrestres. Se supone que seres de otro planeta fueron los responsables de crear una tabla con los secretos de la humanidad o algo así (no me sean exigentes, por dios, que son las 10 de la mañana mientras escribo esto). El caso es que se rompió y los cachos quedaron repartidos por todo el planeta. El héroe en cuestión, y la hija del cura que investiga el asunto, buscarán los pedazos e impedirán que el malo se haga con ellos y bla, bla, bla.
Lo extraño de “Sky Pirates” es que, aún disponiendo de medios, estos no son los suficientes para lo que los responsables quieren contar, así, la sensación que obtienes es de que todo está encorsetado, y que la mayor parte del film está narrado a base de planos muy cerrados, que si la cámara se mueve un centímetro más allá nos daremos cuenta que se acaba el decorado, ya que está ambientada en los años 40 y, curiosamente, en las secuencias urbanas exteriores nunca vemos más atrezzo o extras que los mega-necesarios. Malos solo hay uno, y el clímax final es soso, tonto y desprovisto de toda espectacularidad. Acción y aventura sin acción, ni aventura.
Sin embargo, y a pesar de todo, la peli se aguanta y hasta entretiene lo justo, justito.
El encargado de llevar las riendas es Colin Eggleston, quien unos años antes había triunfado con el film de culto “Long Weekend” y fue elegido por los productores para tener el dudoso honor de dirigir este ambicioso proyecto.