Acaparador de premios, con una obra con los ojos más puestos
en el extranjero que en el mercado español (cosa que no me extraña) Roca se ha
hecho un nombre en la industria del cómic. Un nombre grande, además. Y sin ser
yo un erudito de los cómics, siendo un consumidor básico y eventual como aquél
que dice, hago en esta ocasión de
abogado del demonio porque, a mí me gusta Paco Roca. Y me gusta mucho. Y creo que
me gusta, precisamente, porque no soy un erudito del cómic. Soy, precisamente,
el grueso del mercado al que va destinado Paco Roca.
Yo descubro a Paco Roca a través del cine. Es decir, que vi
de manera accidental una película tan poco atractiva a priori como es
“Arrugas”, y por avatares del destino, me encantó esa película. ¿Cuál es el
siguiente paso natural? Pues leerse el cómic, que era igual que la película. Y
me gustó también.
Con esa impresiones me leo “El invierno del dibujante” y me
gusta más todavía, porque además de se un cómic que está muy bien, habla de un
tema que me interesa mucho como es la factoría Bruguera. Más concretamente, “El
invierno del dibujante”, cuenta de manera no cronológica, como los dibujantes
Escobar, Giner, Peñaroya, Conti y Cifré, abandonan, con dos cojones, la
editorial Bruguera para independizarse y autogestionar sus propias
publicaciones creando la revista “Tio Vivo”, y como la factoría Brugera, gente
más mala que la quina, despliega todo su poder sobre la nueva empresa para que
esta se hunda, y así, que esos dibujantes vuelvan a ocupar su puesto de trabajo
en una empresa que les quita sus derechos como autores.
Se insinúa, por otro
lado, la posible traición que sufren estos valientes por parte del genio Vázquez,
así como se le dedican viñetas al a capacidad de trabajo del, en 1958, novel
Francisco Ibáñez.
Todo ello con una fluidez narrativa encomiable, un dibujo
preciosista y unos colores ideales para trasmitir los estados de ánimos que
requieren los diferentes pasajes del álbum. Para que ustedes lo entiendan, una
obra concebida para que la entiendan los tontos, para que puedan leerla hasta
mi madre que no ha cogido un tebeo en su vida, que le guste, y esté deseando
comprarse lo siguiente de este autor. Así funciona Paco Roca. Hace tebeos de
corte popular, lo que, como en el cine, a mí me parece muy bien.
Y he disfrutado mucho con este álbum que me consolida como
seguidor de este autor, si bien es cierto que prefiero no escuchar nada que
tenga que decir más allá de las viñetas. Pero no es solo que sus cómics sean de
corte popular, que eso es lo bueno,
también pasa que son carne de intelectualoides que reivindican cierto
cómic de corte más “profundo” y “Artístico” –caso también de la obra de Roca-,
sin haberse echado en su puta vida a los ojos un “Mortadelo” o un “Asterix”,
publicaciones que, por otro lado, despreciarían. Como pasa con la mayoría de
los artistas más aceptados; el problema no es su obra, sino los gilipollas que
la siguen.
Al margen de todo esto, “El invierno del dibujante” es un álbum
que da gusto verlo, Paco Roca es un monstruo de la historieta, es bueno de
cojones. Pero también un vago, porque seguramente él se amparará en cuestiones
de ritmo y/o estilísticas, pero eso de quitarse una página entera mostrando en
varias viñetas un mismo dibujo de una puerta, con la excusa de mostrarnos la
conversación que da lugar tras ella, es de tener un poco de jeta. Y más siendo
un autor de tal envergadura. Quizás por eso, también, se permite esos lujos.
Pero lo cierto es que “El invierno del dibujante” es una jodida maravilla.
Muy recomendable.