Pero no era una película concebida para su lucimiento. Ni
para el de su partenaire Don Cheadle, si no que en el papel, la película estaba
destinada a ser protagonizada nada menos que por Tom Cruise y Javier Barden.
Cruise en el papel que al final haría Sandler y Barden en el de Cheadle. Tom
Cruise no quiso hacer la película tras mucho cabilarlo y fue entonces cuando el
esnob Javier Barden sugirió que protagonizara la película Adam Sandler tras
haberlo visto en “Punch Drunk Love” de Paul Thomas Anderson. Sandler, a sus
cosas, preparando alguna de sus películas populacheras que son las que le
generan millones, leyó el guion y dijo que nanai, que no iba a hacer una
película tan deprimente.
Vista la falta de interés por todas las estrellas a las que
se le ofrecían los papeles, Barden decidió no hacer la película. Es entonces
cuando Adam Sandler leyó por segunda vez el guion, le vio las posibilidades, y
aceptó hacerlo. Y después vino Don Cheadle. Y aquí es cuando yo doy gracias al
cielo porque esta película con Cruise y Barden, hubiera sido insoportable, todo
lo contrario que con el casting definitivo, que es el que hace que una historia
tan triste y tan bonita funcione.
Cuenta la historia de un dentista (Sandler) que resulta que
pierde a su mujer y a sus hijas en uno de los aviones del atentado a las torres
gemelas. En consecuencia sufre trastorno post traumatico que lo deja medio
tonto. Por otro lado tenemos a otro dentista (Cheadle) que aunque ha triunfado
en la vida se siente solo y sin amigos, por otro lado tiene que lidiar con una
paciente la cual le quiere chupar el rabo –literalmente- y ante la negativa de esta, la mujer le
denuncia al dentista por acoso, como acto de venganza. Resulta que estos dos
dentistas eran compañeros de piso en la Universidad, y ya adultos, se
reencuentran con sus penas y sus traumas, y en torno a su relación gira la
película.
La verdad es que es una de estas películas bonitas que le
dejan a uno el corazón en un puño, bonita, pero no babosa, ni cae en el
sentimentalismo barato. Además de hacer un alarde técnico encomiable y tener la
capacidad de enganchar al espectador con una historia muy sobria.
Sin embargo, no cuajó mucho. Quizás por una clasificación
para mayores de 16, la película apenas reacudó 22 millones de dólares, lo cual
para los estándares americanos es una miseria. Pero más miseria son los 96.000
eurillos que dejaron en la taquilla los 17.000 espectadores que fueron a verla.
Y es una pena, porque esto es cine con mayusculas, bonito que te cagas, y
esteta, casi, hasta dar grimilla.
A mí me ha encantado.
Sin embargo, es curioso que esta película sea obra de su
director y guionista Mike Binder, que no destaca precisamente por tener en su
haber películas tan buenas, siendo el responsable de cosas tan inocuas como
“Diario de un ejecutivo agresivo” o “Lo mejor para ella”. Se ve que aquí puso
toda la carne en el asador.