“Justino, un asesino de la tercera edad” cuenta la historia
de un apuntillador que se jubila. Ante el estupor que le produce la vida
contemplativa, y la falta de respeto que recibe de su propia famila, se dedica
a asesinar gente para para pasar el rato, mientras sueña con irse de vacaciones
a Benidorm. La gracia está en que, como se trata de un anciano, nadie puede
imaginarse que el artífice de estos asesinatos, pueda ser Justino.
“La cuadrilla”, tandem de directores españoles formado por
Santiago Aguilar y Luis Guridi, irrumpe en el cine español en un momento
bastante propicio para hacerlo; en plenos años 90 y con el boom del cine gore y
la caspa a pleno apogeo.
Son tiempos en los que se impone un cine gamberro (e
irritante) con nombres como Santiago Segura o Alex de la Iglesia capitaneando
lo que es también un relevo generacional, tiempos en el que el cortometraje de
género español, lejos de ser relegado al ostracismo, se programa incluso en
televisión, y tiempos en los que una película pequeñita, de no más de 13
millones de pesetas y rodada en 16 mm y blanco y negro, sobre un anciano que
asesina gente para pasar el rato, aspira a varios Goya, e incluso se lleva
alguno.
Ergo, perteneciendo esta película a aquella época fatídica,
en la que incluso un director tan oscuro y personal como Juanma Bajo Ulloa
cambia de registro para hacer el cafre de mala manera con la exasperante
“Airbag”, “Justino, un asesino de la tercera edad” no gozaba en absoluto de mis
simpatías.
Sin embargo, quedando lejos aquellos tiempos infames y
siendo sus directores los más auténticos de aquella hornada , despojándome de
los prejuicios que en mí generan aquellos tiempos, me siento frente al
televisor dispuesto a ver y juzgar objetivamente, una película que, sin
embargo, lleva en mi videoteca una buena ristra de años. Y, a parte de que
posiblemente el paso de los años haya beneficiado a la cinta, así como el buen
aspecto que brindan los 16 mm. en blanco y negro (que a poco que ilumines con
un foquito bien colocado, ya le da a todo aspecto expresionista), lo cierto es
que esta película, pequeña, barata, es demasiado extraña para tratarse de un
producto mainstream, y demasiado ostentosa si la calibramos como un producto
amateur, que es de lo que tiene alma.
Al margen de esto, yo diría que es un poco una revisión de
aquellas comedias negras españolas de
los años 50 tipo “El Pisito”, pasada por la turmix de las tendencias de
mediados de los 90 (o sea, gamberrismo, sangre, asesinatos…), lo cual, en
cierto modo, es siempre positivo pese a que a los directores les precediesen
cortos como “La hija de Fu – Manchú 72”, que derrochaba enojoso postmodernismo, y
que podía hacernos intuir erróneamente que
los tiros de este “Justino…” iban a ir por ahí. Pero no.
Y es que, al margen de ese look a lo Marco Ferreri
(¿voluntario o consecuencia directa del 16 mm. en blanco y negro?), la posible
gracia que tenga la película, la puesta en escena vanguardista y lo divertido
de la historia que nos cuenta, a mitad de película, cuando “La cuadrilla”
tratan de inculcar a la caótica escena en la que Justino asesina a su vecina
cierto toquecito “slapstick”, se ve que “La Cuadrilla” no estaban todavía muy curtidos
y el ritmo que hasta ese momento tenían tan bien medido, se va al carajo en adelante. La escena final, con la
carnicería en la residencia de ancianos, se ve solapada por el humor chabacano
que traen los policías que irrumpen en la escena del crimen, quedando todo, no
solo muy de andar por casa, sino tonto. Queda mal.
Pero, para cuando hemos llegado a ese punto, ya la película
esta a punto de acabar, y lo cierto es que es una hora y media que pasa en un
santiamén, y en la que, sin duda, nos hemos entretenido. Y lo que es mejor, nos
hemos hasta reído. No está mal la cosa.
“Justino, un asesino de la tercera edad”, sería, a pesar de
todas sus carencias económicas, la primera —y la mejor— de la trilogía de “La
Cuadrilla” a la que tuvieron a bien llamar “España por la puerta de atrás”, y
si bien “Justino…” tiene cierta gracia y montones de aciertos estéticos y
narrativos (tantos como fallos), sus siguientes películas, “Matías, Juez de
línea” y “Atilano, presidente”, películas que debido al revuelo que tuvo
“Justino…” en el media español, gozaron de mayor presupuesto, son ya una cosa
aburrida, lenta y carente de la personalidad que sí tiene esta.
Con Saturnino García, Carlos Lucas y Paco Maestre
encabezando el reparto, tenemos pequeños papelitos para Juanjo Puigcorbé,
Popocho Ayestarán, Félix Rotaeta o la mítica Marta Fernández Muro.
“La Cuadrilla”, tras su trilogía, no volvieron a hacer más
cine, ni juntos, ni separados, a parte de un documental muy triste que Santiago
Aguilar dedicó a Carlos Lucas; “De
reparto”. Eso sí, se han ganado la vida en el audiovisual después.