Se ve que el director del tinglado, Federico Tarantola,
durante años estuvo realizando cortometrajes animados de corte experimental,
con medios que cualquier usuario de windows pueda tener a su disposición,
usando en montaje montones de efectos y mezclando imágenes, músicas y sonidos
hasta completar unas piezas, por lo menos para el que suscribe, muy
interesantes, porque ponen a prueba los sentidos. A estos cortos los iba numerando
y titulando“The Froggy snuff”. Lo que me llama poderosamente la atención de
estos cortos, es que, muchos de ellos, por no decir que prácticamente su
totalidad, contienen las mismas imágenes grabadas (y luego animadas) del primer
corto y, sin embargo, y teniendo en cuenta que son cortos a base de mezclar
imágenes, anarrativos y baratos, logra no repetirse. Las piezas son de un
experimentalismo que roza lo insoportable, y su estilo, aún totalmente contemporáneo
y basado en la informática, los videojuegos y la cultura pop, recuerda un poco al de un Jeff Keen de la buena época.
Y claro, teniendo en cuenta la procedencia experimental y
argentina del producto, cabía esperar un trabajo pedante, pseudo intelectual y
que tirase de espaldas, como todos los cuece habas que le dan al experimental,
que son unos redichos y unos posers a los que reventaría la cabeza a puñetazos
sin problemas. Pero no. Se trata de cine experimental rodado por un cafre de
mucho cuidado, sin una gota de pedantismo, mucho cachondeo y muy de agradecer.
Así pues, “The Froggy Snuff Movie Zero”, es un recopilatorio
en forma de largometraje de todos los cortos que Fede Tarantola rodó bajo el
nombre de “The Froggy Snuff” y que van conectados con un nexo de unión. En la
película, figura que estamos viendo una especie de programa de televisión
infantil, en el que nos van poniendo “Dibujitos animados” como dicen en la
propia película y que vendrían a ser los cortos de los que he hablado antes. Y
entre medias, concursos, locuras y chistes protagonizados por un maestro de
ceremonias con sombrero de copa, que entre corto y corto le rellena un vaso de
leche a un niño que tiene ahí flipando, al que le echa cada vez una droga
distinta a la par que da paso a un tío con cresta (el propio Tarantola) que
explica cosas raras de no se que hostias con la leche.
Lo bueno de todo este material que sirve como nexo de unión,
es que, filmado con pura Mini-DV, está grabado en una habitación cualquiera, a
la que los rótulos del programa que se supone que vemos son folios escritos con
rotulador, el atrezzo que usan está comprado en un chino y no disimula su
condición pobre, amateur y desenfadada. Vamos que se nota que está grabado en
casa de uno, e incluso, se enorgullece de ello. Amén del surrealismo de todas
estas escenas de en medio, que alcanzan cotas de locura como no he visto yo
jamás en el cine hecho por aficionados.
Así pues, una bocanada de aire fresco en el panorama
underground y en el panorama experimental, que he disfrutado con todos los
sentidos, y que me ha dejado fascinado, maravillado, y con ganas de ver más
cosas de este director, que no es más que lo que vemos, ni va da nada más que
lo que es.
Una absoluta locura, que no recomiendo más que a los
iniciados. Los amantes del cine experimental que se abstengan, porque este tipo
no solo no busca mensajes profundos en su cine, sino que, además, se lo toma a
cachondeo. Él no lo sabe, pero se ha reído, se ha cagado más bien, en todos
esos artistas y directores experimentales profundos, que al final no son más
que unos gilipollas.
Y los no acostumbrados más que al cine estándar, ni se les
ocurra verla.