Los Teleñecos, que en los USA son toda una institución desde
hace casi 50 años, con unos shows televisivos de fama mundial que, incluso,
tuvieron su momento de gloria en España en su
versión setentera a finales de la citada década (también se emitió en Canal
+ la estupenda “Muppets Tonight” de los 90, probablemente, la mejor serie de
Los Teleñecos), y de los que me declaro fan desde la más tierna niñez, no
tienen, sin embargo, una filmografía para cine demasiado competente. Es más
bien irregular. De hecho en nuestro país, en el momento de mayor popularidad de
las creaciones de Jim Henson, se estrena la primera aventura fílmica de The
Muppets, “La película de los teleñecos” y se estrella en taquilla yendo a verla
apenas 33.000 espectadores del año 78, justo en el momento de mayor auge
televisivo en España, de los populares muñecajos. Es por ese motivo que durante
la década de los 80, no llegaran a nuestro país las películas posteriores, esto
es “El gran golpe de los Teleñecos” o la que nos ocupa, “Los Teleñecos
conquistan Manhattan”, hasta que, gracias a los pases televisivos, podemos
verlas por primera vez en vídeo en nuestro país. Luego en los 90, si que se estrenaron las películas de
estos entrañables muñecos con relativo éxito, siendo “Los Teleñecos en la isla
del Tesoro” un bombazo que casi llega a los 800.000 espectadores. Pero de esta
década, a pesar del éxito, no podemos decir que sean las mejores películas de
esta factoría, ya que, paradójicamente, las mejores son las que no llegaron a
estrenarse aquí. Probablemente, “Los Teleñecos conquistan Manhattan”, sea la
mejor película de Los Teleñecos.
Quizás el entrañable resultado final de esta cinta, —en la
que, tras unos buenos resultados en la universidad, Gustavo y su troupe se
lanzan a la aventura en Nueva York con el fin de estrenar un musical en
Broadway, y se las tendrán que ver con los peligros de la gran ciudad y los
desplantes de los productores teatrales—, se deba al solvente director que hay tras la cámara,
Frank Oz, currante del “El Show de Los Teleñecos” desde los inicios y hasta
finales de los 90 y que hacía las voces de varios de los muñecos, siendo las de
Miss Peggy y Animal las más populares.
Jim Henson en ese punto de su carrera, desbordado de curro,
decide que es hora de delegar en alguno de sus colaboradores, y quién mejor
para abordar el rodaje de una nueva película de Los Teleñecos que Frank Oz, tan
conocedor de la idiosincrasia de The Muppets, que hasta rechazó un guion previo
por ser demasiado extravagante, para dar forma a un musical clásico con una
estructura que, incluso, peca de rancia, pero que funciona a las mil
perfecciones combinada con el universo de los Teleñecos. Los Teleñecos han de
ser rancios aspirantes a estrellas de Broadway, punto. Y la cosa acaba siendo
entretenida de pelotas, amén de poder ver en su salsa a Los Teleñecos, que sería
siempre el máximo aliciente, interactuando con actores de carne y hueso por las
calles de Manhattan. De hecho, popular es la anécdota en la que, al estar Jim
Henson manejando a Gustavo en Central Park, estando este escondido y la
marioneta a la vista, un niño se acercó a hablar con la rana y Henson no pudo
hacer otra cosa que interactuar con el chico, por lo que, al rato, ya tenía por
allí un grupo de muchachos con los que interactuó, retrasando así el plano que
tocaba rodar en el parque.
Como era de recibo en un film de The Muppets, en esta debía
haber un montón de cameos, pero la gran mayoría de estos (a excepción de los de
Lizza Mineli o James Coco) se cayeron por el camino por culpa de Dustin
Hoffman, más conocido en Hollywood por aquellos años como “El narizotas”o “El
despojo”. En realidad el mote que debería haber tenido es “El pelota”, porque
lo que ocurrió es, que en la película debía interpretar a un productor que
claramente era una parodia de Robert Evans (no se me ocurre mejor personajillo
para parodiar que este), y Hoffman se bajó del carro porque decía que parecería
que se mofaría de él y que no quería faltarle el respeto (no le convenía,
porque por aquél entonces, Evans, daba mucho trabajo en Hollywood). Esa
actitud, propició que el resto de cameos también se echaran para atrás, por lo
que algunos apalabrados como Richard
Pryor, Lily Tomlin, Steve Martin e incluso Michael Jackson, finalmente ni
asomen el hocico por la pantalla. Y la verdad es que, quizás, sea mejor para el
film la supresión de tanto cameo.
Por otro lado, esta película es recordada porque introduce
en el universo “Teleñequil”, por primera vez, a lo que luego serían Los
Pequeñecos, es decir, los miembros clásicos de The Muppets siendo bebés y
desarrollando su campo de acción en una guardería. Hay una escena en la que
Peggy sueña que regresa a la infancia, y de esa secuencia, al año siguiente la
factoría Hensom se sacaría de la manga una serie de dibujos animados, es decir,
“Los Pequeñecos”, que se tiraría en antena casi ocho años, siendo uno de los
grandes éxitos de Jim Henson en los 80.
Al margen de esto, la película, divertida a rabiar, rodada
estupendamente y para toda la familia, es de lo más recomendable, sobre todo,
para los degustadores de lo poco que hay disponible en nuestro país de “Los
Teleñecos”. La cinta más memorable de las muchas que protagonizaron y que han
ido (e irán) apareciendo por aquí reseñadas.