Conocida originalmente como “Horror in the Attic”, pero
también con el título de “The Attic Expeditions”, “Terror en el ático” llega a
nuestro país directamente a DVD en aquellos años locos del videoclub de
primeros de este siglo, en los que llegaban a las estanterías toda suerte de títulos de
serie B, en una época que no volverá a repetirse y que el fandom parece que se
resiste a reivindicar. Tal vez sea porque aquellos títulos tienen poco de
memorable.
Como fuere, “Terror en el ático”, parida por Jeremy Kasten, que
forjado como ayudante de producción de un sinfín de películas costrosas de bajo
presupuesto, se hizo popular durante una temporadilla por realizar el remake de
“The Wizard of Gore”, el clásico de Herschell Gordon Lewis que con el mismo
entusiasmo que se habló de él en la prensa extranjera en su momento, se le dio
de lado una vez este fue editado en DVD. Y Kasten pasó a ser, de nuevo, un
directorcillo de serie B sin mayores méritos.
Pero antes de esto, Kasten, realiza este Terror en el ático
que le costó casi 10 años de su vida desde el momento de su concepción hasta
que finalmente vio la luz en las pantallas.
El guion de “Terror en el ático” se escribió en 1991 como
encargo, ya que en realidad se trataba de un guion perpetrado para convertirse
en la cuarta película de la franquicia “Witchcraft” —saga esta que cuenta hasta
hoy con la friolera de ¡¡16 películas!!— cuyos films no guardan demasiada
relación entre sí. Sin embargo Jeremy Kasten consideró que el argumento de esta
película era estupendo, una gran premisa como para desperdiciar el material
escrito en una entrega más de la costrosa serie de películas, por lo que Kasten
se reunió con los productores para ver si podía realizar esta película
independientemente de la saga a la que en un principio pertenecía este guion.
La respuesta fue positiva.
Sin embargo no fue hasta 2001 que Daniel Gold y Dan Griffiths, los productores
de la película, consiguieron el millón de dólares que necesitaban para
financiar el “ambicioso” proyecto que tenían entre manos, por lo que el guion,
desde los 90 hasta que se llevó a cabo, dio más vueltas que una noria y poco
quedaba ya de lo que este era cuando este iba a ser “Witchcraft 4”. Entre
tanto, Kasten fue trabajando en otras cosas.
Una vez comenzada la producción todo se reducía a economizar
gastos, por lo que, ambientada en un psiquiátrico, los productores encontraron
un hospital abandonado donde se rodarían todas las escenas ambientadas allí,
mientras que para el gran caserón donde transcurre el resto de la película localizaron
una enorme mansión casi en ruinas cuyos propietarios les dejaron utilizar para
el rodaje de la película a cambio de que les pagaran las obras de remodelación
de la misma. Así lo hicieron, y además de servirle al equipo para rodar la
película, sirvió para que el protagonista, Andras Jones (al que ya vimos en “Pesadilla
en Elm Street IV”), viviera allí durante el rodaje.
Y sin más. La película es tan pequeña que una vez rodada se
movió por los festivales y canales de distribución habituales de este tipo de
productos y a estas alturas ya no la recuerda absolutamente nadie.
Su único aliciente es un reparto encabezado por Jeffrey Combs, interpretando por enésima vez a un medico chiflado en un film que parece
diseñado para su lucimiento. Y es que Jeremy Kasten es un absoluto fan de
género y quería nombres más o menos míticos en su cinta. Por ello, acompañan a
Combs en el reparto, nombres como los de Alice Cooper, Seth Green o Ted Raimi,
nombres estos por los que la cinta cobra cierto interés.
Y una vez saciada la necesidad del aficionado de ver en
pantalla a estos actores, en cierto modo, icónicos de un estilo concreto, se
acabó lo bueno, porque no existe película más cochambrosa y aburrida que “Terror
en el ático”. En ese sentido, destaca la
poca habilidad que tiene Kasten de contar una historia, porque cuesta horrores
enterarse de que está pasando en la película. Vemos a Combs, intuimos que la
cosa va hospitales psiquiátricos, que hay coqueteos con la brujería… pero más
allá de eso, no entendemos mucho más. Mala como el mismo diablo.
Una curiosidad como otra cualquiera…