miércoles, 6 de mayo de 2009

EL TESORO DE KAMPUCHEA

Todo un clásico de los videoclubes de la mano de Tomas Tang, que no queda muy claro si realmente existió -hasta su fallecimiento en un incendio, según he leído- o es un seudónimo que utilizaron muchos productores y directores asiáticos -cosa que también he leído-. El caso es que sus películas se cuentan a miles y él sigue siendo un misterio. Lo cual es muy absurdo, porque se supone que todas las producciones de la "Filmark" vienen dirigidas por el propio Tomas Tang bajo seudónimos (Joe Livistone el más popular, Burt Petersen en el caso que nos ocupa…) A saber.
"El tesoro de Kampuchea" destaca porque es un pelín más digna de lo que nos tiene acostumbrados el chino con apellido de refresco en polvo, aunque eso no es bueno, porque la diversión se reduce a la mitad. Y que sea digna, por descontado, no quiere decir que sea buena, en absoluto…
Como siempre, el argumento no existe. Puedes hacerte una vaga idea de qué va la cosa, pero luego todo es un desmadre y no te enteras de nada. En esta ocasión, parece ir sobre un tesoro (un jade rojo) que es muy preciado en Camboya y una princesa secuestrada. Unos tipos montados en un artilugio volador como el del cartel, deciden ir a rescatarla. De por medio los Viet Cong hacen de las suyas, marcando el rostro con hierro candente a unos cuantos chinos.
El caos argumental más grande de todos. Eso sí, no da tiempo a aburrirnos, porque las escenas chabacanas de acción son un bombardeo, la adrenalina no decae ni un segundo, va a mil por hora. Y los diálogos son la risa, con los protagonistas hablando de cosas superfluas que poco o nada tienen que ver con lo que pasa. Añadan a unos dobladores que se la toman a cachondeo y ponen todo su énfasis en hacerlo de la peor manera posible, con lo que el cachondeo resultante se multiplica.
Y es que en una peli de Tomas Tang pasa lo mismo que con el porno, que una vez que has visto una, las has visto todas. La diferencia es que aquí no hay metrajes adicionales (o eso me parece a mí), ni repetición de planos, ni tanto jolgorio como en, por ejemplo, "Dark Day Express", pero da lo mismo, en compañía de amigotes "El tesoro de Kampuchea" es igualmente disfrutable. Por lo demás, títulos de crédito con nombres anglosajones, cuando no hay más que uno o dos pésimos actores occidentales, y mogollón de explosiones en unas cintas de acción malísimas que vienen acompañadas de unos carteles espectaculares. Es decir, la mierda de Tomas Tang que tanto amamos.