Partamos de la base que soy un gran fan de la saga y del personaje de "Harry Callahan". Es cierto que lo he dicho ya un montón de veces, pero teniendo en cuenta cómo son las cosas y la naturaleza humana, doy por sentado que ninguno de ustedes lo sabe. Y por esa misma razón, tampoco diré nada malo de "Harry, el ejecutor", que en versión original fue bautizada como "The Enforcer" y en nuestros sueños podría titularse "Harry, el sucio 3" (cosa que sí ocurrió en países como Alemania o Japón). Efectivamente, es la tercera aventura del rudo policía, situada en plenos y gloriosos años 70. Las otras dos aún estaban calientes, así que podemos considerarla el cierre temporal de una trilogía que no reviviría hasta 1983 con la estupenda "Impacto Súbito".
Lo que aquí tenemos es un "Inspector Callahan" más duro, patillero y políticamente incorrecto que nunca. Estamos en 1976, el punk anda cociéndose en la ciudad de Nueva York mientras los hippies agonizan, tal vez por ese motivo la película se decanta por estos últimos a la hora de inventarse unos villanos, una panda de revolucionarios dispuestos a matar a quien sea por la causa... y por dinero, su verdadero motivador. Entre los caídos están el entrañable "DiGeorgio", interpretado por John Mitchum (hermano de Robert), una persona + personaje tan afín a la trilogía original de "Callahan" como Harry Guardino/"Lt.Bressler" o Albert Popwell. Que "DiGeorgio" sea uno de los que la palma, y motive la venganza personal del protagonista, podría considerarse como ese "cierre metafórico" de la serie.
El siguiente que visita el otro barrio, y que termina por cabrear como una mona al bueno de "Harry", es la inspectora "Kate Moore", interpretada por Tyne Daly, actriz que luego se haría popular gracias a la serie de televisión "Cagney & Lacey" (y que recientemente pudimos ver en "Spider-Man: Homecoming"). Aquí es el centro sobre el que giran todos los gags cuya función consiste en pitorrearse del feminismo. No queda muy claro si la condición abiertamente machista de "Callahan" es cuestionada o no (como el glorioso momento en el que, para interrogar a una prostituta, la agarra violentamente por el cuello). Hay escenas en las que vemos cómo la inspectora es tratada con desdén por el resto del reparto masculino, en plan "Mira que injusto". Pero luego las hay que la chica se comporta como una auténtica idiota. En fin, el caso es que sacrifica su vida para salvar al prota y este se carga al malo usando nada menos que un bazooka, momento celebrado con júbilo por vuestro humilde narrador. A aquel le da vida DeVeren Bookwalter, actor de escueta carrera y muerte prematura que antes de su salto al mainstream se dejó comer la polla en un corto de Andy Warhol muy consecuentemente titulado "Blow Job". Curioso.
Sin embargo, la función de la reseña no consiste en decir el estupendo pedazo de celuloide vibrante y sumamente entretenido que es "Harry, el ejecutor", porque lo es (al terminar, mi señora y yo aplaudimos entusiasmados como si fuese la primera vez). De lo que se trata es de soltar el consecuente llanto del "ya no se hacen como esta". Hoy día, una película de acción como la comentada sería facturada en plan "Fast and Furious", con tíos enormes ultra-cachas conduciendo coches como si fuesen cohetes y haciendo toda clase de piruetas asombrosas. O como alguna de las tres de "John Wick", que son pelis perfectamente consumibles, pero que, como es norma en Hollywood, tienden siempre a la exageración, al "más es mejor", a la mega-estilización, al asalto a las neuronas del espectador a base de peleas imposibles y héroes casi sobrenaturales. ¿Dónde cojones quedan las pelis de acción sobrias, realistas, urbanas, sin estridencias, perfectamente narradas, con sus personajes carismáticos y, en dos palabras, saludablemente entretenidas?. Siendo conscientes de semejante tragedia, lo mejor que podemos hacer es gozar de esta "Harry, el ejectuor" tal y como merece. Y, al terminar, nos ponemos las cuatro restantes. Claro que sí.