El principal aval que convertía a “Un kilo de kaspa” en una película rara, misteriosa y desperada, era su condición de título ignoto únicamente editado en su momento en VHS con pocas copias en circulación. Lo siguiente que definía la naturaleza de esta cinta, era el hecho de que durante lustros ostentó el título de primera película rodada en vídeo en nuestro país, cosa que en absoluto es cierta porque, aún detectando que “Un kilo de kaspa” se facturó a lo largo de dos o tres años, el hecho de que existan un gran número de escenas exteriores, y que estas estén sitas en la emblemática Gran Vía madrileña, nos ayuda a adivinar el año en el que estaban grabando aquello; vemos un plano en el que al fondo se ve el ya extinto Cine Imperial donde, gracias a un maravilloso cartel pintado, descubrimos que están proyectando la película “El acusado” estrenada en nuestro país en 1986. Lo mismo ocurre con un cartel del concierto que dio en la capital en octubre de ese año Rod Stewart. Se suman al juego los carteles del cine Palacio de la Música donde se proyectaban los films “Las brujas de Eastwick” y “Réquiem por los que van a morir”, ambas estrenadas en nuestro país en 1987. Por lo que, a rasgos generales, “Un kilo de kaspa” puede que se produjera entre 1986 y 1988, apareciendo distribuida en vídeo por Spanish Home Video en 1989. Es muy probable que sus artífices pensaran que sí, que se trataba de la primera película comercial rodada en vídeo, pero lo cierto es que antes que esta ya se habían parido en ese formato “Poke” y “Viernes 31” del 1985. Así pues, para nada es la primera película patria grabada en vídeo, tal y como reza la publicidad en la caratula. De hecho, “Yo quiero ser torero” es del año 1987, “Zocta”, al servicio de Joe Rigoli es de 1988 y “Tú y yo” con Emilio Aragón es también del 88. Por lo que podemos decir que, en realidad, probablemente sea una de las últimas.
Sin embargo, lo que diferencia esta de algunas de sus coetáneas es que “Un kilo de kaspa” tiene más alma de película que las anteriormente citadas. “Poke” y “Viernes 31” en realidad son largometrajes realizados por aficionados, siendo la primera poco más que una auto edición y la segunda jamás distribuida, mientras que las otras mencionadas, todas para lucimiento de humoristas, tienen más vocación de obra teatral que cinematográfica.
Y es que “Un kilo de kaspa” es una película realizada por alumnos y trabajadores de Metropolis CE, mítica escuela de cine situada en el centro de Madrid desde 1985, en plena Gran Vía. El tanto por ciento de alumnos que se licencian en las escuelas de cine y logran posteriormente dedicarse a ello es mínimo, pero muchos de los integrantes de “Un kilo de kaspa” si lo consiguieron, y es que, la única diferencia formal entre esta y una película comercial filmada en 35 mm en la época, es el formato y, quizás, tratarse de un ejercicio académico, porque, por lo demás, es muy de su tiempo, muy de La Movida, y muy deudora de la por aquel entonces en boga comedia madrileña.
Cuenta la historia de dos adolescentes muy modernos que moran por las calles de un Madrid futurista, haciendo pequeños hurtos. Un buen día logran sustraer del bolso de una señora un polvo ¡morado! al que se refieren como “kaspa” y que bien podría ser cocaína del futuro o algo parecido. El caso es que deciden ir a venderlo y, a partir de ese momento, los adolescentes vivirán una aventurilla por los barrios del centro de Madrid, huyendo de toda suerte de mafiosos que, por algún motivo, quieren hacerse con ese kilo de kaspa.
Todo ello muy de su época, con los dos protagonistas corriendo para arriba y para abajo, recordándome mucho a otra película del periodo, “Loco Veneno” de Miguel Hermoso, con la que guarda alguna que otra similitud.
Por lo demás, la película está estructurada, iluminada, coreografiada, sonorizada, guionizada y dirigida de manera prácticamente profesional… solo que con las carencias que ofrecían los aparatos magnetoscópicos del año 87/88, ese montaje tosco —aunque fluido— y, sobre todo, lo arcaico de los aparatos destinados a tal efecto, con esas tituladoras electrónicas tan feas y tan digitales. Pero nada que envidiar a los Trueba, Colomo o Emilio Martínez Lázaro de esos mismos años. Y es que, encima, con algún momento más peñazo que otro, está hasta entretenida. Eso sí, las músicas que aparecen en la banda sonora, ya sea el “Liberian girl” de Michael Jackson o una de Tino Casal, mucho me temo que son robadas, pese a que la película cuenta con su propia composición incidental.
Por supuesto el elenco está formado por actores de la escuela, destacando a uno secundario muy correcto que, además, es un clónico de John Belushi; Lolo Giménez. Desconozco si se dedicará a la actuación en la actualidad.
Los que sí se dedican al cine de manera profesional son el guionista Carlos López que anduvo haciendo alguna cosa en la película, o Fernando León de Aranoa (“El buen patrón”, “Los lunes al sol”), hoy uno de nuestros directores-peñazo más aclamados, pero que, en “Un kilo de kaspa”, ejercía de ayudante de dirección. Asimismo su director, Guillermo Fernández, vinculado a Metrópolis en aquellos momentos, por supuesto trabajó en el medio aunque fuese como ayudante de dirección en películas como “El rey pasmado” de Imanol Uribe o la serie al servicio de Milikito “Medico de familia”. También produjo y dirigió diversos capítulos de las tele series “Menudo es mi padre”, protagonizada por El Fary o la reciente “Águila Roja”. Paradójicamente, el único trabajo que ha firmado como director en lo que podemos considerar cine, es este.
“Un kilo de kaspa” no deja de ser una absoluta curiosidad, sin embargo, dista mucho de ser un título oscuro, amateur o underground con una historia apasionante detrás; tan solo se trata de una película producida a modo de ejercicio para ver como se desenvolvían en un hipotético rodaje los futuros trabajadores de la industria del cine español, lo que a efectos la convierte en una más de la época.
“Un kilo de kaspa” se hacía acompañar, en su edición VHS, por un cortometraje espantoso sobre trogloditas, seguramente hecho por estudiantes, que deja entrever que los alumnos con talento de aquella promoción fueron los implicados en “Un kilo de kaspa”.
Para curiosos y completistas.