sábado, 14 de enero de 2023

SUPER 8 MADNESS!

El pasado 26 de Octubre del 2022, publiqué una entrada que disfruté como un chino confeccionando, y de la que estoy muy orgulloso, dedicada a indagar en el fascinante Festival de Súper 8 apadrinado por la revista "Mad Movies" durante la segunda mitad de los ochenta, ahí en "la frans". Entonces ya comenté la existencia de "Super 8 Madness!", el documental oficial del sarao. Dije aquello de que molaría verlo, pero dudaba si gastarme los dineros y bla, bla. Uno de los maravillosos seres humanos que pululan este blog habitualmente sintió esa misma curiosidad, movió ficha y... en fin, que acabó agenciándose el dvd para, una vez consumido, ofrecérmelo mediante generoso préstamo. ¡¿Cómo iba a negarme?!. Así que sí, he podido ver "Super 8 Madness!" gracias al bueno de Santi. ¡Un abrazo, mostro!
Y lo siguiente que tocaba, indudablemente, era darle a las teclas para reseñarla. Pero, una vez consumida, ocurrió algo extraño. Las sensaciones eran puro yin + yang. Tan positivas como negativas. Mucha feliz nostalgia, sí. Pero también dejó un poso de leve insatisfacción.
De lo primero -la feliz nostalgia- no hay duda, ya que arranca con una recreación, la de un chavalito de 1987 acudiendo a la tienda de fotografía para recoger su película revelada. Llega a casa y, ansioso, la pone en el proyector. Su habitáculo anda plagado de posters de grandes títulos del cine fantástico de la década. Y, en fin, que iba a ser muy difícil no verme reflejado en ese crío porque aquello era casi una réplica de mi existir entonces (solo que yo tenía peor aspecto físico)
Luego, raudo, aparece el gerifalte de toda la movida (también co-productor del documental) el bueno de Jean-Pierre Putters, es decir, padre fundador del Festival de Súper 8, sí, pero también de la legendaria y esencial -para mí- "Mad Movies". Imposible no emocionarse.
Y arranca hablando del gen del evento. Y nos muestran imágenes del primero de ellos. Y de algunos cortos participantes. Termina. Comienzan a hablar de la segunda edición. Y nos muestran imágenes del lío, y extractos de algunos cortos participantes. Y pasan a la tercera, con sus imágenes, sus extractos y..... en fin, así hasta la última. La sensación que me estaba dejando era de cierta monotonía y repetición. Falta de imaginación. ¿Qué esperaba, una chapa sobre la situación social en Francia o alguna mandanga parecida? No, no... pero tampoco sabría decir. Claro que puede deberse, simplemente, a las expectativas. Ya saben lo malas que son.
No obstante, a lo largo del repaso, hay chicha y de la buena. Descubres muchas cosas curiosas. Como que, acorde a la idiosincrasia francesa, los jóvenes cortometrajistas se hacen llamar geek (friki en el subtítulo) y, sin embargo, además de lucir un aspecto saludable -no asoma ni un solo gordo purulento-, tenían novias a las que convencían para salir desnudas en sus cortos (y a tenor de lo que se ve, estaban muy ricas) La mayoría de ellos sentían más interés por los efectos especiales que la mera dirección cinematográfica. Muchos comenzaron su andadura cortometrajil A CAUSA de la existencia del festival. Y, de igual modo, lo dejaron cuando este llegó a su fin. ¿Donde quedaba pues la vocación? Es decir, únicamente les motivaba la existencia de un público dispuesto. No se sabe de ninguno que, pasada la tormenta, siguiera creando por amor al formato o al cine. Que siguiera siendo amateur. En este apartado, tal vez, encontramos la excepción en Fabrice Blin, director de la misma "Super 8 Madness!", que cortometrajeaba antes del festival, aunque desconozco si siguió hasta la llegada del documental (y si este lo provocó un simple ataque de nostalgia iracunda)
El Festival de Super 8 se parecía mucho a la Maratón de Cotxeres de Sants, en cuanto a que era una fiesta desmadrada con un público gritón, soltando tacos, machacando a los cortos que pretendían ir en serio y alabando a aquellos creados exclusivamente para complacerles. Ese espíritu anárquico y destructivo fue lo que puso fin a su existir. Algo que casi cada año pasa con la misma Maratón... aunque de momento aguanta.
Hasta aquí lo, más o menos, positivo. En el lado de lo malo, tenemos la inevitable y gratuita puya al vídeo como formato por parte de uno de los cortometrajistas (ya adulto, y ya inactivo) La ausencia de dos sagas muy recurrentes y exitosas en el Festival, "Guts" (dispone de un breve espacio en los extras, pero muy superficial) y, sobre todo, "Super-Commando", mentada muy de pasada. Y, finalmente, una cantinela tristemente habitual. Una que me irrita hasta las trancas. Aquí mucha risa, mucha locura, mucho punk, mucha anarquía, mucha libertad, mucha pasión... pero a la hora de premiar, tomar en serio y valorar DE VERDAD los cortos, mayormente eran aquellos de catadura más profesional, más ambiciosa, incluso más seria y con ciertas intenciones artísticas, los que recibían laureles. Los otros, los cafres y/o cómicos, como mucho se llevaban galardones por sus efectos especiales o demás morralla segundona.
Casi todos los ex-cortometrajistas, ya canosos, reivindican lo espontáneo, la creación pura y visceral, el hacerlo como una pulsión, incluso no dar mayor importancia a posibles errores técnicos en pos de la diversión. Y lo expresan en tono doliente, como algo que forma parte del pasado, algo irrecuperable. "Fue genial, fue inolvidable, pero terminó, ya no hago las cosas así" o, peor "Ya no hago NADA". Toda esa parte me da por culo lo que no está escrito. ¡¿¿Por qué renunciar??! ¡¿por qué asumir que solo es factible cuando eres jovenzuelo, y una vez llegas a la edad adulta, hay que mejorar, ser más ambicioso, tomarlo todo en serio?! No me entra en las meninges ese gesto automático de asesinar la diversión una vez te salen pelos en los huevos. ¿Es porque ya no resulta respetable de cara a la plebe? Se antoja irónico que, cuando más la necesitamos -para combatir las insatisfacciones propias de la madurez-, más nos negamos a echar mano de ella. Esa renuncia a ser un amateur resulta especialmente sangrante si tenemos en cuenta que dicha palabra tiene su origen, justamente, en tierras francesas. Es suya de modo oficial, pero no saben, o no quieren, usarla correctamente.
Hay un ejemplo indiscutible que ilustra muy bien esto que digo. Sale un tio hablando de un corto bien ambicioso y estilizado que hizo en su juventud, muy serio y tal. Luego, cuenta que le sobraron dos rollos de película y los aprovechó para improvisar con lo que tenían a mano otro totalmente distinto, una comedia cafre y alocada, probablemente más imperfecta, pero con la que se lo pasaron mil veces mejor. Más claro, el agua.
Resumiendo: Sabía que esos males eran propios de nuestra tierra, siempre atrasada en todo e incapaz de asimilar conceptos distintos a los oficiales -y a los que vienen de fuera-. Muy común también entre los creadores actuales de cortometrajes, sobre todo de naturaleza casera. Lo achacaba ingenuamente a los tiempos modernos, donde los medios y la sociedad están todo el día castigando nuestras retinas y cerebros con lo del éxito, la fama, el respeto, el madurar, el ambicionar y etc, etc. Pero fue muy desilusionante descubrir que dicho mal no solo se extiende al vecino, también a décadas pasadas y más gloriosas. Ser consciente de ello -sí, llámenme ingenuo- fue la parte mala de consumir "Super 8 Madness!". Y, quizás, debería incluir en el pack que ahora Jean-Pierre Putters me cae un poquito, solo un poquito, menos bien.

Y de regalo, la caratula completa...