miércoles, 26 de febrero de 2014

EL CABALLERO DEL DRAGÓN

“El Caballero del Dragón”, en cierto modo, es un clásico del cine español. Tan olvidada como recordada en las mentes de los espectadores, pero también se trata de una de las peores películas  del cine español. O al menos, no es de forma reconocida por sus artífices. Quizás por eso, ahora se la reivindica tan poco. Por eso, y porque, siendo una de las películas más caras del cine español, fue un fracaso estrepitoso que no recaudó ni la mitad de lo que costó.
Recuerdo yo en mi niñez, el haber visto la película en algún pase de televisión, y dejarme totalmente indiferente. De hecho los veintipico años que han pasado desde que la vi, los he pasado sabiendo de su existencia, pero importándome un bledo la misma. Hasta que el otro día a Naxo le dio por preguntarme que por qué no la había reseñado todavía. Y cierto era… así que la localicé y me la puse.
La película traslada la leyenda de San Jorge y el Dragón a un ambiente de ciencia ficción, teniendo como punto de partida una historia, a priori, interesante.  Una nave espacial que baja a la tierra en el medioevo y que, por las características de esta, es confundida con un Dragón. En su interior viaja un alienígena con aspecto de homosexual que se acaba enamorando de la princesa protagonista. Un caballero que la pretende y un fraile, intentarán enfrentarse al Dragón y al caballero que lo controla.
Era 1985 y la cartelera se llenaba de películas de ciencia ficción y fantasía; “E.T. El extraterrestre”, “La princesa Prometida”, “Lady Halcón”… de todo eso se nutre  la película y lo explota.
Cierto es que se trata de una súper producción, y dentro del cine español, en aquellos tiempos, no hay muchas películas en las que se vea que hay un gasto de dinero. Sin embargo, fuera de nuestras tierras, “El Caballero del Dragón” recibe trato de serie Z, porque efectivamente, los resultados son de espeluznante serie Z.  Mala es decir poco. No llega a comedia involuntaria, porque aunque toda ella sea ridícula, es demasiado sosa para provocar la risa (salvo en una escena en la que, se supone, una cabra es abducida. Ahí te mueres de risa, con el efecto de la cabra levitando, y con el paleto del pastor) y a parte, ya se encarga su director Fernando Colomo, que poco después triunfaría con todo aquel rollo de la comedia Madrileña,  de añadir las dosis justas, y sin venir a cuento, de humor. De un humor con el que no te ríes, claro. No funciona en absoluto. Aunque hagamos un esfuerzo por encontrarle algo divertido a la peli, no encontramos más que soberano aburrimiento y mucha, mucha… toneladas de vergüenza ajena.
Decir, que como buena súper producción, Colomo, en calidad, también, de productor no nos puso de protagonistas a Antonio Resines o a OscarLadoire, que va. La película cuenta con Harvey Keitel de protagonista (que a su vez es, también, el malo de la función) que por aquellos años, no tenía inconveniente en intervenir, muy poco convincentemente, en toda producción Europea que se le proponía (otra mierda, sería “Dream One”) y a Klaus Kinski, que se creía el mejor actor del mundo y que, mundo Herzog aparte, trabajó en sus buenos truños; “El Caballero del Dragón”, uno de los más destacables, en el que su locura se adueñó tantísimo de él, que en un momento de ira la pagó con el señor director, abalanzándose sobre el, y arrancándole un trozo de barba de un mordisco, tras una acalorada discusión. Colomo todavía está cagándose en la puta madre del actor, que además está desaprovechadísimo en esta película. Keitel se luce un poco más, pero vamos, que da igual la presencia de cualquiera de los dos.
Por otro lado tenemos a un teñido, anoréxico e inexpresivo Miguel Bose (que el espectador bien sabe que está haciendo una interpretación lamentable, pero que él creía estar haciendo la hostia en verso…) al que el vestuario le hace flaco favor… parece un retrasado. Digamos, que el traje de este extraterrestre (llamado, según los títulos de crédito IX, pero cuyo nombre no sale de boca de ninguno de los personajes, ni para dirigirse a él, ni para nada) es una especie del traje  del alien de “Alien, el octavo pasajero” al que le han arrancado la cabeza, han metido ahí dentro a Miguel Bose y después me le han plantado un casco de astronauta. Una remierda.
De vez en cuando la dan en la tele, pero parece como si se quisiera olvidar esta película, como si fuera una vergüenza para el cine español, que lo es, pero no más que cualquiera de esas películas españolas  que gozan de prestigio. Además, por lo menos se trata de una película de puro género. Eso no óbice para que esta sea una película antipática y rancia, una película que cae mal.
Me hace mucha gracia el final de la misma, abierto, dejando entre ver que volverán con una segunda parte, creyendo que esta sería un éxito. Todavía se tienen que estar dando de cabezazos contra la pared.
Como el reparto de la película es internacional, esta se estrenó, a destiempo, en gran parte del planeta, siendo un fracaso en todas partes por mucho Kinski que asome la polla por ahí.
En 1993 la película pasa a ser de dominio público, lo que hace que, edición cutre y cochambrosa en dvd de nuestro país aparte, la edite todo dios en los estados unidos por el morro (aunque de manera legal), consiguiendo una galería de carátulas a cual más delirante, destacando una en la que, para aprovechar el protagonismo de Klaus Kinski, roba una imagen de la película “Aguirre, la cólera de Dios” en la que él aparece, la colocan al lado de la nave espacial, se inventan un dragón mecánico y tirando millas.
En resumidas cuentas, esta mierda es curiosa, pero no es ni lo suficientemente buena, ni lo suficientemente mala, como para evitar el que si estamos cagando y no tenemos papel a mano, utilicemos el dvd, la carátula o, incluso, su póster para limpiarnos el ojo del culo.
Colomo, después se hizo un nombre en la comedia, pero nunca más volvió ha hacer cine fantástico.
Una vez declaró, en referencia a lo mala que es “El Caballero del Dragón”, que, da igual el género que cultive, al final todas sus películas, por los motivos que sean, acaban siendo comedias. Pobre. En este caso, yo diría que, más bien, le salió un drama.
¡Ah! También sale por ahí Fernando Rey, perdiendo en pocos minutos de actuación todo el prestigio ganado a lo largo de su  carrera.