Otro de esos títulos españoles mediocres de la primera mitad de la década 00 que llegaban a nuestras salas un tanto sin saber por qué, y que el público olvidaba tan pronto como salía de la sala. “Cosa de brujas” destaca especialmente por una interpretación absolutamente subnormal por parte de Antonio Hortelano —que da vida a un mensajero un poco cortito… pero no tanto como él lo hace parecer— y la sensación inicial de que podemos estar ante un producto funcionalmente entretenido, hasta que la cosa se va de madre y ya no sabemos que demonios ocurre pasada media hora y, lo más triste, a esas alturas ya ni nos importa.
Se trata de una película de historias paralelas descolocadas que se cruzan entre sí formando de esta manera una sola, y con un guion tan enrevesado que hay que ser muy bueno para llevarlo a buen puerto. Da la casualidad que en este caso Amalio Cuevas y Agustín Póveda, responsables de “Bazar Viena” y “El chocolate del loro” respectivamente, son guionistas para salir del paso y están más preocupados de unir los cabos de este guion que de contarnos una buena historia, que, dicho sea de paso, puesta en orden, es una auténtica chorrada.
Un individuo de pasta pone una bomba para cargarse a un socio suyo. Durante la explosión aparecen dos extraños ancianos que le lanzan una maldición consistente en que sus sueños se van a cumplir, y que sabrá el motivo de todo ello cuando vea a un gato negro con una luna llena (¿?) Veinte años más tarde, un mensajero es protagonista de una serie de extraños sucesos que le llevarán a encontrar un gato negro y a conocer a la pareja de ancianos que, asimismo, le concederán la gracia de materializar sus deseos, que no van más allá de perder la virginidad y que le toque la primitiva. Por equis circunstancias acaba muriendo, y la acción nos traslada a lo que estaba pasando mientras, a través de los ojos de los otros personajes con los que se ha ido cruzando el mensajero durante su insulso relato. Un cristo en el que abundan las malas interpretaciones, el sinsentido y sobre todo la comedia involuntaria. Es tan ridícula que, para hacerla parecer menos, en las bases de datos de Internet se la cataloga de thriller con dosis de humor. Vamos, un poco como cuando el productor de “Fotos” recomendó a Elio Quiroga que dijera en la rueda de prensa de su estreno en Sitges que su película era una comedia para así justificar el hecho de que el público se estaba partiendo el culo.
El reparto asimismo es aleatorio a más no poder, y junto a Hortelano —al que habría que ponerle un monumento— tenemos muy desfasados a Pepe Sancho (excelente actor, hasta que le sueltan un poco la cuerda… y aquí no hay cuerda) y Manuel Manquiña (cuya secuencia esnifando cocaína y el recital de gestos y convulsiones con los que acompaña la esnifada son para darle un premio), Alberto San Juan haciendo de Alberto San Juan, Jorge Sanz, Pilar Bardem y Saturnino García ¡haciendo de hijo de la Bardem! También tenemos un papel protagónico para una modelo italiana, Manuela Arcuri, que tiene bastante peso en la historia y que en su casa conocerán. Eso sí, luce tanto palmito que uno se cuestiona si la muchacha está en la película exclusivamente para eso.
El director es José Miguel Juarez, que tuvo su momento de bonanza con su ópera prima en los 90, un film al servicio del entonces de moda Jorge Perugorría titulado “Dile a Laura que la quiero”, continuó con una cosa extraña sobre conquistadores con Bud Spencer titulada “Hijos del viento” y ya, después de “Cosa de brujas” no ha vuelto a dirigir película alguna.
En definitiva “Cosa de brujas” es bastante mala, pero entre las risas y que la cosa en general ha degenerado mucho desde 2003, pues uno se sienta y la ve de principio a fin tranquilamente, sin mirar el móvil.