Película Argentina rodada con pocos duros, pero aprovechando al máximo esos presupuestos, para ser el resultado una cosa de lo más amena y entretenida, contando a priori con todas las cartas para ser lo contrario.
Comienza como una película de terror adolescente, para luego pasar a convertirse en una comedia chusquera y terminar como un agradable melodrama costumbrista. La combinación de géneros, mezclados entre si, dejando a un lado las exageraciones propias del bajo presupuesto y una pareja protagonista que nos cae muy simpática (un adolescente y un espíritu), hacen de la película un entretenimiento mas que solvente. Si tengo que definir la película con una sola palabra, esta es “agradable”.
Un grupo de amigos, decide jugar a la ouija, con la mala suerte de que les llega un espíritu. Cuando deciden cortar la conexión, la copa en la que está el espíritu se rompe, con lo que este queda libre en la casa, con los consecuentes polstergueist.
Abandonan la casa, pero uno de los muchachos regresa y toma contacto con el fantasma, un Tanguero de los años 20 algo canalla, que dejó una cuenta pendiente en vida. Este le propone al muchacho dejarle alojarse en su cuerpo un par de días para acabar lo empezado, a cambio de contarle todos los secretos del más allá, y sacarle de dudas sobre su madre, fallecida cuando este aun era un bebé. Justo ahí cambia el tono de la película para pasar a convertirse en una divertida comedia, que recuerda misteriosamente a esta.
El visionado, hecho con todos los prejuicios del mundo, me resulto de lo mas satisfactorio, si bien es cierto que, aunque el componente fantástico, y mucho mas, el cómico están mas que presentes en toda la película, si que intenta parecer una película estándar Argentina (vamos, que no son unos mega-guachis como los de Farsa producciones y demás goremaniacos Argentinos)… por suerte para nosotros, no lo consigue.
El director Guillermo Gillo, curtido en el mundo del cortometraje, debuta con esta peli en el largo y lo hace con un suculento notable.
Comienza como una película de terror adolescente, para luego pasar a convertirse en una comedia chusquera y terminar como un agradable melodrama costumbrista. La combinación de géneros, mezclados entre si, dejando a un lado las exageraciones propias del bajo presupuesto y una pareja protagonista que nos cae muy simpática (un adolescente y un espíritu), hacen de la película un entretenimiento mas que solvente. Si tengo que definir la película con una sola palabra, esta es “agradable”.
Un grupo de amigos, decide jugar a la ouija, con la mala suerte de que les llega un espíritu. Cuando deciden cortar la conexión, la copa en la que está el espíritu se rompe, con lo que este queda libre en la casa, con los consecuentes polstergueist.
Abandonan la casa, pero uno de los muchachos regresa y toma contacto con el fantasma, un Tanguero de los años 20 algo canalla, que dejó una cuenta pendiente en vida. Este le propone al muchacho dejarle alojarse en su cuerpo un par de días para acabar lo empezado, a cambio de contarle todos los secretos del más allá, y sacarle de dudas sobre su madre, fallecida cuando este aun era un bebé. Justo ahí cambia el tono de la película para pasar a convertirse en una divertida comedia, que recuerda misteriosamente a esta.
El visionado, hecho con todos los prejuicios del mundo, me resulto de lo mas satisfactorio, si bien es cierto que, aunque el componente fantástico, y mucho mas, el cómico están mas que presentes en toda la película, si que intenta parecer una película estándar Argentina (vamos, que no son unos mega-guachis como los de Farsa producciones y demás goremaniacos Argentinos)… por suerte para nosotros, no lo consigue.
El director Guillermo Gillo, curtido en el mundo del cortometraje, debuta con esta peli en el largo y lo hace con un suculento notable.