Garrido no es ni un
gran autor, ni un gran director. Es más bien mediocre, pero no lo suficiente
como para tenerle en cuenta únicamente en ese aspecto, como sí pasaría con
muchos de sus coetáneos.
Es su condición de “outsider”, de hombre que ha rodado sus
películas por cojones, sacando el dinero de dónde podía y a base de
cabezonería, en un lugar tan poco dado al cine como es Palma de Mallorca, y el
hecho de pasarle el testigo a su hijo, también a su modo “outsider”, lo que le
hacen un tipo interesante para mí. Añadan que ese entusiasmo y esa
cabezonería no son flor de una primavera, Garrido lleva más de 30 años siendo
un director marginal.
Así que me enfrenté al visionado de “Héroes de cartón” con
entusiasmo.
Sin embargo, al ser esta su película que, tanto estética como
narrativamente, más se asemeja al cine estándar, al estar despojada de la
locura y desbarajuste de “¡Que puñetera familia!” o al carecer de la sordidez y
poco conocimiento de lo que se está haciendo de “Mordiendo la vida”, si que
podemos decir que estamos ante una de sus películas más flojas, menos
personales, pero ¡ojo! no por ello menos interesante.
Quizás sea su película más barata, e intuyo, que no
consiguió distribución más allá de algún que otro festival.
Cuenta la historia de cuatro desgraciados que viven de
alquiler en la casa de un anciano, al que le van a dar un dinero para que deje esa casa y con el que se meterá a una residencia de la tercera edad, por
lo que sus cuatro inquilinos se quedarán en la calle. No tienen trabajos fijos,
ni oficio ni beneficio, así que pensando en que pueden hacer, un día les visita
la taquillera del cine local del pueblo en el que están, animándoles a que si
van a robar el cine un fin de semana de estreno, se llevarán un buen botín.
Esto les dará unos buenos beneficios para empezar sus vidas, por ejemplo, en
Cuba. Así que planean el atraco.
Partiendo de la base de que la película está francamente
entretenida y se deja ver la mar de bien –cosa esta que tenía muy difícil,
puesto que se compone básicamente de eternos diálogos- lo que no
demuestra Garrido es un derroche de originalidad, porque la historia de cuatro
desgraciados de buen corazón, que planean un robo, está más vista que el tebeo.
Por nombrar una referencia similar, solo de nuestro cine, diré “Atraco a la 3”,
pero si nos ponemos a pensar referentes internacionales, la lista sin duda
crecerá.
Lo que pasa es que todo lo que aparece dentro del cuadro de
la acción, es tan pobre, tan cutre y tan chabacano, que acaba ganándose mi
simpatía. Porque la película se resuelve en poco más de tres escenarios
naturales, a saber; un caserío, un cine viejísimo y totalmente desprovisto de
glamour, que al no verse nunca el patio de butacas, incluso, pondría en duda
que ese lugar fuera realmente un cine, un destartalado piso, una sala de fiestas y un
cementerio.
Exceptuando la presencia de dos actores profesionales,
Antonio Mayans y Fernando Palacios, que dicho sea de paso, ambos están muy
bien, la presencia del propio director, que además posee grandes nociones de
actuación, su mujer y su hijo, el resto del reparto se compone de actores no
profesionales, que dotan el resultado de una extraña frescura, máxime si para
ambientar alguno de los muchos diálogos que tienen estos personajes se comete
la excentricidad de meter a uno de ellos en una bañera en un patio, a la que
se le ha customizado con una tablita, atravesándola, donde se le coloca su vinito, y
patos nadando. Como peninsular, esta
marranada lo que me trasmite es que se trata de un hecho habitual entre los
Mallorquines más arraigados a su tierra…
Fuera como fuere, lo que quiero decir es que todas estas
carencias de medios, el reducido reparto de no profesionales, las referencias
cinéfilas tan concretas que aparecen todo el tiempo (realmente, Garrido es un cinéfilo "old school"), y la chabacanería general, dejan claro al espectador que está ante una película amateur, con todas las características de las
películas rodadas por aficionados (exceptuando las nociones del director, que
las tiene, al menos, a estas alturas de 2002), solo que en lugar de usar el vídeo, el súper 8 o el 16 mm. han
tenido la oportunidad de rodar en 35 mm.
Pero no piensen en esto como algo malo, en absoluto.
Garrido rueda sin artificio alguno, sin filtros ni trucajes, y todo sucede
dentro de la cámara, sin
post-producciones ni etalonajes
informáticos durante el montaje, por lo que estamos, seguramente muy a pesar
del director al que, sin duda, le hubiera gustado echarle algo más de pasta al
asunto, ante un ejercicio de cine puro, que no requiere más que de una cámara y unos actores actuando, lo que está soberanamente bien.
Estamos ante otra película de Martín Garrido y, por lo tanto, ante una película especial, porque si he de decir el por qué me
fascina un director mediocre, que no ha rodado nada destacable, ni
para bien, ni para mal, he de decirles que posee una cualidad de la que muy
poquitos cineastas pueden presumir; y es que consigue que cada nueva película
suya sea única.
Por lo demás, estamos ante una producción de 2002, que parece
que esté rodada en los ochenta, cosa tampoco deja de parecerme
meritoria.
Me va este tipo de cine, que quieren que les diga.
Para enriquecer los datos técnicos, diré que Mayans hace las
veces de jefe de producción, y que la música original está compuesta por
Leonardo Dantés, que a juzgar por su debut cinematográfico, debería dejar de hacer esas canciones tan horrorosas y centrar todo su talento y energías a la cosa del cine.