viernes, 17 de abril de 2020

EL BOMBAZO

Freddy el Bombazo es uno de esos freaks mediáticos proveniente de Tenerife, cuya popularidad podría haber trascendido a toda la península de no ser porque, cuando Javier Cárdenas le ofreció hacer una entrevista para “Crónicas Marcianas”, este se negó en rotundo, siendo finalmente un freak local cuya fama queda confinada a las Islas Canarias y, más concretamente, a la zona de Tenerife. Freddy, no quiso participar en aquél circo.
Su gracia como freak radicaba simplemente en que rapeaba. Nada más. Un deficiente mental que rapea. Obviamente, las limitaciones de este al ejecutar sus raps provocaban la mofa del posible espectador, por eso, los canales locales de la televisión tinerfeña, viendo un filón en el muchacho, produjeron el vídeoclip de una canción de Freddy —sobre una base instrumental robada a 50 Cent— en el que se paseaba por la playa rapeando acompañado de jovencitas que bailaban a su son, mientras los realizadores nos deleitaban con primeros planos de la boca de Freddy llena de voceras. El vídeo se hizo viral y Freddy se hizo famoso en las Islas (ver vídeoclip en cuestión).
Unos años después de aquello llega “El Bombazo”,  una de esas películas amateur con pretensiones de película “de verdad” que, contando con un ínfimo presupuesto, se inspira en este personaje.
Cuenta su director  Raúl Jiménez Pastor que tuvo la oportunidad de conocer a Freddy y que conectó enseguida con el chaval. Y en un alarde de repugnante moralina barata,  le aconsejó a Freddy que dejara de hacer esas cosas que hacía, ya que la gente se reía de él, consejo este al que Freddy hizo caso omiso respondiéndole que él se sentía bien haciendo lo que hacía. Vamos, que se metiera en sus asuntos.
Por lo que fuera, Jiménez Pastor sintió la simpatía suficiente como para convertir a este personaje en el motor de su película, una película que peca de paternalista, intencionadamente cargada de buenas intenciones pero que, como toda película amateur con aspiraciones a recibir tratamiento de película profesional, se queda en una anécdota, en una cagarrutilla de rata en el cepo.
Por descontado,  la película está rodada en irritante HD de ese que los no profesionales usan en sus intentos de cine, etalonada con filtros horribles y de tonos sepiaceos para camuflar el vídeo y que este se parezca lo máximo posible al celuloide, amén de contar con una edición de sonido incompetente que se hace notar, sobre todo, en exteriores. Entre esto y el fuerte acento de muchos de los actores, hay que hacer un esfuerzo para escuchar bien la película. Cuando un amateur hace una película de esta guisa, para justificar todas esas carencias les gusta llamarlo “cine independiente”, en lugar de reconocer de que se trata de una película hecha por aficionados. Da lo mismo todo esto porque luego estas películas se proyectan en centros culturales y, al final de su existencia, tan solo las hemos visto cuatro curiosos o los que, zapeando, la pillaron en el canal local de turno donde se programase.
Sin embargo, y dentro de lo mucho que detesto este tipo de medianías, “El Bombazo” tiene su gracia. El hacer una especie de biopic de uno de estos freaks, me parece una idea cojonuda y, al final, ves la película con interés porque te preguntas cuanto de verdad y de mentira hay en lo que te están contando. Además, “El Bombazo”, a pesar de todo, al ser una comedieta más o menos ligera, cuando está acabando, el espectador repara en que ha pasado el ratillo. Vamos, que consigue la difícil misión de estar entretenida.
Por otro lado hay que tener en cuenta que el director quería que el protagonista fuera el auténtico Freddy el Bombazo, pero al hacerle una prueba se dio cuenta de que el chaval no podía llevar todo el peso de la película debido a sus incapacidades para la interpretación y, finalmente, contrató a un actor profesional, pero se le ocurrió, asimismo, incluir al verdadero Freddy en algunas secuencias, como una especie de alter ego del protagonista. Y tiene líneas de texto. Y no lo hace tan mal, la verdad. Si hubiera tirado para adelante con el verdadero Freddy, cuanto hubiera mejorado su película… Pero me temo que Jiménez Pastor se toma demasiado en serio como para cometer tal osadía y prefiere quitarle el protagonismo al muchacho para dárselo a un actor del montón al que, para que se parezca un mínimo a Freddy, le planta una peluca terrible que canta por soleares. Qué paradoja.
Así, en el argumento tenemos a este Freddy, que se gana la vida alquilando habitaciones de su casa y haciendo las veces de asistente social para un discapacitado, cuando a su vida llega una especie de perroflauta que le alquila una habitación y que, proveniente de la península, decide buscar trabajo en la isla. Por otro lado, tenemos a un individuo que, en  su afán por transportar un alijo de cocaína, embaucará a Freddy para que lo transporte él, con tan mala suerte que es detenido con el género en su furgoneta,  e ingresado en prisión. El cómo el perroflauta se las ingeniará para conseguir trabajo y el proceso de demostración de inocencia por parte de Freddy y sus allegados, componen el resto de la película.
Sin más, se deja ver. La comedia voluntaria es agradable, a veces incluso funciona, y la involuntaria vendría por parte de algunos de sus actores que son para echarlos de comer aparte; El que hace de perroflauta, el actor Tony Masip, de tanto querer vocalizar más bien parece que se estuviera recuperando de un ictus. En una escena en la que, para camelarse a una empleada de una tienda de telefonía móvil con el fin de que esta le facilite un encuentro con su jefe para una entrevista, le suelta: “Si Cristóbal Colón te viera, diría ¡Santa María, que pinta tiene esta niña!”, causa en el espectador la más feroz de las vergüenzas ajenas. Pero esto no es malo, provoca hilaridad, por otro lado. Entonces, no pasa nada por echarle un visionado a la película. Eso sí, cada cinco minutos le entran a uno ganas de darle al stop, por culpa de una banda sonora que no para de sonar, compuesta en su totalidad por el grupo OnoFreeFadar, una formación de Ska, que estaría bien (se trata de buenos músicos), de no ser porque el vocalista principal resulta de lo más irritante con esos tonos aflamencados que se suelta al cantar, y esas letras de temática neo-hippie con todos los clichés del género que les hace ser un estereotipo. No hay quien lo soporte. Puede que esto sea una cuestión de gustos personales, pero, al margen de eso, es que no paran de sonar. Incluso, suenan canciones con letra en escenas de diálogo, lo que hace que no te enteres ni de una cosa, ni de la otra. Terrible. También, OnoFreeFadar, aparecen en la película durante los créditos, y dando cobertura musical al rap final de Freddy al que acompañan con los instrumentos. Saquen sus conclusiones.
Por lo demás, como les digo, con sus más y sus menos, está bien que Freddy el Bombazo, genere una película en su honor, porque al final el resultado es tan outsider como el personaje en el que se inspira, que eso es lo bueno, no el querer colocarse una medallita lanzando un mensaje de integración social, que es lo que la película, desde el minuto uno, pretende.
Como anécdota, finalizaré diciendo que el actor Tony Masip, acudió en calidad de concursante al programa concurso ese tan desagradable que presenta el insufrible Arturo Valls y, con el fin de hacer promo, se le ocurrió decir que con el dinero que sacara procuraría una distribución a la película. El nivel de condescendencia por parte de Valls y del programa en general, rozaba lo patético. Y el pobre Masip, haciendo lo que podía.