A estas alturas de la vida no deja de sorprenderme cómo —creyendo yo que me las se todas— acabo picando con cualquier mierda de película con tan solo ver un cartel. “The diabolical” en todo caso no tiene más que eso, un cartel. Encima uno bien posmoderno que intenta recrear, para más inri, el estilo de los slashers ochenteros cuando en realidad se trata de una película de casas encantadas. Algo que se supone que estoy entrenado para detectar. Pues nada más ver el cartel, le di al play con un contundente y erróneo pensamiento: “Esta tiene buena pinta”.
“The diabolical” cuenta la historia de la madre de dos cabezones que, soltera, vive en una casa adosada bastante tocha. Sin venir demasiado a cuento, la madre y los hijos comienzan a ser víctimas de fenómenos paranormales, por norma general, un individuo deforme y calvo que se arranca trozos de su cara delante de ellos y cosas así. Lo grave del asunto no es que se les aparezca aparezca, sino que directamente intenta asesinarlos. Así, parapsicólogos llegaran a la casa con la intención de solucionar ese problema sin éxito. Hasta que aparece el novio de nuestra protagonista, profesor de ciencias de uno de sus cabezones, que llena el lugar de parafernalias parapsicológicas y trampas con el fin de capturar esa presencia tan agresiva. El desenlace es tan estúpido y sencillo que provoca en el espectador vergüenza ajena a paladas.
Se trata de una de esas producciones de terror medianas lo suficientemente baratas como para considerarlas amateur, pero a un paso de una producción mainstream gracias al acabado, que ni de lejos llega a un presupuesto que podamos considerar holgado. Una de esas películas que se quedan en tierra de nadie. Mediana.
Por supuesto, el lugar natural de este tipo de films son los festivales de cine en los que languidecen tras un par de pases —en este caso “The diabolical” es pasto del conglomerado del SXSW de Texas—, para después pasar a los consabidos estrenos limitados y, con suerte, acabar su vida comercial en DVD o en canales de pay per view (actualmente las plataformas de streaming), para poco después ser olvidadas para siempre mientras flotan en el ciberespacio.
Lo curioso de todo el asunto, y en particular de esta “The diabolical”, es que aun siendo un producto profundamente mediocre, no tiene mal aspecto. Si no fuera por la cadencia, la incapacidad absoluta por envolver al espectador en cualquier tipo de atmósfera y, por ende, de generar miedo, lo cierto es —aunque suene a puto cliché— que posee una estupenda fotografía que por momentos nos hace creer que quizás estamos ante un producto que merece la pena. A los pocos minutos de visionado nos damos cuenta de que veremos justo lo que creemos; En su conjunto, una puta mierda.
El director que le pone ganas (pero poco más) responde al nombre de Alistair Legrand y dispone de una escueta filmografía compuesta en su mayoría por videoclips para grupos intrascendentes, y otro largometraje más, “Clinical”, esta vez concibiendo un producto original para Netflix. Y ¡venga peliculillas a cubos!
En el reparto tenemos como protagonista principal a Ali Larter, que comenzó su carrera con más o menos tino en cosas trascendentes tipo “House of Haunted Hill”, “Destino Final” o “Una rubia muy legal”, para con los años acabar haciendo papeles a duras penas alimenticios como “The diabolical” o, más lucrativos, en series de televisión de variado pelaje.
Sin más. El cartel, eso sí, aun siendo un reclamo postmoderno que tira de espaldas de manera hedionda, he de reconocer que es bastante vistoso, bonito y sugerente. La peli, no.