
La primera es "La galaxia del terror", puro cine de culto que, incomprensiblemente, también encabeza algunas listas de lo peor de su década. James Cameron curró aquí de director de segunda unidad y diseñador de producción, aportando ideas visuales que posteriormente desarrollaría más a fondo, y con más dinero, en "Aliens, el regreso". "La galaxia del terror" parece una imitación de "Alien" pero solo los primeros minutos, luego se desentiende por completo aportando una historia

La segunda es "Androide", un film más versado en los personajes y menos en los efectos especiales, justos y totalmente al servicio de la historia. Esta gira en torno a un doctor (el mítico Klaus Kinski) especializado en la fabricación de androides y obsesionado con crear a la mujer -artificial- perfecta. Al lugar (un laboratorio flotando en el espacio) llegan unos fugados de la prisión, con la peculiaridad que uno es hembra. Todos se vuelven locos con ella. Max, el androide-ayudante casi humano sueña con poseerla sexualmente y el doctor con traspasar su libido a su creación, pero la tipa prefiere tirarse al más macarra y bastardo de sus compañeros. Vamos, una auténtica alegoría del poder de la vagina, capaz de ponerlo todo patas parriba, contada sin prisa pero sin pausa, logrando mantener nuestro interés durante toda la proyección y dotando a lo narrado de un notorio realismo. Destaca en el papel de Max ese enigmático/feo actor/guionista llamado Don Opper, al que muchos recordarán como el tonto del pueblo en los primeros films de la saga "Critters" (y que, según Imdb, curró en el rodaje de "La galaxia del terror").
Curiosamente, ninguno de los dos directores, B.D.Clark y Aaron Lipstadt respectivamente, ha hecho nada más destacable con el resto de sus carreras.
Dos perlitas a recuperar.