“Una bala para el número uno” tiene un asombroso parecido argumental y estético con una de las buddy movies más populares de los 80, “Arma letal”, y mientras la veía recientemente por primera vez, llegó a pasárseme por la cabeza que esta película no era más que un vulgar exploit tratando de canibalizar el éxito de la película de Richard Donner. Sin embargo, a no ser que el guion se filtrase en los despachos de la Cannon previamente a rodar “Arma letal” (tal y como ocurriera con "Rambo" - "Desaparecido en combate"), no puede ser más que una más de tantas coincidencias existentes en el mundo del cine, teniendo en cuenta que “Una bala para el número uno” se estrenó en las salas de USA a finales de febrero, mientras que “Arma letal” lo hizo un par de semanas después en Marzo de 1987.
Pero mientras que “Arma letal” es buena, “Una bala para el número uno” es más bien ratonera. Y es que, al que se le ocurrió que Robert Carradine podría ser un buen candidato a héroe de acción, habría que matarle. Tampoco tiene química alguna con su partenaire Billy Dee Williams, el poli negro que responde a todos los estereotipos del poli negro en las buddy movies de segunda regional.
Cuenta la historia de un policía violento, irracional y excesivo, Nick Barzack (Carradine), que anda tras la pista de un poderoso narcotraficante llamado Da Costa, en un caso que nunca se acaba de cerrar. En la otra mano tenemos a su compañero Hazeltine, cabal, culto, seductor y músico de jazz en sus ratos libres (Dee Williams). El primero está traumado tras su separación matrimonial y en consecuencia hace la vida imposible a su ex y espanta todos los ligues del segundo.
Un buen día su departamento les encarga resolver un caso de drogas y nuestros hombres comenzarán con la investigación jugándose el pellejo en un buen montón de situaciones, hasta que, lo que descubren, no les hará demasiada gracia…
Todo esto a ritmo de disparos de escopeta, persecuciones aéreas o a pie de calle, mientras en la mejor tradición buddy movie sueltan chascarrillos en los momentos más inoportunos. Casi parece una película concebida para James Belushi. ¿Coincidencia? En absoluto. Tras “El Rector” la Cannon le había echado el ojo a Belushi ya que el tipo de películas que él estaba protagonizando para los estudios encajaba como anillo al dedo en el tipo de productos que, como churros, facturaba la Cannon. Golan y Globus contrataron al actor con la idea de fabricarle una película a la medida, así que se pusieron manos a la obra dejándose asesorar por Belushi que, como se trataba de una película con la que colaboraría estrechamente, metería mano en el guion adaptando los diálogos a su propia manera de actuar, por lo que firmaría un crédito por el guion junto a los demás guionistas. Sin embargo, pronto los estudios llamarían de nuevo a la puerta del actor ofreciéndole un pastelito que no podía rechazar, un co-protagonista junto a Arnold Schwarzenegger en “Danko: Calor rojo” que, a posteriori, resultaría uno de los títulos gordos de su filmografía, así que dejó tirados a los chicos de Cannon con un proyecto concebido a su medida en el que él no estaría. Esto no amilanó a Menahem Golan que continuó adelante contratando a un director del Hollywood clásico, Jack Smight, también reputado realizador televisivo que en décadas anteriores había rodado películas tan célebres como “Harper, detective privado” o “El hombre ilustrado”. Smight tenía idea de hacer esta película con un joven actor que le parecía muy bueno llamado Denzel Washington, pero Golan rechazó la incorporación de este por ser un completo desconocido, ya que quería estrellas para la película. Así, las más asequibles eran Billy Dee Williams, que venía de interpretar a Lando Calrissian en la franquicia de “Star Wars”, y Robert Carradine, que venía de otra franquicia, la de “La revancha de los novatos”. Según Golan, estos actores eran los ideales por sus asumibles cachés y porque ambos eran reconocibles para el gran público. Sin embargo, Robert Carradine, con esa pinta de tontorrón, esa nariz y esa dentadura enorme y descolocada, es la antítesis del héroe de acción, vamos, que no pega ni con cola en una película de persecuciones y tiros. Obviamente, nadie peor para hacer de tipo duro y por momentos roza lo ridículo. Como decía alguien en alguna opinión de las que he leído en Internet, parece que estemos viendo al Lewis de “La revancha de los novatos” estando muy cabreado.
Billy Dee Williams es mucho más solvente y queda bastante mejor en su papel, pero asimismo está desangelado y como con ganas de cobrar el cheque y largarse de allí lo antes posible. Del resultado de “Una bala para el número uno”, dice su director, que es una película muerta al nacer. Y se convirtió en una de las más ninguneadas y menos vistas de Cannon, que en nuestro país se estrenaría directamente en vídeo. No fue una cosa que dejara temblando a la factoría ya que, aunque no la vio demasiada gente, contó con un presupuesto nimio de 410.000 dólares… así que los comido por lo servido.
Sin embargo, se trata de una película que sin llegar a ser mala del todo (cutre sí, barata también, exagerada, poco creíble…), a mí me ha caído en gracia porque, en resumidas cuentas, está entretenidilla, y uno no puede parar de reírse en secuencias como cuando van nuestros protagonistas en avioneta para trasladar a un delincuente y un helicóptero les derriba, tomando Robert Carradine los mandos de la avioneta y haciéndola aterrizar sin ningún tipo de problemas, pese a ser su personaje policía y no piloto… o cuando este se infiltra en una feria mexicana y lo hace vestido de mujer con la intención de cazar a un delincuente que también está vestido de mujer. El resultado hace que, más que una película de acción, parezca que estemos viendo un sketch de Martes y 13. Así que, sí, pasamos hora y media bien hilarante.
Por cierto, el título original reza “Number one with a bullet”, cuya traducción literal sería “Número uno con una bala”. Esta es una especie de frase hecha yankie, una expresión muy utilizada en la calle y que vendría a identificar a alguien que destaca por encima de los demás en algo concreto. Algo así como llamar a alguien “el puto amo”. Como esa expresión tiene difícil traducción, los señores de Izaro Films, que se encargaban de la distribución de películas Cannon en España, le pusieron un título que anula todo el sentido a la frase hecha, pero que queda de lo más fardón: “Una bala para el número uno”, vamos, que coloquialmente podríamos entender que al mejor de todos, el número uno, se lo van a cargar de un disparo. También mola.