Un escritor yankee de gran éxito, especializado en novelas de asesinatos, llega a Roma para promocionar su nuevo libro. Justo aterriza, comienzan a producirse crímenes, en los que el culpable se limita a seguir las fechorías del psycho-killer de la novela y, ya de paso, implica a su autor en todo ello. Este, ayudado por unos y otros, investigará, descubrirá, luego se perderá... y nosotros con él. Pero eso no importa porque la peli termina en un delirante y generoso baño de sangre que lo arregla todo... vamos, que te deja tan contento que te suda la polla si eso cuadra con aquello o no.
De entre medias, pues mucho material para el recuerdo, destacando sin duda alguna la estupenda y pegadiza banda sonora de los casi-Goblin Simonetti-Morante-Pignatelli, cuyo tema central es ya todo un clásico. Luego, pues ea, un reparto de lo más típico del cine de género italiano que intenta no parecerlo demasiado (Anthony Franciosa, John Saxon, John Steiner o el gran Giuliano Gemma), una buena ración de crímenes -misóginos- y bastante truculentos (la tipa a la que obligan a comer las páginas de la novela, la fascinante pareja de lesbianas viciosas, la adolescente con el estómago reventado a base de hacha... que por cierto, esto último en la versión en vídeo de la época andaba parcialmente censurado), las inimitables, carnosas, voluptuosas e inexpresivas hembras italianas, el inquietantemente erótico flash-back (protagonizado por una churri de notoria nariz... ¡cómo le ponen a Argento las hembras narigudas!, será por propio complejo... si hasta su santa hija tiene una napia de órdago), ese maravilloso primerísimo primer plano de la ensangrentada cuchilla limpiándose bajo el agua del grifo (y que tanto me influyó en mis propios delirios creativos), el presentador de televisión recibiendo un hachazo en pleno cabestro y, en fin, como apuntaba antes, el brutal clímax final bañado en hemoglobina, en el que muere hasta el apuntador, en el que vemos cómo un brazo es troceado con todo lujo (muy impactante!) y donde Dario Argento da rienda suelta a sus desvaríos. ¡Aaaay!, pero cómo molaban las locuras del italiano en aquellos tiempos, ¿o no?, en "Tenebre" tenemos el fascinantemente inútil paseo de la cámara por la fachada de un edificio (¡¿pero pol qué?!) o ese doberman incansable y cabezón. Otro de mis momentos favoritos: La sra. de Argento, Daria Nicolodi, abandona una habitación, la cámara se desplaza un metro y encuadra un objeto metálico puntiuagudo brillando (¡¿pero pol qué, again?!)... aunque para objetos puntiagudos, el final-final y su escultura asesina... absurdo, demencial... brillante.
Vamos, que sí, que a diferencia de "Phenomena", "Tenebre" volvió a gustarme. Es más, resulta bastante entretenida... algo no muy habitual en el cine de Argento... y el cine italiano en general. Y como dato fricoso, por ahí pululan Lamberto Bava y Michele Soavi ayudando a su mentor y marcándose unos cameos y tó.
En fin, un título imprescindible para fans de Dario Argento y, ¿por qué no?, del terror de la época. Hasta casi me atrevería a decir que "Tenebre" fue su última peli buena de verdad... a pesar de que, obvio, en aquel momento recibió palos de los críticos hasta en el DNI o, como dirán allá, l´identità nazionale. Pero ¿¿qué coño sabrán ellos, hijos de puta??.