Rafael Gordon, director, podríamos decir, independiente, ha
desempeñado una carrera siempre amparado bajo su propia productora con la que
ha realizado numerosos cortometrajes además de sus largos de corte histórico
(“La Reina Isabel en persona” o “Teresa, Teresa”), que ha llevado a cabo sin
recibir ni una sola subvención por parte de ninguna institución gubernamental,
con la excepción de su documental sobre Ouka Lele, por el cual si la recibió. Y
ha compaginado sus labores de dirección con las de guia turístico
o asesor cinematográfico en Antena 3. Si
revisamos su filmografía podemos decir, sin despeinarnos, que nos encontramos
ante un autor, a priori, formal, serio e incluso aburrido. Sin embargo, no todo
en su carrera es tan sobrio como estas películas ya que es el autor de una de
las comedias españolas más desmadradas de cuantas se hicieron en los 80. En ese
sentido, sus primeros pinitos para la gran pantalla no pudieron ser más
afortunados, ya que esta “Cuatro locos buscan manicomio”, bien podría ser un equivalente
a los “chistes de locos”. ¿Ustedes han escuchado chistes sobre locos? Esta
película es exactamente eso. Y es que este film, accidentalmente, incluso
podría pecar de experimental en tanto a que no tiene un argumento definido. La
cosa va de cuatro locos (loquísimos) que se escapan de un manicomio. Eso sucede
durante los primeros cinco minutos de metraje y, a partir de ahí, tan solo una
sucesión de secuencias cómicas. Sin más. Todo muy a saco y con un gran
predominio del slapstick. Así, los títulos de crédito serían una serie de dibujos
tipo cómic de Bruguera, con letreros que incluyen faltas de ortografía
(impagable ver en el reparto a Bigote Arrocef… si, si… Arrocef, terminado en F),
que dan paso
a una secuencia inicial en
la que vemos una especie de hotel-residencia que hace ver que es un manicomio,
y que, no necesita más atrezzo que un cartelón pintado a mano donde reza
“clínica psiquiátrica”. Todo muy precario y zetoso. Pronto entrará en cuadro un
Paco Cecilio con la energía de un “Looney Toone”. A partir de ahí, ya solo irá
en aumento la locura a una velocidad de vértigo, y ya todo serán persecuciones,
caídas y chistes malos sin descanso. No se trata de una película buena en
absoluto, pero es imposible aburrirse porque dentro de que en la misma no pasa
nada destacable, pasan muchísimas cosas. Y cuando termina uno se queda con buen
sabor de boca, entre otras cosas porque
tiene la sensación de haber visionado una película extraña de cojones.
Blanca hasta la extenuación (en una época en la que lo que predominaba era el
destape), una fotografía alegre con muchos y vistosos colores, y un ir y venir
de los personajes a ningún sitio, convierten a esta película en una rara avis.
El cómo los cuatro locos del título hacen trampa para ganar al bingo, es tan
hilarante como cutre y el espectador se descubre a sí mismo esbozando una gran
sonrisa.
Lo bueno también es que todo es barato, rodado con lo
puesto, es como una película casera rodada en 35 mm. y, en definitiva algo que
llama poderosamente la atención. Desde luego, una de las muestras más curiosas
de la serie Z española.
Con todo, la película asimismo tiene fama de maldita. Se ve
que una vez rodada, la distribución de la misma es pauperrima, casi inexistente
y pese a que se editó en vídeo —de manera también muy precaria— y se ha pasado
en alguna televisión autonómica a horarios intempestivos, no la ha visto casi
nadie. Por suerte, rula por la red un ripeo de la película para que eso se
solucione.
No me malinterpreten, “Cuatro locos buscan manicomio” es una
película espantosa… pero dentro de lo chunga que es ¡mola mucho!
En el reparto, junto a Paco Cecilio (mira que me cae mal
este actor) tenemos a Silvia Aguilar, Jenny Llada (vestidas…), Tom Hernández,
Blaki, Aldo Sambrell y Bigote Arrocet… perdón, ArroceF, cada cual más loco y
enfebrecido.
Hay que echarle un ojillo.