Hay varias maneras de descubrir una película. Antiguamente, solía darse el caso de la revista en la que se habla de ella o se anuncia su pronto estreno. Pero ahora, por aquello del TDT y los tropecientos canales de los que disponemos, hay un nuevo modo: Haciendo puto zapping. Vas pasando canales y, ¡¡zas!!, cuando menos te lo esperas, te meten una peli de esas que te dices: "Coño, igual hasta podría verla". Y a mi no hay peli que me tire más que una de catástrofes. Incluso si es un producto televisivo made in Syfy Channel como era el caso. Pero resulta que los films catastrofistas del dichoso canal suelen suplir siempre la carencia de medios con ideas descabelladas. Y a mi me flipan las ideas descabelladas, como la que presenta este "Las últimas horas de la tierra", pillen papel y boli y tomen nota:
Un agujero blanco expulsa una bola del tamaño de una pelota de tennis. Es pequeña, pero con la densidad de varios planetas juntos. Mola. Resulta que la bola llega a la tierra y la traspasa por completo (es decir, entra por USA y sale por Australia), afectando al núcleo y, por ende, a la rotación del planeta. Si este se para, desaparecen nuestros protectores campos magnéticos, por lo que una mitad de la tierra se achicharrará y la otra se congelará. Solo en medio habrá una franja habitable que unos mandamses corruptos de la CIA quieren para ellos y sus amigos poderosos. Resulta que, por otro lado, hay un científico que inventó unos satélites secretos capaces de regenerar los campos magnéticos. A la CIA no le molaba que se supiera, así que se le encerró en un manicomio.
Luego están los buenos de la epopeya, un agente de la CIA majo, su hijo, el típico adolescente con un dominio absoluto de la informática (¿¿que sería de estas pelis sin un adolescente hacker??... que, obvio, aquí es de lo más guapo, nada que ver con la realidad), una científica con grandes tetas y alguno más. Juntos liberarán al científico para que detenga la catástrofe, y tendrán que enfrentarse a los chicos malos de la CIA que querrán pararles los pies.
Vamos, apasionante ¿no?. Todo ello, lógicamente, hecho con el dinero que Roland Emmerich gasta en catering... pero resultón. A pesar de su estética plana y su dedicación más al "bla, bla" que a los efectos especiales, la peli no aburre demasiado, tiene sus momentos llamativos (cuando los rayos del sol se cuelan en nuestra atmósfera y convierten a malvados agentes de la CIA en carbonilla), un final emocionante y, en fin, que pa verla la tarde de un Domingo por la tele (y así fue), es bastante ideal.