Ambos filmes son de temática carcelaria y/o marginal, que me
interesa mucho, y sin darme cuenta, pues casi me como todo lo que huela a nigga
o a cárcel.
La primera de todas ellas, es un telefilme de lujo,
producido por la Paramount y emitido en la HBO, que luego más tarde se editó en
DVD, llegando incluso a nuestro país. Y si en el suyo de origen, este se llamó
“Our America”, aquí, con dos cojones, le han titulado “El Ghetto”. Basado en
una novela, que a su vez se basa en una historia real, “El Ghetto” y cuenta la
historia de una emisora de radio que quiere dar voz a los barrios pobres, desde
el punto de vista de quienes viven en él, así que el responsable de la emisora contrata
a dos jóvenes negros con el gusanillo del periodismo en el cuerpo, les endosa
una grabadora de audio y, ale, a grabar un diario de su día a día, con los
consabidos problemas que esto les traerá a todos con la morralla suburbial.
Lo curioso es que no está nada mal la película. Poco
presupuesto, pero ritmo meramente cinematográfico -y no televisivo- terminamos viendo una
películita dramática muy simpática (¡que paradoja!) con la que se pasa un buen
ratillo, sin más. Y es que tras la cámara está Ernest Dickerson, director de
rotos y descosidos que ha firmado cosas tan majas como “Juego de
supervivencia”, uno de los primeros lucimientos de Adam Sandler, “Bulletproof”,
“El caballero del diablo” o la película de absoluto culto raperil “Juice”, para
luego dedicarse de lleno y por completo al ámbito televisivo. Al menos, no
facturó truños en celuloide.
La segunda es la ultima película que he podido localizar con
Ving Rhames en su reparto; una película
con la que debuta en el largometraje el cortometrajista Trevor White, “Jamesy
Boy” –literalmente, se traduciría como “Jaimito”-, un debut torpón y aburrido,
drama carcelario, con chico blanco y conflictivo que tras una azarosa vida
acaba en prisión. Allí, conocerá a un asesino (Rhames) con el que se creará un
vínculo especial que le cambiará la vida.
Una mamarrachada sin más interés que el ver lo viejos y
achacosos que están tanto Ving Rhames, como James Woods que da vida a un
carcelero cabronoide. Una película que parece no quiere arrancar nunca, y cuando
parece que lo ha hecho, resulta que son los títulos de crédito finales. Muy
prescindible. Pero no deja de ser alentador el ver como el tío Rhames continúa
imparable, haciendo tantas pelis como pueda ya sea en calidad de actor como en
calidad de productor, alternando el, cada vez más escaso en su filmografía,
cine mainstream con las mayores mierdas independientes de dos pesetas que uno
se puede imaginar, auque para ello se tenga que ir al tercer mundo y aprender
sus dialectos.
Pero lo cierto es que esta “Jamesy Boy” no vale
absolutamente nada.
¡Ahí quedan!