Cuenta la historia de una gitana que lee las manos, y que echa ácido en la cara, convirtiendo a quienes lo reciben en
monstruos que tiene encerrados en una habitación. Por otro lado, tenemos a un
joven macarrilla que en una feria, en una barraca de actuaciones, conocerá a
una gitana que le hipnotizará, y esto le hará acabar cuchillo en mano con
todo aquel que se ponga a su paso.
La película, quitando un par de momentos de humor
involuntario que no justifican el visionado completo, al
desarrollarse en ambientes cabareteros y circenses donde el protagonista se
adentra, acaba
convertida en una sucesión de ACTUACIONES COMPLETAS de señoritas vedettes de los años sesenta que
parece no terminar.
Digamos que, de la hora y media que dura, una
hora larga está dedicada a estas actuaciones.
Por lo demás, un par de diálogos tontos, un par de
desenfoques chabacanos y las criaturas que pararon de vivir y se tornaron zombis
que aparecen diez minutos antes de finalizar la película, para desaparecer a
los dos minutos de haber hecho acto de presencia.
Una mala película que serviría, digo yo, para rellenar
programación en algún desquiciado auto cine y que nos han vendido la moto de
que de lo mala que es resulta buena, cuando en realidad no vale ni para darle de
comer a los chacales.
Y visto lo visto, no me creo el título original, tan
rebuscado y complaciente. Se lo pondrían a posteriori. Aquí lo acortaron
mucho para un pase doblado al castellano que le dieron a la película en el
extinto programa de t.v. “Noche de lobos”, dónde Juan Luis Goas no era capaz
de recordarlo completo.
Supongo que para saciar la curiosidad del cinéfilo más
exótico está bien, pero a mí me pilla ya muy curtido, como para verle algo.
El director de esto es Ray Dennis Steckler, cuya filmografía
deambula entre el porno y la mamarrachada, firmando cada vez con un seudónimo
distinto.
Es un clásico, pero no recomiendo su visionado.