viernes, 18 de noviembre de 2022

BLOOD HARVEST

Tiny Tim, músico outsaider de voz chillona y acompañado de un ukelele, se hizo popular a nivel nacional en los albores de los años 60 gracias a una desquiciada versión  que hizo de la canción tradicional de los años 30 “Tip Toe Through the Tulips”. La cantó  en televisión haciendo un estruendoso faselte y se volvió terriblemente famoso, gracias también a su extraño e inquietante físico. Tim, alto y con una rizada melena, tiene pinta de cualquier cosa menos de cantante, lo que ayudó  bastante para alcanzar la popularidad, y aunque hay estudiosos y melómanos que le ven cierto valor tanto a las canciones como a la manera de cantar de Tiny Tim, lo cierto es que, más que por sus habilidades vocales, se hizo tristemente célebre como freak del medio televisivo con el que la audiencia se partía la caja. Para que se hagan una idea, un equivalente español podía ser Josmar o cualquiera de los esperpentos que tenía a bien entrevistar Javier Cárdenas en programas como “Crónicas Marcianas”, salvando de cualquier modo las distancias. Hasta el día de su boda fue un acontecimiento televisivo.
El caso es que, como flor de una primavera, con el paso de los años la popularidad de Tiny Tim fue descendiendo y, en los 80, ya era prácticamente un rescoldo de lo que fue. Sin embargo quedó en la imaginería pop del público norteamericano como una gran presencia, o al menos, como una lo suficientemente célebre como para que fuese reconocido sin más. Quizás ya no se ganaba la vida con sus extrañas canciones, pero todo el mundo sabía quien era Tiny Tim —si quieren saber la historia completa del personaje, desde aquí les recomendamos que vean el documental sobre su vida “Tiny Tim: Rey por un día” de Johan Von Sydow—.
Por otro lado tenemos al cineasta de cine de bajo presupuesto Bill Rebane, lituano que emigró a los Estados Unidos cuando solo era un adolescente, que alojaba en su currículum algún pequeño éxito de la "serie B" como pueda ser “Monster a Go-Go” (que se apropió Herschell Gordon Lewis para poner su estampa) o “La invasión de las arañas gigantes” (aunque en esta casa le tenemos especial cariño por dirigir una obra maestra del desbarajuste como es “Rana: La leyenda del lago de las sombras”, pueden localizar la respectiva reseña entre nuestros fanzines de papel, concretamente el especial para la Maratón de Cotxeres del 2008). Además de residir en Wisconsin, aspiró a gobernador del estado por parte del American Reforn Party y, en general, se trata de un cineasta peculiar cuya vida también resulta interesante.
El caso es que, Tiny Tim actuaba con una aparición estelar en los festejos del Festival de la cerveza celebrado en 1987 en el condado de Lincoln. Como buen ciudadano, Bill Rebane estaba allí disfrutando de la fiesta en su ciudad, y teniendo en cuenta que justo en ese momento tenía una idea para una película de terror, decidió abordar a Tiny Tim para ver si le parecía bien intervenir en ella. Tim, que en esos momentos necesitaba trabajo, aceptó la propuesta de Rebane sin pestañear, así que, casi inmediatamente se pusieron manos a la obra con esta “Blood Harvest”.
Obviamente esta sería una más entre un mar de slashers facturados en la década de los 80, así como una más de las películas de Rebane, sin embargo, al tratarse de una de terror protagonizada por Tiny Tim, a posteriori y como suele ser habitual en este tipo de productos, generó cierto culto, si bien es cierto que, ni con la presencia de Tim, esto se salva de la quema. No es que sea una película mala, es más, se le intuye cierto oficio detrás de la cámara, pero sí que es solemnemente aburrida, se hace larga, y finalmente el visionado se convierte en un suplicio. Lo que sucede es que podemos excusar tal sosería si tenemos en cuenta que —dicen— contó con una preproducción de tan solo tres semanas (escritura del guion incluida) para ser rodada íntegramente en 24 horas… lo que automáticamente la convertiría en una rareza a tener en cuenta y con algo interesante que contar sobre ella.
Por lo demás, un slasher de lo más bobo, rodado en estupendos 16 mm, con algunas tetas y algo de sangre, que nos cuenta la historia de una muchacha que tras un tiempo en la universidad regresa al hogar materno y se lo encuentra abandonado, sus padres se han dedicado a la especulación de terrenos y fraudes en los papeleos de la venta de granjas (o algo así…) y han sido desahuciados. Por otro lado, todos los conocidos de esta muchacha comienzan a ser asesinados por un extraño individuo que lleva una media en la cabeza y que aparece por allí sin venir muy a cuento. El exnovio y su hermano deficiente mental, le ayudarán a esclarecer un poco lo que sucede en esa putrefacta granja.
Obviamente, Tiny Tim interpreta al hermano subnormal del galán, va vestido de payaso y cumple la papeleta soltando eventualmente algún canturreo, sobreactuando como alma que lleva el diablo y disfrazado de payaso sin motivo aparente. Por supuesto, está puesto ahí para que desde el primer momento el espectador lo asocie al asesino… tendremos que verla para saber lo que sucede. El caso es que, Tiny Tim, presente en gran parte del metraje, luce poco, y si se ve esta película por su mera presencia, esta nos dejará con un sabor algo agridulce. Y si se decide ver por tratarse de un slasher, se me ocurren mil mejor que este y más funcionales.
Así pues, el único valor que tiene la película es su condición de rareza, más allá de eso… la nada más absoluta.
Con todo, como subproducto, es graciosa su existencia.