Y seguimos con Romero, Romerito, Romerales. Guardo un grato recuerdo de "La tierra de los muertos vivientes" ("Land of the dead" en v.o.). No tanto por ella misma como por el contexto en el que la vi. Aquel fin de semana estrenaba pisito (o mini-pisito). Uno situado en el centro de la ciudad. Así, decidí celebrarlo acudiendo a las pinículas (solo, como siempre)... dos veces, ya que tenía las respectivas salas más o menos próximas. Primero fui a ver la reseñada. Terminó y corrí hasta la segunda sesión de la otra, "The Descent". Una jornada intensa, feliz y muy satisfactoria. Ya adelanto que ambas me gustaron. ¿Influyó el mentado contexto en ello?. Es probable... aunque, a estas alturas, pasados tantos años, las he revisionado suficientes veces como para poder afirmar que, sí, en general, y sin deslumbrar, mantengo esas buenas impresiones primigenias. En este caso, referidas al film de George A. Romero.
El mundo sigue infestado de zombies y los humanos han tenido que adaptarse. Aquellos con mayor poder adquisitivo viven en un edificio convertido en una especie de paraíso de cristal. El resto, pues ejerce de su servidumbre, saliendo al exterior con un macro-camión armado dispuestos a localizar víveres, exterminar revividos y lo que haga falta. Así van las cosas, más o menos bien, hasta que, por un lado, los explotados se hartan de serlo y, por otro, los zombies o, mejor, uno de ellos comienza a demostrar ciertos signos de inteligencia, tanta como para acudir al edificio fortificado en busca de alimento, bien acompañado por los de su prole.
Es un dato bien conocido que con "El día de los muertos" (supuesto cierre oficial de la trilogía zombie Romeriana original y, a mi gusto, broche de oro) George A. tenía en mente algo mucho más espectacular. Su guion chorreaba acción, explosiones, etc. Pero la panoja que le entregaron no daba para tanto, así que, muy frustrado, se vio obligado a reducir los elementos hasta lo clásico, pocos personajes encerrados y asediados por zombies. Bien, a la hora de enfrentarse a "La tierra de los muertos vivientes", desempolvó aquel libreto inproducible, rescatando algunas ideas y lanzándose, por fin, a rodar su aparatosa película de acción. Todo ello gracias al "boom" del cine de muertos vivientes que, por entonces, aún se encontraba en pleno despegue. Era, pues, lógico rescatar al padre de la criatura, al iniciador de todo ello, y darle la oportunidad de situarse de nuevo en primera fila, tras años de cierto olvido. Fue la última ocasión que tuvo George A. Romero de recuperar el brillo perdido. Más teniendo en cuenta que se le consideró para dirigir la primera entrega de "Resident Evil", finalmente descartado al juzgar sus maneras demasiado clásicas y "viejunas" para la platea moderna. Y algo de razón tendrían, porque, finalmente, "La tierra de los muertos vivientes" fue el inevitable fracaso taquillero que fue. Aquello terminó de matar al cineasta, quien acabó sus días -muy a su pesar- rodeado de zombies, contando con mucho menos presupuesto y pariendo películas entre la mediocridad y el horror absoluto. Luego, palmó. Y lo hizo frustrado. Jamás logró despegarse del terror (cada vez que lo intentaba se pegaba unos hostiacos gordos, viéndose obligado a regresar con el rabo entre las piernas) y nunca pudo rodar aquel drama victoriano con el que pretendía debutar a finales de los sesenta pero aparcó, consciente que recaudaría escaso montante en taquilla. No puedo evitar pensar en él, u otros de idéntico calibre como Wes Craven o Tobe Hooper, y sentir cierta lástima. Todos parieron grandes obras, pero ¿a qué precio?.
Perdonen el lapsus. Volvamos a "La tierra de los muertos vivientes" y confirmemos que, yes!, sigue siendo un film muy entretenido, de buen ritmo y que pasa bastante rápido. En ese sentido, es uno de los más llevaderos de Don Romerales. La historia resulta interesante, los personajes carismáticos y la supuesta morralla "social" habitual del cineasta prácticamente desaparece (o es tan evidente y trillada, que ni se nota ni traspasa). Hay las esperadas secuencias de truculencia chorreante, aunque sin llegar -obvio, estaba "Universal" detrás- a la crudeza y brutalidad de "El día de los muertos". No obstante, se agradece (a pesar de fugaces feos destellos de CGI) porque somos testigos de una práctica que, lentamente, y a medida que el "boom" zombie crecía y se asentaba, iba desapareciendo: el efecto de los ataques de revividos sobre los humanos. Se ha convertido ya en norma cebarse con los zombies, que son quienes sufren la inmensa ristra de mutilaciones y barbaridades. Pero ya resulta raro ver a una persona con la panza abierta y las tripas siendo devoradas. Eso todavía se da en "La tierra de los muertos vivientes" y, aunque suene enfermizo, uno lo celebra.
En el reparto, unas cuantas caras interesantes. Simon "El mentalista" Baker, el todoterreno pero eficiente Dennis Hopper, un macarra John Leguizamo, el habitual del género Robert Joy y la nota sentimental con el fichaje de la bambina de Dario Argento, Asia (no hace falta hablar a estas alturas de la más que notable relación creativa que Romero y el italiano mantuvieron en el pasado). Todo ello coronado por tres cameos de lujo: Tom Savini retomando su personaje de "Dawn of the dead" (ahora, lógicamente, zombificado) y Simon Pegg + Edgar Wright, por entonces frescos del éxito obtenido con "Shaun of the dead", de la que George A. Romero era fan.