En cierto modo, puedo comprender el tremebundo culto que arrastra este pequeño "slasher" de los primeros ochentas. Seguramente ello se deba a varios factores razonablemente atípicos -sobre todo en aquella época- para un film de estas características: de entrada, su chocante desenlace (que no citaré por si alguno de ustedes no la ha visto y lo pretende). Luego, el curioso detalle de que los chavales que aparecen, una manada, lo son de verdad, nada de treintañeros fingiendo ser adolescentes, en "Sleepaway Camp" un niño ES un niño. También tiene gracia todo su extraño trasfondo sexual, pervertido diría yo, con ese cocinero pederasta, el hecho de que una de las monitoras se quiera beneficiar al jefe del campamento, un tipo bien viejo y bien feo y todo lo relacionado con el origen del inevitable asesino de la función, destacando la secuencia en la que, siendo crío, espía a su padre liándose con otro hombre.
OK, asumido ello, veamos ahora por qué ni tan siquiera con elementos tan llamativos, "Sleepaway Camp" logra alcanzar la etiqueta de buena. Que es aburrida y lenta ya lo damos por hecho y lo aceptamos. ¡¡Se trata de un "slasher", carayo!!. Lo malo es que, en este caso, parece más un telefilm sobre amoríos adolescentes en un campamento veraniego que una peli de terror propiamente dicha. Carece totalmente de atmósfera, de nada que parezca medianamente inquietante. Por no haber, no hay ni sustos. Es un culebrón en el que, de vez en cuando, matan a alguien. Estéticamente es de lo más mortecina, los diálogos son genuinamente idiotas y los actores muy negados... y para que yo me dé cuenta, es que han de serlo mucho, mucho. Aunque el verdadero talón de aquiles (si dejamos de lado el inexplicable bigote evidentemente falso del sheriff) es su falta de violencia y tetas. Lo segundo se comprende por la edad de la mayoría del reparto, y lo compensa esa tendencia seudo-sexual retorcida de la que hablaba antes. Lo primero es imperdonable, y más teniendo al gran Ed French encargándose de los efectos de maquillaje y látex. Resulta que el asesino deja cadáveres muy bien resueltos técnicamente, muy chanantes, pero el cómo alcanzan ese estado es algo que queda muy lejos de molar. En general los asesinatos son sosillos, el único realmente salvaje (una penetración vaginal con un secador de pelo... o eso ha entendido mi enferma mente) se medio-ve entre sombras y poca cosa más. Resumiendo, "Sleepaway Camp" es muy mala, muy tosca, cutre y palurda, pero la salvan, por los pelos de los pelísimos, esos pequeños elementos atípicos y que, bueno, al fin y al cabo está hecha el año 1983, y eso siempre otorga un plus.
Yo tuve conciencia de su existencia por primera vez gracias a la prensa especializada americana (que para el caso es "Fangoria"), concretamente en un artículo dedicado a Ed French. Las fotos de los efectos que había perpetrado para "Sleepaway Camp" certificaban que se prometían bien jugosos. Lo malo es que, en aquella época, era inencontrable en España, así que tuve que conformarme con ver la primera de sus secuelas dirigida por Michael A. Simpson y que aquí nos llegó como "Campamento sangriento", luciendo una maravillosamente horripiloide caratula (que intentaba chupar del fenómeno Elm Steet) cortesía de "Córdoba Films", auténticos especialistas en sacar mierdas. Y sí, fue una notable decepción. Pasado un tiempo, finalmente tuve acceso a la primera, pero en versión original sin subtítulos. Pensé que el supuesto gore y la supuesta violencia que vería compensarían el hecho de que no fuese a entender ni la mitad de sus -generosos- diálogos. Y claro, así, poco de bueno iba a sacar yo. Vamos, que me pareció una puta mierda.
Si damos unos cuantos pasos más adelante en el tiempo, nos encontramos en el momento en que a alguien se le ocurrió lanzar la tercera parte (que directamente ni terminé) y, ya puestos, el pack con la original por fin doblada al castellano. Sin embargo, las malas experiencias previas en relación a la saga me impulsaron a ignorar por completo la oportunidad. Entre tanto, descubrí el incomprensible y desarmante super-culto que acompaña a esta película en los Estados Unidos. Que su director y guionista, Robert Hiltzik, era un tío misterioso con ese único film en su haber, que luego se dedicó a la abogacía y, pasadas dos décadas, se subió de nuevo como dire al carro de una quinta parte que resultaría una decepción para los fans ("Return to Sleepaway Camp"), los mismos fans que poco antes habían ayudado a terminar la cuarta, "Sleepaway Camp IV: The Survivor", abandonada durante su producción por problemas financieros. Y no les estoy hablando de materia muerta, para este mismo año Hiltzik ha anunciado una nueva entrega, "Sleepaway Camp Reunion", en 3D. Mientras que, siguiendo una especie de carrera en paralelo, Michael A. Simpson (culpable de la segunda y tercera) anuncia otra más acorde a SU visión de la franquicia, "Sleepaway Camp: Berserk", ya con elementos sobrenaturales en la trama. Hay que ver, ¿no?, tanto ruido y tan poco interés por mi parte!!!!.
Como decía, a España estas películas llegaron con una ensalada de títulos. La primera se hace llamar "Campamento sangriento", aunque también directamente "Campamento de verano". La segunda aterrizó directamente como "Campamento sangriento". La tercera lo hizo como "Campamento sangriento 3", saltándose a la torera un "Campamento sangriento 2". Además hay que tener en cuenta que, por su lado, estaba la saga -superior a pesar de todo- "Bloody Murder", cuyo primer título aquí llegó como... ¡¡"Campamento sangriento"!! (seguida de un "Campamento infernal"). La leche.
Y lo que nos cuenta "Sleepaway camp" no tiene mayores complicaciones: Verano, un padre y sus dos hijos son atropellados por una lancha mientras nadan en un lago. De todos ellos, se supone que sobrevive la hija, que va a vivir con su estrambótica tía (se dice que interpretada por un hombre, aunque podría ser falso. Otro toque extraño que añadir a la lista). Ocho años después, la niña y su primo van de campamentos. Ella, que es rarica, llama la atención de los campistas más mal intencionados (la golfa del grupo resulta genuínamente irritante y odiosa) y, claro, poco a poco estos van muriendo en manos de un asesino misterioso (que, por mucho que lo intenten disimular, sabes quién es perfectamente desde buen principio). Finalmente se revelará su identidad y ello nos acarreará toda una supuesta sorpresilla.
Robert Hiltzik tenía 25 tacos cuando hizo "Sleepaway camp", lo que podría justificar sus incapacidades si no fuera porque Sam Raimi era más joven cuando dirigió "Posesión Infernal" y le salió el super-peliculón que le salió. Tal vez ello esté más relacionado con lo mucho que hoy día Hiltzik se parece al cantante "outsider" Daniel Johnston. En el reparto únicamente reconozco un rostro, el de Mike Kellin, al que has podido ver en algunos clásicos de los 50 para acá o en "El estrangulador de Boston", el "Demon" de Larry Cohen y "El expreso de medianoche", que es por la que yo le recordaba. Felissa Rose, la niña prota, con los años se hizo un nombre dentro del fandom y ha terminado participando exclusivamente en pelis de terror de serie ultra-B o ya directamente Z (como "Dahmer vs. Gacy", "Satan's Playground", del nosemuybienporqué prestigioso Dante Tomaselli o "Nikos, the impaler", de Andreas Schnaas, un señor cuyas películas son algo así como el 11-S del cine). Es una fan del género y lo defiende con uñas y dientes. No retomaría el papel que la hizo "famosa" hasta la quinta entrega de la saga.
"Sleepaway Camp" es mala, mala, mala... pero también un pedazo de historia del celuloide horrorífico no exento de su singularidad. Tal vez, solo por ello, merezca que hagas un esfuerzo y trates de verla entera. Tu mismo.