miércoles, 3 de abril de 2013

KENSHIN EL GUERRERO SAMURAI

Adaptación del manga de mismo nombre creado por Nobuhiro Watsuki. La película adapta concretamente los tres primeros tomos, haciendo alguna pequeña variación, sin excesiva importancia, para que la historia quede más condensada y no de esa sensación episódica del manga. Si hace poco con Shigurui vimos el inicio del fin de los samuráis, con Kenshin vemos su ocaso. La historia se encuentra diez años después de que los samuráis ya no sean necesarios, con un Japón abierto al mundo, y dejando entrar las maravillas de occidente. La ley de desarme es total, nadie puede portar espadas por la calle, y estas se reservan para los dojos de entrenamiento. Así nuestro protagonista Rurouni Kenshin (Rurouni es una palabra inventada por el autor, es una mezcla entre Ronin, samurái sin señor, y Ruro, vagabundo) llama la atención allá por donde va, porque su espada no se separa de él jamás. Y es que la espada que lleva es una promesa que se hizo a sí mismo, una espada de filo invertido que no puede matar. Kenshin, siendo un joven adolescente era un frio asesino que todo el mundo conocía como Hitokiri Battousai (Battousai el asesino) famoso por su arte de desenvainar la espada y luchar contra varios enemigos a la vez. Cansado de matar, desapareció una vez acabo la guerra civil. Durante esos 10 años Kenshin hizo honor a su promesa, no volvería a matar nunca más, y vagaría por el país ayudando al inocente en problemas, como el Equipo A pero a la japonesa y de un solo hombre.

Al llegar a Tokio conoce a Kaoru, una joven maestra que heredo de su padre un Dojo y una filosofía de la espada, la de la espada que protege, que no mata. Kenshin al conocer los ideales de Kaoru, queda prendido por ellos, y aunque él sabe que el arte de la espada es el de matar, hará cualquier cosa porque los de Kaoru sean los que guíen el futuro de la sociedad japonesa. Pero esa no es la única razón por la que Kenshin hará un alto en el camino junto a Kaoru, sino que alguien está cometiendo asesinatos en la ciudad indicando ser el Hitokiri Battousai y que además es de la escuela de Kaoru. Esto ha provocado que el dojo se haya quedado vacío de alumnos, y aunque el apelativo de Hitokiri no le hace gracia a Kenshin, no piensa permitir que alguien mate en su nombre. Después la trama se complica un poco con una mujer misteriosa, y un irritante empresario que se dedica realmente a traficar con opio y armas.

Salvando las distancias, cuando veía esta película me acordaba de la del Capitán Trueno, y como dos películas de “época” se pueden hacer tan diametralmente opuestas. Es decir Kenshin, muy bien, con todos los detalles que necesita una producción de este tipo (vestuario y atrezzo realista) y el Capitán Trueno, con sus suelos de arena y serrín, sus fondos semivacíos y sus trajes de mercadillo. En Kenshin, la ciudad que hace de escenario está viva, ves gente pasar por el fondo, hacer sus tareas y en definitiva, creando ambiente, y eso en la del Capitán Trueno no pasaba. Con esto quiero decir que la ambientación de Kenshin, el guerrero samurái está muy conseguida y te mete de lleno en la historia que nos cuenta.

Las luchas a espada, lo que me temía podría estar peor realizado, son muy buenas y completas, y los actores cumplen sobradamente con sus papeles sin que haya ningún que llegue a escandalizar o resultar vergonzoso para el espectador. Bueno, el empresario es repelente, pero es que es su papel. Muy buena adaptación y una buena película de samuráis, no me extrañaría para nada una segunda parte siguiendo la historia del maga, para continuar exprimiendo la gallina de huevos de oro.