Anthony Minghella es el director de dramas románticos como
El Paciente Inglés o Cold Mountain. Para esta Breaking and entering volvió a
contar con Jude Law, un actor más que competente, pero al que no puedo dejar de
ver como el “robot del amor” de Inteligencia Artificial. La película, al igual
que otras del mismo director es de un ritmo lento, también cuenta con historia
romántica, o más bien de desamor, crisis de pareja y sentimientos enfriados. Se
mezcla con un poquito, muy muy poquito de denuncia social y Minghella nos la
muestra con una iluminación más cercana a las TV movies que a las grandes
producciones cinematográficas. Esa iluminación es tirando a realista, a más
cruda, ya que la ciudad de Londres, o en este caso el suburbio de King´s Cross,
donde se desarrolla la historia, es casi un personaje más que influye en las
vidas de todos los personajes. De esta manera, con esta luz (salvo para ciertas
escenas nocturnas que son muy de set de rodaje) todo es más reconocible, y nos
acerca más a la historia que nos cuenta, ya que no deja de ser una historia de
crisis amorosas y personales, que nos pueden ocurrir a cualquiera.
Will (Jude Law) es un joven ingeniero de éxito, al que junto
a su socio Sandy (Martin Freeman) les han adjudicado la obra de remodelación
del barrio de King´s Cross. Ahora mismo este es un barrio deprimido, lleno de
delincuentes, prostitutas e inmigrantes de pocos recursos. Lo que la empresa de
Will pretende es limpiar el barrio, para empezar ponen su oficina alli, y al
poco de empezar las obras sufren varios robos en el local. Esto no desmoraliza
a los jóvenes socios a seguir en su afán por adecentar la zona.
Si bien la vida profesional de Will va viento en popa, su
vida en pareja se cae a pedazos. Comparte su vida con Liv, una danesa depresiva
(interpretada por Robin Wirgth, la Buttercup de La Princesa Prometida) que
tiene una hija autista de 15 años llamada Tanya. Will no es el padre,
cuando conoció a Liv, el que hasta ahora ha sido el amor de su vida, Tanya ya
había nacido. No es la mejor etapa de la pareja, Tanya con sus ataques de rabia o indiferencia, les deja agotados. Para colmo Liv, que tiene una fuerte depresión, va alejando a Will de su
lado, por lo que este se pondrá a buscar fuera del hogar esos sentimientos que
ha perdido, cariño, comprensión, ser amado….Con la excusa de vigilar la oficina
por si les vuelven a robar, Will sale de una casa donde no se siente amado y
donde cree que lo único que hace es estorbar. Al poco conoce a una prostituta
con la que entabla una relación de amistad, la cosa no llega más lejos de las
conversaciones y algun que otro calientapollismo por parte de la profesional
del sexo, pero nada más. Una de esas noches de vigilancia, Will ve a un chaval
intentando entrar en sus oficinas, le da el alto y el ladronzuelo sale
corriendo. Le sigue hasta su casa, pero no denuncia a la policía donde ha
llegado el chaval, y es que ha visto a su madre, una mujer serbia (Juliette
Binoche) de la que queda prendado. Al enterarse que es costurera, le solicita
varios arreglos de trajes y camisas, simplemente para poder entablar una
relación, al principio de amistad, con ella. En ese momento el argumento esta
presentado y listo para desarrollarse.
He nombrado varias veces la palabra crisis, y es que la
película es eso, la historia de una crisis personal y amorosa del protagonista.
Como se replantea su vida, como intenta conseguir esos sentimientos perdidos, y
salvo por un final algo estúpido para
poder poner las cartas sobre la mesa, la película es más que aceptable. Pero
claro, estamos viendo un drama romántico, no una de acción o tiros, así que
sean conscientes de lo que van ver antes de darle al play con esta película
dentro del reproductor.